Luis Alberto Spinetta
– Luego está esa carta con mi firma que nunca escribí
– Ya casi me había olvidado de ella… Creo que opté por olvidar todas las cosas que me hicieron daño y me quedé con lo bueno y con lo bonito que contigo aprendí y que contigo viví.
– Era mi espina, sabes. La única espina que tenía para protegerme. Creía que me seguirías persiguiendo para seguirte amando.
– Fue una espina dolorosa – y venenosa-. Veamos el lado amable: te protegió del cordero que quería comerse a la rosa.
– Sí… pero te hizo daño. Lo lamento.
– Te estabas protegiendo de quien pensabas que te iba a lastimar. Yo hubiera hecho lo mismo.
– Fue mi cólera, sabes.
– Lo sé. Me dolió mucho en su momento. Pero ya no me duele. ¿No te dije que elegí quedarme con las cosas buenas?
– Porque tú sabes… hablar sobre espinas es un tema muy serio. De adultos.
– ¿Y si me dibujas un cordero? Uno bonito… que me haga cosquillitas en el alma.