Merleau Ponty
– ¿Qué tal? Hace tanto tiempo que no sé nada de ti. Estoy demasiado emocionada… nunca nos despedimos.
– Quizás porque nunca dijimos que nos despediríamos
– Se sobreentiende. Temía haberte lastimado. Me lamentaba pensar que te hubiera hecho daño.
– Lo hiciste y mucho. Lo sabes
– Lo siento
– Y también me hiciste mucho bien. Digamos que tú me hiciste muchísimo bien y que fue la ruptura la que me lastimó.
– Tú iniciaste la ruptura
– Tú la continuaste
– Tú la terminaste indefinidamente. Un fin sin fin. Sigue ahí. Nunca te despediste. Cruel eh?
– Te di mi silencio… y también te lo quité
– Me hiciste mucho daño
– Estamos a mano.
– Y me hiciste mucho bien. Y te quiero mucho. Y te agradezco tanto. Te lo quería decir.
– Insisto. Estamos a mano.
– Somos afortunados, entonces.***
– Y ahora qué?
– Qué de qué?
– El qué… más
– El qué: nos despedimos, pues
– Finalmente. Gracias. Muchas gracias
– No hay de qué, sólo más de papa
– Y termina como comenzó: con el asombro del mundo por las cosas que dices.
– Y con la papa
***
– Sabes que jamás diría algo así. Eso es muy tuyo
– Eres mío. Eres mi creación. Yo te hice
– Me creaste en libertad. Yo no soy tuyo. Nací tuyo. Y ahora soy… soy de mi.
– Tú me enseñaste qué era la libertad
– No terminé. La libertad no se enseña. Se vive.
– Nos vamos a despedir o qué?
– hola
– hola