Logos

– Entonces nosotros somos el Absoluto que se realiza.
– O no.
– No te entiendo.
– Es la libertad, mi querida Diana. La libertad.

Foto tomada de F13.net

Encontré muy difícil conservar la promesa de no escrutar en tu pasado ni velar por lo que sueles hacer en tu presente. Me seducía la idea de mirarte secretamente, atravesar esa ventana de tu privacidad y felicidad, o infelicidad, para saber qué hacías, cómo estabas, qué querías ahora que ya no estaba en tu vida.

Mis miradas del mundo cambiaron desde que decidimos separar nuestros universos, mejor dicho desde que decidí hacerlo; porque a pesar de que quería insistir en que fue un diálogo mutuo, en realidad fue una proposición unilateral -dictatorial si quieres-, completamente mía.

Tú eras mi creación. Eras mi imagen anhelada de ti desde que te pensé y te hice carne. Luego me desbordaste completamente y me enamoré de ti – o de lo que había hecho -. Te amé intensamente, te odié más aún, te deseé carnalmente y también te admiré en espíritu y verdad. Así de situación infinita.

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En este proceso descubrí que me perturbaba profundamente verme como centro de seres que no conozco, que no hice míos, y a quienes -incluso- hice daño con el ejercicio de mi libertad. “Estoy obedeciendo el dictado de mi conciencia” me solía decir. “Hablamos de informalidad, señores. ¡¡¡INFORMALIDAD!!!”. El panorama que veía en ese entonces era que la corrupción por más que se de entre privados afecta la esfera pública, el tejido social en todas sus dimensiones y que quienes eran los más perjudicados, eran los más vulnerables, los pobres, los ancianos, los niños, los enfermos. Antes de cada ajusticiamiento desarrollábamos un ritual. “Di sus nombres -uno por uno, con nombre y apellido- mira sus arrugas, siente la dureza de la piel de sus manos, acompáñalos en su sesión de quimioterapia, siente el sabor de sus lágrimas saladas de desesperanza, oye sus cantos en un idioma que no es el español, que sabe a quechua, awuajún o aymara,. Recorre la historia de sus vidas, momento por momento, instante a instante, deslúmbrate con sus Historias. Y luego, como el gusano inmundo que eres, mira que con tus tretas les haces daño, los perjudicas. Tú, criatura horrenda, contempla las consecuencias de tus acciones. Se testigo de tu maldad ególatra, de la corrupción de tus acciones”

Y entonces me encontré también vulnerable porque decidí – ilusamente – enfrentarme con estos seres. ¿oscuros? ¿obnubilados? ¿crueles?

Sólo seres.

Una batalla tan absurda y desoladora como contar las arenas del desierto. Mi carne se volvió dura y árida por el dolor. El amargor afloró entre la dureza de mis palabras y la implacabilidad de mi corazón. Los matices se disolvieron y abracé la radicalidad como estandarte de mi lucha personal.

O era todo o nada.
Así de vertical.
Y en ese proceso hice mucho daño.
El concepto de justicia de por sí es cruel en este mundo. No deberían enseñarle esos valores a los niños ni a los ingenuos -como yo-.

– Ya no eres ilusa, Diana.
– No. Ya no.

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Entonces te creé con mis lágrimas, con el sudor de mis manos y la carne que perdía en cada batalla. ¿Había razones de esperanza? Había que creer que sí. Era un deber, una fe necesaria, mi única ancla a tierra.

Me enamoré de ti porque te necesitaba. Una vez me preguntaste por qué no me gustaba celebrar mis cumpleaños y te conté la historia de mis días, del ser perverso que fui. Sacrificar tu vida por la justicia es creerse un poco Dios, y omnipotente. Y tú sabes bien del tamaño infinito de mi ego. Tú sabes de mi soberbia. ¿Cómo celebrarme entonces?

Encontré muy difícil conservar la promesa de no escrutar en tu pasado ni velar por lo que sueles hacer en tu presente. Me seducía la idea de mirarte secretamente, atravesar esa ventana de tu privacidad y felicidad, o infelicidad, para saber qué hacías, cómo estabas, qué querías ahora que ya no estaba en tu vida.

Ya no me queda nada. Ya no me quedas tú. Sólo el tenue reflejo que miro a través de la ventana de tu universo. Anhelo que sepas que estoy ahí mirándote desde arriba. O abajo. También anhelo que ya no pienses en mi.

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