– Y me quedé absorto cuando te conocí… como que tenías algo inexplicable que me hacía cosquillitas en el alma.
– Y tus ojos se hacían infinitos, como el instante del alma. ¡Hermosos, tus ojos!
– Es porque te miraba…
– Sí, así lo sentía. Me aceptaste y me dejaste ser, muy así, como muy yo… que también se hizo como muy tú.
– Y me desbordaste
– Me encanta ese verbo, es lindo.
– ¡Eras un concepto completamente nuevo para mi! Por eso cuando me dijiste que no me querías exclusivo, ya no te pude ver más.
– He ahí el quid del asunto, es que yo no soy un concepto.
– Lo siento, yo… ¿Pudiste cumplir tu sueño ingenieril?
– No era mi sueño, ese era tu sueño. Pero yo te dije, “nunca con los ingenieros”.
– Creí que eras universo cuando en realidad eras mundo.
– Somos mundo… y tus ojos son universos. ¡Hermosos tus ojos!