Perdone ese poquito

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Foto tomada de Alexandra Sophie

De acuerdo a aquellas historias que me contaron del señor Sócrates, él solía preguntarle al General del Ejército qué era la valentía. Cuando se encontraba con un Juez, le preguntaba qué era la justicia. Si veía al ganador de los Juegos Olímpicos, él le preguntaba sobre la perseverancia.

Tal parece ser que el señor Sócrates tenía una hermosa, saludable y conflictuante curiosidad por entender las esencias y creía que aquella “persona versada” en el tema podía saciar sus dudas.Y en ese sincero y dulce afán, algunas veces cometía el poco delicado error de dejar en ridículo a sus interlocutores… sin querer queriendo, y no por hablar tanto, sino más bien por preguntar mucho y seguir preguntando y más aún, continuar preguntando.

«¡cómo pues, siendo juez, no sabes lo que es la justicia! ¡la gran paradoja!» Nunca lo decía así, tan explícitamente, pero el mensaje velado quedaba en suspenso en el aire. El ser que imparte justicia, no sabe qué es la justicia. ¡Uy, qué roche!

No dejo de preguntarme qué me preguntaría a mí el señor Sócrates si se encontrara un día conmigo en el Mercado de Lince durante el menú de S/. 4.50. Y mientras me pregunto estas cuestiones y almuerzo un escabeche de pollo con arverjitas verdes; soñaré que soy Diotima…

Pero sería una Divina Diotima bien ridícula, porque no sabría ni michi del amor. Perdone la ridiculez señor Sócrates.

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