Sinesio López Jiménez
Las revocatorias generan más perjuicios que beneficios. Esa es, al parecer, la experiencia peruana. Habría que hacer una investigación exhaustiva para verificar esta hipótesis. El daño mayor es la instauración de la inestabilidad que, a su vez, produce ingobernabilidad, esto es, falta de desempeño. Todo esto es, a todas luces, un contrasentido, especialmente en el caso de los gobiernos revocados por un supuesto mal desempeño. El resultado es, en realidad, una situación peor.
La revocatoria fue promovida por la izquierda como una forma de control ciudadano sobre las autoridades de todos los niveles del gobierno y fue aprobada sólo para los gobiernos locales, pero ha sido usada con frecuencia por la derecha y por políticos ambiciosos de todos los colores contra sus promotores. Es una forma de control vertical que interrumpe la legitimidad de origen sin tomar en cuenta las consecuencias. Desde el punto de vista político y ético (en el sentido weberiano) la propuesta y la mantención de la revocatoria constituyen una irresponsabilidad. Lo que digo es una autocrítica en lo que me corresponde.
Lo que explica probablemente la posición de la izquierda es que ella se pensaba a sí misma más como oposición que como gobierno. Una vez en el gobierno, la izquierda recibe de su propia medicina y aprende que la revocatoria es un error, en particular cuando se presenta abierta a todas las causales que se imaginen los opositores. La situación se agrava con el pésimo diseño institucional de la medida. De todas las causales la más legítima podría ser la corrupción, pero ella tendría que ser, no una acusación arbitraria, sino un hecho comprobado. La comprobación es inviable mientras los organismos de control (PJ, Fiscalía, TC, Contraloría, etc) estén en manos de los corruptos o de los acusados de corrupción o sean influidos por ellos. La experiencia reciente ha sido muy escandalosa como para ser ignorada.
La más perversa de todas las causales es el supuesto mal desempeño. ¿Qué es un mal desempeño? Este es un criterio subjetivo y arbitrario. Lo que es mal desempeño para unos, puede ser bueno para otros. A algunos les gustan las pistas de cemento; a otros, las pistas del conocimiento y de la moral. Sobre gustos y colores no han escrito los autores. El problema de fondo es el siguiente: ¿Por qué razones la pérdida de legitimidad por desempeño tiene que echarse abajo la legitimidad de origen?. Si así fuera las sociedades serían ingobernables, cualesquiera sean los fundamentos de la legitimidad de origen sobre los cuales organizan sus gobiernos. Sería un mundo de locos.
La legitimidad de origen es la que constituye a los gobiernos y es también la base de la autoridad. Sus fundamentos pueden ser diversos: la tradición, el carisma, la ley, la voluntad popular, la revolución e incluso la voluntad de Dios. El mal desempeño es algo secundario, además de arbitrario. Si la pérdida de la legitimidad por desempeño justificara el cuestionamiento de la legitimidad de origen, el único criterio de legitimidad sería la eficacia. Las dictaduras supuestamente eficaces serían legítimas y las democracias supuestamente ineficaces serían ilegítimas. Independientemente de su desempeño, la democracia es mejor (y más legitima) que cualquier dictadura eficaz. Sería óptima si la democracia fuera de calidad y si, además, fuera eficaz, ya sería una maravilla. Recordemos, sin embargo, que estamos en el Perú.
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<title>Documento sin título</title>
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