Es difícil no “caer en la fe” si es que hablamos del aporte – cultural, social, político, etc – de Gutierrez, precisamente porque su vocación es la de teólogo, sacerdote, pastor y catedrático universitario. Evitar “caer en el tema de la fe” cuando hablamos de Gutierrez sería algo tan contraproducente como evitar hablar del “quehacer filosófico y político” de Sartre, o de la “esencia cinematográfica” de Truffaut cuando nos referimos a su aporte a la sociedad y cómo enriquecieron la cultura con su obra. Me parece que cuando intentemos entender las otras dimensiones de estos intelectuales, éstas siempre estarán inmersas en su vocación y en su opción fundamental porque este es el tejido infinito con el cual hicieron su obra. A través de este “legein” juntaron las manos dispersas de lo sensible, en su aporte.
Intentaré ir un poco más allá y haré el esfuerzo por vislumbrar los motivos de tu cuestionamiento. ¿Será quizás alguna gran disconformidad con que un premio de carácter social -referido a la cultura- sea concedido tomando “criterios cristianos” antes que referidos a “la cultura” propiamente dicha? ¿Será que el desasosiego es porque no vislumbramos que llegaremos a ser una sociedad laica, sin intervención de ningún “vicio de carácter religioso”? De ser esa la situación, creo que también me cuestionaría lo mismo. Sin embargo, esta desazón no tendría por qué desmerecer el aporte a la sociedad del intelectual – sea este creyente o no, de mi misma sintonía política o no, o del mismo compromiso intelectual que el mío -, precisamente porque es esta diversidad la que aporta al diálogo en sociedad. Leer más