Archivo por meses: junio 2014

UN LIBRO POLEMICO

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Sinesio López Jiménez

En estos tiempos es poco frecuente analizar la historia para hacer una apuesta política, fundar la política en la historia. La mayoría de nuestros políticos actuales sólo tienen ambiciones desmedidas, frecuentemente al servicio de sus intereses personales. Son políticos sin memoria y sin historia: políticos light que se los lleva el viento. Son muchas veces iletrados y ágrafos. Es probable que escribir siquiera una página les produzca surmenage. Algunos de ellos, incluso, son dueños de universidades que han hecho de la educación, que es un derecho de todos, un negocio privado.

El libro de Lynch, que se va a presentar mañana en la librería El Virrey, rompe con la monotonía de estos grises tiempos neoliberales y vuelve a las tradiciones clásicas y modernas que vincularon estrechamente la historia y la política. Para ambas tradiciones  el vínculo entre ellas fue la confianza en la razón que todo lo explica. Una historia bien contada funda una política eficaz. Esta creencia viene desde Aristóteles y llega hasta Marx, los liberales  y los anarquistas del siglo XIX y atraviesa las épocas históricas, las geografías y las diversas corrientes ideológicas. El Republicanismo del Medioevo, que nació para disputar con la historia de Dios y con la historia de la Fortuna, va más allá y sostiene que la historia no funda la política sino que ella se hace a través de ésta. Maquiavello encarna esta apuesta en toda su grandeza.

Esta enorme confianza en la razón entró en crisis con Freud, Weber, Pareto, Sorel, Frazer, Levy-Bruhl y otros intelectuales en el campo de las ciencias duras. La necesaria relación entre ciencia histórica (o la ciencia simplemente) y la política se rompió. La política ya no se deriva necesariamente de la historia. Las pasiones, los mitos y la afectividad en general pueden invadir todos los campos de la actividad humana. Salvo Sorel, la mayoría de estos intelectuales, reconoce la irracionalidad que invade todas las actividades humanas para reducirla y ensanchar el campo de la racionalidad. Gramsci y Mariátegui, que inspiran en gran medida  el libro de Lynch, reconocieron en sus escritos la fuerza del mito en la política sin desvincularla de la historia.

Para Gramsci la forma de escribir la historia revela la forma de hacerla y es un buen libro de historia aquel que nos ayuda a hacerla mejor en el presente. Eso significa que la historia tiene también una dimensión normativa como bien lo subraya Nicolás Lynch. Las dos partes sustantivas de la historia para Lynch son las fallas estructurales o clivajes irresueltos (la herencia colonial, la república vacía, el Estado criollo, la nación, la desigualdad, la cholificación) y las incursiones democratizadoras que son procesos de democratización que no llegan necesariamente a constituir un régimen democrático porque no se han construido las instituciones que garanticen tanto las libertades como la participación política.

La primera y la cuarta parte del libro tienen que ver con las apuestas políticas desde la izquierda. Estas serán sin duda las más discutidas. Este ensayo de Lynch rompe con la monotonía de algunos escritos de jóvenes o no tan jóvenes sociólogos o politicólogos  que revelan sus sueños kafkianos (incluidas las pesadillas  de la hiperinflación de García, Sendero Luminoso y el golpe de Fujimori) en los que se acostaron izquierdistas (e incluso marxistas) y se despertaron neoliberales.

 

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JUICIO A LA JUSTICIA

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Sinesio López Jiménez
García cree que Dios lo asesoraba cuando era presidente de la República. Los Awajún-wampis creen que el espíritu poderoso de Ajutab, que les da fuerza y valor, desciende de las cascadas de la Cordillera del Cóndor. La creencia de García es tan válida como la de Santiago Manuin, apu del pueblo awajún. García piensa, sin embargo, que su creencia es verdadera mientras que la de los awajún-wampis es “animismo primitivo”. ¿Qué diferencia existe entonces entre García y Francisco Pizarro o el cura Valverde de los tiempos de la conquista?. Parece que muy poca. En todo caso, es revelador del dominio discriminador de la cultura criolla que un hombre como García haya sido (dos veces) Presidente del Perú, un país de una indudable multiculturalidad compleja.
Si ese es el esquema mental de García entonces son explicables los discursos, las políticas y las decisiones que desembocaron en el Baguazo. García estuvo en el origen, en el proceso y en el desenlace de los acontecimientos luctuosos de Bagua. Todo comenzó con sus artículos (más que discutibles) sobre el perro del hortelano en los que anunciaba la venta de los recursos naturales a las transnacionales. Vino luego la delegación de facultades del Congreso para que el Ejecutivo legislara sobre los asuntos vinculados a la viabilidad del TLC con Estado Unidos. Se produjo entonces un hiperactivismo legislativo del Ejecutivo apoyándose en el profesionalismo interesado de los grandes estudios de abogados, eludiendo el debate público que requiere toda propuesta legislativa y evadiendo, sobre todo, la consulta a las etnias de la selva como lo ordenaba el convenio 169 con la OIT.
En ese sentido, García y los ministros que tenían que ver con este tema no siguieron el debido proceso y sus decisiones eran y son ilegítimas. Sin estas decisiones del Ejecutivo, el Baguazo no se habría producido. Sus autores intelectuales son por consiguiente, no la Defensoría ni algunas ONG que trabajan con las etnias de la selva, como piensa ahora El Comercio (que tenía una opinión distinta cuando se produjeron los hechos), sino García, el Primer Ministro y la Ministra del Interior. Ahora sabemos que hubo también presión de la Embajada norteamericana en el Perú para que García actuara con firmeza y sin concesiones.
Los tribunales de justicia han excluido del juicio, sin embargo, a García, a Simons, Cabanillas y Araoz y se han concentrado en los supuestos autores materiales de la muerte de 33 personas y un desaparecido: 80 personas elegidas al azar, sin la individualización de sus responsabilidades y sin las pruebas necesarias para inculparlas. La justicia ordinaria es tuerta (sólo ve con un ojo la responsabilidad de los awajún), arbitraria (no sigue el debido proceso), unilateral (desconoce la justicia comunal, pese a que está reconocida en la Constitución) y discriminatoria (juzga a los supuestos responsables con las leyes, los procedimientos, la lengua y la cultura del mundo criollo-occidental).
La justicia criolla tiene problemas para resolver las injusticias de su propio mundo y, por lo que vemos en este caso, está incapacitada para resolver las injusticas históricas que el Perú arrastra desde hace varios siglos. Es necesario asumir la perspectiva de una justicia intercultural para resolver el Baguazo con equidad.

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MITOS NEOLIBERALES

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Sinesio Lopez Jiménez

El neoliberalismo criollo ha inventado sus propios mitos para legitimarse. Estos no son, sin embargo, puro cuento. Parten de ciertos elementos de la realidad a los que  potencian hasta la exageración. Se vuelven entonces poco creíbles. Enumero los más importantes como ejemplo.

1. El modelo (neoliberal) ha generado el crecimiento económico de estos últimos veinte  años. Eso es, en gran medida, pura coincidencia. Es una asociación espuria.  No es una relación de causalidad. Algo tienen que ver los equilibrios macroeconómicos, pero las causas fundamentales del crecimiento son la sostenida demanda internacional  de minerales y los altos precios de las commodities. Sin estos factores el crecimiento sería menor como sucedió en el 2009 en el que la tasa de crecimiento fue de 0.9.  Bolivia (que no es neoliberal) creció  más que el Perú en el 2013 y probablemente también en el 2014.

2. Gracias al modelo económico han crecido las clases medias. La relación de causalidad del crecimiento mesocrático no es con el modelo sino con el crecimiento económico que, como se ha señalado, es relativamente independiente de aquél. Tiene que ver también con el nivel de distribución del ingreso. Eso por un lado. Por otro, los neoliberales sobredimensionan el tamaño del crecimiento de las clases medias. Los más optimistas sostienen que el 70% de los peruanos pertenecen a las clases medias, lo que es a todas luces una exageración.

3. El modelo neoliberal ha producido más ciudadanía que otros modelos.  No es cierto. La reforma agraria de Velazco, al acabar con el gamonalismo y la servidumbre en el campo,  produjo más ciudadanos que el neoliberalismo. Ni el nivel ni la estructura de la ciudadanía han cambiado significativamente si se compara el mapa de la ciudadanía del 1993 con el 2007. Un poco más 40% tiene una ciudadanía  de primera porque gozan de todos los derechos civiles, políticos y sociales; un 23% tiene una ciudadanía  de segunda clase puesto que accede a  todos los derechos políticos, pero tiene serios límites en sus derechos civiles y sociales y un tercio de la población (los más pobres) tiene una ciudadanía de tercera que le permite contar con derechos políticos, pero con pocos derechos civiles y con ningún derecho social.

4. El neoliberalismo ha reducido la desigualdad de ingreso. Este es el tema más discutido por los especialistas. Los trabajos de Piketty y Atkinson  (2007 y 2010) muestran  que la desigualdad se incrementó significativamente en el mundo anglosajón después de 1970 debido a las políticas neoliberales, pero que ella no cambió en Europa continental. Los neoliberales criollos dicen que el Perú es una excepción porque gracias al neoliberalismo se ha reducido la desigualdad.  Se basan  en la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) a la que, como ha dicho Pedro Franke, se le escapan los elefantes (los más ricos) a los que nunca encuesta. Los economistas críticos del modelo neoliberal sostienen que la desigualdad se mantiene alta (GINI=0.6) o ha bajado muy poco.

Hay otros mitos (el mito del monopolio de la eficiencia privada, el de la confianza para la inversión, independiente del ciclo económico, el de la elección libre de los monopolios u oligopolios por parte de los ciudadanos). Las encuestas revelan, sin embargo,  la poca eficacia de estos mitos legitimadores del neoliberalismo: Sólo el 31% lo apoya.

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LA BATALLA POR LIMA

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Sinesio López Jiménez

La batalla electoral por la alcaldía de Lima es la más difícil de las próximas elecciones regionales y municipales. El escenario social, económico y político es vasto, denso y complejo.  Lima concentra más de un tercio de la población y de los electores y el mayor presupuesto de todos los gobiernos locales del país. Concentra también el mayor porcentaje de  las actividades económicas secundarias, de inversión urbana y un tercio del estado.  Es difícil en particular para todos los candidatos que se enfrentan a Castañeda quien se aproxima (según las encuestas)  al 50% de los electores mientras los contrincantes están por debajo del 10%. Es probable que el proceso electoral, a medida que avanza, vaya sincerando el peso real de los candidatos y colocando a Castañeda en lo que realmente vale: entre 30% y 35% de los votos. La otra ventaja que tiene Castañeda es el respaldo de los poderes fácticos, en particular de la concentración mediática de la derecha. Pero no es invencible.

El escenario electoral es también complejo y tiene sus peculiaridades. Es un escenario de alta fragmentación partidaria. Hasta ahora se conocen unos 10 candidatos. El número definitivo lo sabremos  el 15 de este mes. La volatilidad electoral no es, sin embargo, alta como sucede en varias capitales de las diversas regiones. Las opciones principales se han concentrado desde el 90 en adelante en Somos Perú, el PPC y Solidaridad Nacional. La victoria de Susana Villarán en el 2010, como candidata de la izquierda, altera parcialmente el panorama. El voto limeño, además, no se ha dispersado sino que ha tendido a la polarización: Somos Perú-Fujimorismo (Yoshiyama y Hurtado Miller), Andrade-Castañeda, Villarán-Flores, Revocadores y anti-revocadores y finalmente PPC-Somos en una elección en la que los bellacos revocadores (como los llamó Bedoya) no participaron.

¿Se formarán coaliciones como sucedió con las revocatorias?. ¿Habrá una nueva alianza entre  Castañeda, García y el fujimorismo? Lo sabremos con seguridad el próximo sábado. Se conocen las angustias que está atravesando Susana Villarán para organizar un frente que abarca a los partidos menores que apostaron contra la revocatoria puesto que los partidos más importantes (PPC y Somos Perú) han hecho tienda aparte. Parece que ya no hay Frente Amplio porque Tierra y Libertad (que tenía la inscripción electoral) se ha retirado de las negociaciones. Quedan la mayoría de los partidos de izquierda, pero ellos y Susana Villarán están en manos de Perú Posible y de Gana Perú que tienen inscripción electoral y darán nombre y símbolo a la nueva coalición. El repliegue de Tierra y Libertad (que probablemente pague caro su decisión abstencionista y rupturista) va a tener efectos contradictorios. Por un lado, ha roto la unidad de la izquierda que ya no puede ir como Frente Amplio y, por otro, alivia la candidatura de Susana de la exagerada acusación de ultrismo por parte de la derecha mediática.

La agenda básica de la confrontación girará seguramente en torno a cuatro temas principales: Seguridad ciudadana, reforma del transporte, corrupción e inclusión social. La estrategia principal de los candidatos será polarizar con Castañeda para ganar u obtener un resultado aceptable. Por ahora, la mejor situada en esta apuesta estratégica es Susana Villarán. Pero nada está dicho ni escrito. Las próximas elecciones limeñas son un campo abierto de batalla.

 

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