Creo que actualmente nos sentimos presionados socialmente por “ser exitosos”, por ser los más poderosos, los más inteligentes, por destacar rápidamente en el campo profesional. En mi caso, debido a la carrera que estoy estudiando, sería en el campo empresarial. Determinados enfoques educativos privilegian esa visión de “tener más” sobre “ser más” y excluyen una visión completa que valore todas las potencialidades: espirituales, cognoscitivas, emocionales, etc de un ser humano.
Pero hay experiencias que enriquecen al hombre en su etapa de crecimiento, como por ejemplo los voluntariados, la ayuda desinteresada por los demás, los aportes a causas nobles, la lucha por ideales de justicia, amor, libertad y verdad. Creo que las personas que viven esa experiencia conciben el éxito no sólo en una dimensión económica, sino que incorporan otras dimensiones de mucha mayor relevancia, como por ejemplo el valor de la familia, la amistad, la capacidad de autoconocimiento, el valor de la libertad.
En mi humilde experiencia, he visto la articulación del exito familiar con el profesional, en la labor de amor y servicio de un educador. Es una profesión cuya remuneración económica jamás se comparará con la retribución que podrás obtener en el sector privado… pero ver crecer a tus alumnos, imprimir en ellos la huella de valores como la honradez, honestidad, solidaridad, veracidad presenta una retribución mucho más rica y agradable que la económica.
Creo que para aquellas personas para las cuales el “exito” tiene otras dimensiones más allá que lo económico, vivir en una sociedad que reclama como valor supremo el “tener más”, es sumamente complicado, difícil y hasta desesperanzador… pero también creo que reflexionar y preguntarse sobre este tema, es a su vez una brisa de esperanza para trabajar por ser más felices.
Esta reflexión la hice gracias al artículo de Raquel Caso “¿Qué le das, qué le pides a la vida?”. La imagen también la tomé de ahi.