Sinesio López Jiménez
Todas las encuestas revelan que Humala se encamina hacia el abismo en la aceptación de los ciudadanos. Ni la derecha ni la izquierda lo quieren. Todos los estratos de la escala social lo rechazan. Lo mismo sucede con todas las regiones. Es comprensible que la izquierda y los de abajo no lo quieran: los traicionó. Pero no se entiende por qué razones la derecha y los de arriba lo rechazan toda vez que les entregó (gratuitamente) el gobierno que legítimamente ganó. Rompió con sus electores para entregarse a los brazos de los que no votaron por él. Abandonó el programa de la gran transformación y el de la hoja de ruta para asumir el programa neoliberal. Le entregó a la CONFIEP el MEF y el BCR para que sus representantes (Castilla y Velarde) manejen la política fiscal y la política monetaria de acuerdo a sus intereses.
Le ha dado a la derecha asimismo los ministerios sociales (trabajo, educación, salud) para que aplique la fórmula neoliberal en ellos. Castilla controla actualmente la PCM y la mayoría del gabinete. Humala le ha permitido transformar las primigenias propuestas de inclusión social como derechos universales en políticas focalizadas y clientelistas. Le ha otorgado a la derecha económica las siete medidas de confianza que reclamaba, entre ellas la anulación práctica de la ley de consulta previa. Humala ha tolerado hasta la indignidad humillaciones inaceptables para un Presidente de la República. El tímido intento de autonomía estatal (Repsol, el fortalecimiento de Petro-Perú, etc) fue aplastado groseramente con periodicazos de la peor especie.
Si Humala ha entregado prácticamente todo el gobierno a la derecha, ¿por qué esta no lo ama y más bien lo detesta?. Varias hipótesis explican el repudio de la derecha. Una primera es que ella quiere más poder para satisfacer sus apetitos materiales desmedidos. Quiere la Cancillería (entre otras cosas, para que sus petimetres apoyen al sector golpista de la oposición venezolana) y ambiciona también los ministerios de Defensa e Interior (para consolidar su poder y aplastar a sangre y fuego toda protesta social cuando la ocasión llegue). Una segunda hipótesis es la voluntad de la derecha de convertir en pesadilla cualquier sueño reeleccionista que pudiera albergar la pareja presidencial. Un bajo nivel de aprobación ciudadana hace inviable cualquier sueño reeleccionista.
Finalmente, es muy probable que el propósito de la derecha sea desprestigiar cualquier intento de llegar al gobierno por la izquierda con argumentos que pueden ser contradictorios. El gobierno de Ollanta que fue elegido con el apoyo de la izquierda es un desastre, puede decir sin ruborizarse. La finalidad es escarmentar al electorado que votó y vota por la izquierda. La derecha peruana sueña con un país sin izquierda o con una izquierda minimizada e inoperante o con una izquierda hecha a su imagen y semejanza.
El destino de Humala es parecido al de Toledo y distinto al de Fujimori y García. Todos ellos gobernaron para los ricos, pero mientras Toledo y Humala son repudiados, Fujimori y García son los ex-presidentes mimados por la derecha. Lo que hace la diferencia entre unos y otros es probablemente la mano dura que ella reclama, valora y premia. Ante la imposibilidad de retorno de Fujimori, la derecha vuelve a apostar a García, el único presidente en el mundo que –por propia confesión- ha tenido el altísimo honor de tener a Dios como asesor, incluso en los narcoindultos que él otorgó. En el Medioevo, Dios era el titular del poder. Ahora es sólo un modesto asesor de García.