Sinesio López Jiménez
Con la ruptura de la IU en 1989, la izquierda dejó de representar a los sectores descontentos con el establisment que provienen principalmente de las clases populares y pobres. Ella se fragmentó y dejó de ser un actor político importante como lo había sido en la década del 80. Sus huestes se dispersaron y la representación del espacio social contestatario fue asumida sucesivamente por personajes sin una trayectoria de izquierda (Fujimori, Toledo, Humala) que ganaron con un programa de cambio, pero gobernaron con la derecha.
El tránsito por el espacio izquierdista les produjo, sin embargo, una cierta rentabilidad política. El fujimorismo recluta su base social mayoritaria de los sectores populares y pobres que habían sostenido a la izquierda en la década del 80. Los conquistó con agresivas políticas sociales clientelistas. Toledo (antes del escándalo de la corrupción) estaba convencido que podía representar a los sectores sociales contestatarios, populares y pobres. Algunos sectores izquierdistas veían ilusamente en él una alternativa posible. Humala, el último tránsfuga programático de la izquierda que gobierna para la derecha, aún es visto por amplios sectores sociales como un líder de centro-izquierda (LR, 2/6/13).
Es probable que la reaparición de la izquierda unificada en el Frente Amplio Patriótico (FAP) disipe esa ilusión. El reagrupamiento de la izquierda ha costado más de un año de diálogos y debates sobre diversos temas de política de mediano y largo plazo y sobre la necesidad de la unidad de las fuerzas dispersas para construir un sujeto político creíble y relevante. Serán necesarios algunos meses más de afianzamiento de la unidad para que la izquierda esté en forma para disputar los gobiernos regionales y municipales en el 2014 y el gobierno nacional en el 2016, sola o en coalición con otras fuerzas progresistas.
Una de las tareas pendientes de la izquierda es limpiar el terreno social y político en el que se mueve. La izquierda tiene que superar los errores del pasado, disipar las ilusiones del presente en algunos políticos que asumieron transitoriamente la representación de las clases populares, recuperar la confianza del pueblo en ella y proponer un horizonte utópico de esperanza que haga posible la convivencia del progreso con la justicia, la libertad y la solidaridad. Su ingreso se produce en un momento político de lucha darwiniana entre los líderes de la derecha por sobrevivir en un escenario político tugurizado y fangoso. Ninguno de los líderes de la derecha puede mostrar sus manos limpias. La corrupción que mancha a todos ellos (a unos más que a otros) puede acabar con sus ambiciones políticas.
El escenario económico y social también se presenta un poco sombrío. El Perú cuenta con una fortaleza macroeconómica gracias a los precios de las commodities, a la demanda internacional y al manejo responsable de las políticas monetaria y fiscal, pero la crisis internacional que ya llegó a China y la carencia de un desarrollo sostenible pueden generar algunas dificultades económicas. En ese contexto, los poderes fácticos enciman agresivamente a Humala quien cede sumisamente a sus presiones a costa de los intereses y las demandas de los trabajadores y de los sectores populares. Estos son los desafíos inmediatos que tiene la izquierda. Esta es la cancha a la que entra la izquierda unificada en el FAP.
El problema siempre ha sido la union de la izquierda, de alli las candidaturas .
La izquierda no ha sido gobierno hasta el presente , pero lo que manda es el manejo de la economia, lo que se debe exigir al gran capital es que page, tribute,genere empleo con sueldos dignos. A la vez el estado cumple con los servicios, educacion, carreteras, hospitales, Universidades, vivienda, seguridad ciudadana.
Las estrategias vanguardistas militaristas, está en oposición inversa a la estrategia revolucionaria, sostenida sistémica y de gobierno y poder; los primeros están representados por élites incontaminadas, dueños de la verdad absoluta, señores feudales de las organizaciones sociales. La segunda es la que se vertebra desde la sociedad, y posee como elemento dinamizador, al pueblo organizado con todas sus instituciones centralizadas, con perspectiva hegemónica y legítima; de modo tal que cualquier indicio de escisión es una vil y pueril tracción al pueblo.