‘Había quemado los restos de la vieja e ilógica moralidad con el ácido del razonamiento’

«Mientras que todo, tanto en la política como en el conocimiento, muestra que el reino de una razón universal es problemático, que tanto la razón como la libertad deben realizarse en un mundo para el cual no están predestinadas, se prefiere olvidar la experiencia, dejar allí la cultura, formular solemnemente, como verdades venerables, las pobrezas que se adecúan a la propia fatiga. Un inocente es un inocente, un culpable es un culpable, el asesinato es un asesinato – tales son las conclusiones de treinta siglos de filosofía, de meditación, de teología y de casuística.»
Merleau – Ponty, Maurice. Humanismo y Terror. Prefacio, p36. Ed. La Pleyade. Buenos Aires
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Foto tomada de Black&White

– Y cuando estábamos leyendo esas páginas pensé: “pero cuando lo lea… esta señora se va a emocionar”

– Y sí que me emocioné…

– Si Maquiavelo es tu maître à penser

– Mais nononononono… me emocioné pero por razones completamente diferentes a las que imaginas. Sabes bien que dicho señor me llama demasiado la atención. Es inevitable – e irresistible – no leerlo ni estudiarlo con detenimiento; sobretodo por la “moralidad efectiva”, la “moralidad soñada”, la “realidad de la idea de moral”. Me parece que son pocos los autores que le dedican investigaciones dignas y serias – más allá de la astucia inmediata en las que podrían caer quienes escriben sobre él-.

– Claude Lefort…

– Oui…es uno de los autores de respeto, tú me lo dijiste.

Antiguamente, las tentaciones eran de naturaleza carnal. Hoy toman la forma de razonamientos puros. Los valores cambian. Me gustaría escribir una “Pasión” en la que Dios y el Diablo disputaran por el alma de San Rubashov. Después de una vida pecadora, él ha vuelto a Dios, a un dios con la doble papada de un liberalismo industrial y de una caridad de sopas del Ejército de Salvación. Satanás, por el contrario, es delgado, ascético y un fanático devoto de la lógica. Ha leído a Maquiavelo, a Ignacio de Loyola, a Marx y a Hegel; aparece frío y despiadado a los ojos del género humano, como consecuencia de una especie de misericordia matemática. Su castigo es verse obligado a hacer siempre aquello que más le repugna; así, tiene que matar para que desaparezcan los asesinos; tiene que sacrificar corderos para evitar futuros sacrificios; que apalear a la gente para que aprendan a no dejarse apalear; tiene que desprenderse de toda clase de escrupulosa moral; y tiene que arrostrar el odio de la humanidad a causa de su amor por ella, un amor abstracto y geométrico. Vade retro, Satanás! El camarada Rubashov prefiere convertirse en un mártir.

Koestler, Arthur. El Cero y el Infinito. Segundo Interrogatorio. p 153. Emecé Ed. Buenos Aires.

Y sólo para aclarar, mi maître à penser… (eres tú)

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