Publicado en la web de noticias Spacio Libre (23 de febrero de 2012)
Steve Levitsky , en su artículo “Construcción de Partidos y paradoja del fujimorismo” (La República, 19 de febrero de 2012), realiza diversas afirmaciones que me parece son interesantes para comentar. Levitsky señala categóricamente que los partidos políticos peruanos se murieron hace una generación y no han resucitado. Sobre eso creo que no hay discusión.
Asimismo, pone en tela de juicio la capacidad de una reforma institucional de originar partidos fuertes. Hubo una serie de reformas electorales aprobadas a partir de 2000, cuyo objetivo era fomentar la consolidación de unos pocos partidos fuertes: se redujo el tamaño de las circunscripciones; se estableció una valla electoral; y se aprobó una Ley de Partidos con una serie de requisitos para la inscripción (gran número de firmas, comités provinciales, etc.).
Todas esas reformas, continúa Levitsky, fueron un fracaso total: los partidos son más débiles que hace 10 años. Pese a ello algunos insisten con la reforma institucional: Piden la eliminación del voto preferencial o la introducción de un sistema electoral mayoritario como el de los EE.UU. Dudo que tales reformas tuvieran éxito (y además, un sistema mayoritario sería un desastre para la democracia, como ha señalado Eduardo Dargent).
Levitsky sintetiza su propuesta en el siguiente enunciado: “Los partidos fuertes no surgen nunca de la ingeniería electoral. Surgen del conflicto. Los partidos sólidos no se construyen cumpliendo con los requisitos de una Ley de Partidos. Se construyen luchando por o contra algo.”
Hay dos ideas: Primero, los partidos fuertes no surgen nunca de la ingeniería electoral; no se construyen cumpliendo con los requisitos de una Ley de Partidos. Segundo, los partidos surgen del conflicto; se construyen luchando por o contra algo.
Respecto del papel de la reforma institucional, en lo fundamental coincido con Levitsky en que los partidos no surgen de la ingeniería electoral; sin embargo, sí creo que el que haya mejores o peores diseños institucionales puede generar mejores o peores condiciones para el surgimiento de un sistema de partidos realmente democrático.
Ciertamente, antes he sostenido que las reformas legales destinadas a fortalecer a los partidos, pueden coadyudar a mejorar la calidad de la representación política; pero lo fundamental para lograr ese objetivo es la acción organizada de buenos ciudadanos, especialmente los más jóvenes, que se involucren decididamente en la tarea de construir nuevos partidos y de convertirse en una nueva élite política: responsable y capacitada, honesta y virtuosa, puesta al servicio del interés general y no de los intereses particulares.
Así como se puede afirmar, por ejemplo, que “un sistema mayoritario sería un desastre para la democracia” como creen Levitsky y Eduardo Dargent; se puede afirmar que, por ejemplo, suprimir el voto preferencial como única medida para “fortalecer” a los partidos resultaría contraproducente y sólo haría más fuertes a las cúpulas o caudillos de “los partidos”. Entonces, también las reformas electorales tienen un nivel de importancia. [Continuará]