Sinesio López Jiménez
A propósito del voto preferencial, no deja de llamar la atención que una dictadura, un régimen cerrado por definición, abra un estado cerrado (el estado oligárquico) y un sistema de partidos cerrados a la participación de los ciudadanos. ¿Qué significa un estado cerrado y un sistema de partidos cerrados?. Un estado es cerrado o tiene una hegemonía cerrada, como llama Robert Dahl a la cerrazón estatal, cuando está encapsulado en sí mismo y no se abre ni a la liberalización y a la competencia política ni a la participación y a la representación de los ciudadanos. Un partido es cerrado cuando, como sostiene Julio Cotler, asume un carácter patrimonial, esto es, cuando los jefes y las camarillas del partido actúan como propietarios del mismo y lo deciden todo, sin la participación decisiva de las bases. ¿Por qué una dictadura democratizó algunas instituciones cerradas? La explicación radica en el hecho que la dictadura de Velazco organizó una forma de estado con inclusión total o, al menos, tuvo esa pretensión con la finalidad de acabar con la exclusión total del Estado oligárquico.
¿Ha funcionado el voto preferencial para abrir los partidos cerrados a la decisión de los ciudadanos?. Si nos atenemos al porcentaje de electores que hace uso del voto preferencial, hay que concluir que ha funcionado quizás mejor de lo que esperaban sus diseñadores. En efecto, en 1978 el 46% usó el voto preferencial para elegir a los constituyentes, en 1990, el 31% eligieron congresistas del mismo modo; en 1992, el 43%; en el 2000, el 44% y en el 2001, el 48%. Perú es uno de los pocos países, si no el único, en donde el voto preferencial ha funcionado más o menos bien. En otros países en donde existe el voto preferencial (Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Grecia, Italia), los electores no usan o hacen poco uso de él y, por consiguiente, el impacto del mismo en las listas cerradas y no bloqueadas es relativamente irrelevante. Eso significa que el orden de los candidatos en la lista organizada y presentada por los dirigentes de los partidos se mantiene intacto. En el Perú, en cambio, el orden de las listas ha sido modificado en forma muy sustantiva por la voluntad de los electores, aunque probablemente esa modificación no ha alcanzado los mismos niveles del voto preferencial. Se puede sostener, entonces, que en el Perú el voto preferencial ha sido un factor decisivo en el proceso de democratización de los partidos y de las organizaciones políticas en general. Este es su efecto positivo. Pero el voto preferencial ha producido también algunos efectos negativos sobre la organización de los partidos. En primer lugar, este tipo de elección ha introducido una competencia exacerbada entre los integrantes de la lista de candidatos, afectando seriamente la disciplina partidaria y la solidez organizativa. En segundo lugar, ha generado una especie de mercado persa entre los candidatos para ocupar los lugares más visibles a los electores. En tercer lugar, ha fomentado, en los elegidos, un tipo de patrimonialismo electoral, según el cual los votos obtenidos por el candidato le pertenecen a él y no al partido. En cuarto lugar, ha debilitado la lealtad de los representantes con el partido que los postuló y ha fomentado el transfuguismo debido precisamente al patrimonialismo electoral. Finalmenete, ha creado una situación típica en la que los ciudadanos ya no eligen sino votan puesto que los candidatos con más recursos no son elegidos sino que se hacen elegir, tal como sostenía Schumpeter refiriéndose a la competencia política propia de la democracia moderna diferenciándola de la clásica. En este caso, el voto preferencia habría transformado a los partidos cerrados en partidos elitistas de una democracia elitista, que es justamente lo contrario de lo que ese voto buscaba como diseño electoral. En resumen, el voto preferencial ha democratizado a los partidos políticos, pero también los ha debilitado como organizadores de la representación política y como actores decisivos de la democracia. Puestos en una balanza los efectos positivos y los negativos, es necesario concluir que el voto preferencial ya cumplió su papel democratizador y que es necesario buscarle un sustituto que bien pueden ser, como varios políticos y analistas han sugerido, las elecciones primarias realizadas por los partidos para elegir candidatos bajo la superivisión obligatoria de los organismos electorales del estado, como sucede en los Estados Unidos de Norteamérica. En el caso norteamericana, las elecciones primarias funcionan bien debido a la presencia vinculante del estado. Este cambio en el mecanismo democratizador de los partidos exige realizar algunas modificaciones y ajustes importantes en la ley de partidos que, dicho sea de paso, no viene funcionando adecuadamente.
Es de esperar que estos cambios en el procedimiento de votación y en la ley de partidos contribuyan en forma significativa a su fortalecimiento y a su institucionalización así como a la consolidación de la democracia y a la gobernanza del país. No es necesario comprobar primero que la ley de partidos y las elecciones primarias funcionen adecuadamente para proponer luego el cambio del procedimiento electoral, como ha señalado el presidente de la Comisión de Constitución del Congreso. En realidad, ambos proyectos de ley pueden presentarse y aprobarse simultáneamente.