Sinesio López Jiménez
Todos los actos de corrupción son repudiables, pero este rechazo no puede hacernos olvidar que en esas aguas turbias navegan pirañas y tiburones. Casi en todas las encuestas, Fujimori y García (con sus respectivos gobiernos) disputan los primeros lugares de un nada envidiable ranking de la corrupción. Las acusaciones contra Toledo lo quieren mostrar como un serio aspirante a tiburón. Es una lástima que el gobierno humalista, que quiso marcar la diferencia, haya sido atrapado por las mismas redes.
De todas las acusaciones hechas hasta ahora contra el actual gobierno la más seria parece ser la de Belaúnde Lossio que, por lo que se sabe, no pasa de ser un lobbista de provincia si lo comparamos con los lobbistas que actúan en el centro de las decisiones de política económica: el MEF. En esto como en otras cosas los congresistas y los medios concentrados de derecha actúan con una enorme hipocresía. Los tiburones del lobby no son investigados ni los operadores de los poderes fácticos que deciden (en el MEF) las políticas económicas que los favorecen son vistos siquiera con sospecha. Se escandalizan, en cambio, con los pirañitas.
Lo más descarado ahora es que los tiburones quieren investigar a las pirañas. ¿Pueden los defensores de los presidentes y gobiernos corruptos de vieja data investigar a los nuevos corruptos?, ¿pueden integrar y hasta presidir comisiones de investigación en el Congreso?, ¿pueden integrar la Comisión de Etica del Congreso y presentarse como impolutos Catones de la moral pública? Pueden porque ni la ley ni el reglamento del Congreso lo prohíben, pero no debieran si respetaran los cánones de la moral pública que los llevaría, al menos, a abstenerse.
¿Qué buscan estos cuestionados Catones de la moral pública investigando a los supuestos nuevos corruptos? Es probable que tengan varios objetivos, pero los principales se orientan a mostrar que todos los gobiernos son corruptos y que no hay linderos precisos entre el bien y el mal, igualar a los tiburones con las pirañas, ensuciar y dañar al adversario, limpiar su propia imagen y lograr una cierta visibilidad pública que los ayude a ser reelegidos en el 2016.
Algunas de estas comisiones, como la de López Meneses, carecen de seriedad: un fujimorista preside la Comisión que investiga a otro fujimorista y parece no tener una idea clara de lo que está investigando ni a quienes está investigando. Otras comisiones que llegan a establecer algunos hallazgos importantes pretenden ser neutralizadas con leguleyadas y con blindajes de la Fiscalía y del Poder Judicial o de cualquier otro organismo de control.
El prurito inquisidor de los hinchas de los ex-presidentes más corruptos tiene consecuencias devastadores para la política y para el propio Congreso. La política, los políticos y el Congreso agravan su ya acentuado desprestigio; la función de control y de fiscalización del Congreso queda seriamente mellada por pérdida de credibilidad; la impunidad y la desmoralización pública crecen; el repudio de la gente a la política, a los partidos y a los políticos abona el crecimiento de la antipolítica y del antipardisimo.