Hoy te soñé en el hálito del mundo donde duermen todas las palabras que aun estamos por decir. Desordené fibras tuyas y las ordené de nuevo para invocar tus nombres y hablar contigo, hacerte presente en mi presente.
Al mencionar tu nombre aparecieron tus cabellos en el mundo como escaleras infinitas y múltiples que llevan a todos lados; entonces estábamos en el Monte de Carlos con barajas de casinos gigantes que tenían problemas de ludopatía. Escapamos porque ambos éramos viciosos. Fuimos al mundo del Lago y Venecia, donde vivimos esa película de Hitchcock que nunca llegó a filmar.