LA CASCABEL AL GATO

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Sinesio López Jiménez
Si el Congreso no quiere autoreformarse, hay que reformarlo. Hay muchos problemas que impiden la reforma, pero el problema central es de agencia, esto es, de actores que impulsen el cambio: ¿Quien le pone la cascabel al gato?. El Congreso es el poder más desprestigiado e impopular, pero, a primera vista, la gente parece estar poco interesada en reformarlo. Dígase lo mismo de los partidos políticos. La gente los rechaza, pero casi la mitad de la población sigue apostando a ellos. Lo dicho puede extenderse también al Poder Judicial. Jalando el hilo de la madeja se puede llegar al repudio a la política, a la antipolítica que conduce a la indiferencia y a la parálisis decisoria de la gente.

¿Es la falta de interés o la dificultad para encontrar el camino del cambio lo que inmoviliza a la gente?. Es más probable que sea lo segundo que lo primero. Puede haber muchas razones por las cuales la gente no se moviliza, pero la principal parece ser el hecho de que las propuestas de reforma son meramente procedimentales y no tocan su vida material. Lo procedimental, sin embargo, es importante para todos, en particular para las clases medias y altas que han resuelto los problemas materiales de su vida. Pero si se quiere que la mayoría de la gente se involucre en los cambios procedimentales es necesario vincularlos a sus necesidades materiales. Los procedimientos políticos tienen que estar vinculados a los contenidos sociales.

Esta vinculación puede ser directa o indirecta. Es directa cuando la reforma política está estrechamente asociada a cambios materiales: unir, por ejemplo, los derechos políticos y los derechos civiles con los derechos sociales. Es indirecta cuando los cambios procedimentales ayudan a la gente a tener más poder, a fortalecer sus organizaciones (sindicatos, asociaciones, partidos) que les permiten obtener conquistas materiales. La organización propia le da poder a la gente. Si las reformas se quedan en lo meramente procedimental la gente va a responder también con procedimientos: va a ir a votar, pero cada vez con menos ganas.

Además de la masiva movilización ciudadana, ¿pueden otros actores reformar a los poderes del Estado y a los partidos políticos?. ¿Pueden ellos autoreformarse?. Pueden, pero sus propuestas de cambios son muy limitadas, cuando no contraproducentes, esto es, son contrareformas. Es difícil que cambien las situaciones y los procedimientos que los favorecen. El cambio tiene que venir de fuera. ¿De dónde?. Mi hipótesis es que el cambio puede venir de la acción combinada de las organizaciones de la sociedad civil, de la presión persistente de los medios y del apoyo masivo de la gente. Como fue el caso de la ley Pulpin y de otras movilizaciones que tuvieron un impacto efectivo en los poderes del Estado. Este es un camino democrático.

Otro camino es “el caballazo” de las dictaduras (Velazco, Fujimori, entre otros) contra los poderes del Estado y los partidos que suscitó un entusiasmo pasajero, pero que luego se disipó porque no logró el cambio que esperaba la gente de a pie.

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