– ¡Silencio!
– ¡Difícil!
– Es un silencio no sólo exterior, sino también interior. Comencemos…
– recomencemos entonces
– Y así fue como me quedé extasiada en el Principio y Fundamento… Extasiada completamente, levitando casi. Siempre me había quedado ahí. ¡Nunca había pasado más allacito! Hasta que todo cambió cuando me dijo que era “conveniente” entrar en el pecado
– El acabose
– del comenzose. Por supuesto, cuando me lo dijo no pude dejar de sonreirme: mi sentido del humor estaba a flor de piel. Yo muy presta y obediente, me volví luego una magdalena, nunca con culpa de nada. La culpa no es buena
– ¡La frescura!
– Así dijeron que sería: La culpa no es buena
– Ha llegado el punto en que estas bromas sólo las entendemos nosotras
– Pero yo no estuve con Ignacio
– ¿Qué? ¿Pero, por qué? ¿Por qué le hiciste eso a Ignacio?
– Es que estuve con Edith
– ¿Edith?
– Stein. Me enteré que fue discípula predilecta de Husserl. Me conmovió y me llenó de curiosidad…
– ¡Ay Diana! Entonces yo me hubiera ido todo el tiempo con Kant
– O con Karl… ¡ajhajá! ¡Qué pillina!