Sinesio López Jiménez
Los principales candidatos han entrado con fuerza a la campaña electoral. Esta va a ser corta, intensa y agresiva. Llama la atención que ella no sea políticamente polarizada en un país social y geográficamente polarizado. ¿Quienes son los candidatos principales? Cinco si nos atenemos a las encuestas: tres ocupan la primera fila (Toledo, Castañeda, Keiko F), uno un lugar intermedio (Ollanta) y Kuczynscki pasa con las justas la valla electoral (5%). Este es el escenario que le gusta a la derecha. La ultraderecha (García incluido) prefiere, en cambio, un escenario sin Toledo y sin Ollanta. Ese es su soñado paraíso político. Los grandes empresarios prefieren a Kuczynski obviamente, pero el Perú no es Eisha. En todo caso, la derecha, la ultraderecha y los poderes fácticos quieren que las elecciones generales sean una pichanguita entre amigos.
¿Se mantendrá el escenario actual hasta el final?. Mi hipótesis es que Castañeda y Keiko caen. Están en los primeros puestos no por sus méritos sino porque García y algunos medios los sostienen. Ese soporte y el neopopulismo elemental de esos candidatos han generado un electorado leal que puede redefinir sus opciones electorales siempre y cuando Ollanta y Kuczynski reorienten su campaña. Un elemento central de esa reorientación es la definición del “enemigo” o del adversario en la primera vuelta. Todos los candidatos tienen un cierto grado de enemistad, pero uno de ellos es más enemigo que los otros en una determinada coyuntura. Para Toledo sus “enemigos” son Castañeda y Keiko (y su mentor García). Para Castañeda y Keiko es Toledo.
¿Cuáles son los enemigos de Ollanta y de Kuczynski?. Tengo la impresión que les falta una definición más precisa del enemigo inmediato en la primera vuelta. Mi hipótesis es que el enemigo político de Ollanta es Keiko y los de Kuczynski son Castañeda y Toledo. Teniendo las mismas bases electorales y apuestas relativamente distintas (particularmente en el caso de Ollanta), son ellos los que les impiden pasar a la segunda vuelta. No hay que olvidar que el político que no sabe definir con precisión quien es su enemigo es un candidato sin destino. ¿Qué discuten los candidatos?. Hasta ahora de todo, menos de lo más importante. Sugiero distinguir tres niveles de debate en términos de contenidos políticos o programáticos. El primero es el de la política espectáculo que banaliza la política y que incluye también la guerra sucia, los chismes, los dimes y diretes. Este el nivel que ha predominado hasta ahora y es el tipo de política que prefieren el fujimorismo, Cambio Radical de Kouri y Castañeda en parte.
El segunda nivel es el de política sentida y consentida por la gente que se expresa en las encuestas como los principales problemas del país: la corrupción, la seguridad, el empleo, la educación, la salud, etc. Llama la atención que en un país atrasado, desigual y pobre como el Perú, la corrupción sea el problema más importante percibido por la gente y que, a pesar de eso, los encuestados apuesten por los candidatos más acusados de corrupción (Castañeda y Keiko). Cosas como esta muestran los límites de las encuestas para definir una estrategia y una campaña política seria. Casi todos los candidatos y los medios se mueven, sin embargo, en este nivel de la política. El tercer nivel es el de la política estructural (ocultada por los dos primeros niveles) que define los problemas de fondo del país: el tipo distorsionado de crecimiento económico, la desigualdad económica y social, la falta de reconocimiento de la multiculturalidad, el Estado burocráticamente ineficiente, legalmente inefectivo y capturado por los poderes fácticos, etc.
El desafío de Ollanta, que es el único candidato diferente e innovador, es articular la política sentida y consentida por la gente con la política estructural en un discurso radical pero social y nacionalmente integrador. Si lo logra, entonces cambia el escenario, las relaciones de enemistad y el contenido del debate político.
Archivo por meses: enero 2011
REPRESENTACION Y CALIDAD
Sinesio López Jiménez
¿Será mejor el próximo Congreso que el actual?, ¿será más representativo?, ¿de qué depende la calidad del Congreso?, ¿de qué depende su nivel de representatividad?. La historia ha demostrado que el sufragio universal y la democracia hacen más representativos a los congresos, pero disminuyen su calidad. La democracia, como sostuvo Montesquieu, nos hace mediocres pero felices. Los congresos mesocráticos y elitistas han sido, de lejos, mejores que los congresos populares. ¿Es inevitable el choque entre la calidad y la representatividad de los congresos? Mi hipótesis es que ese choque es inevitable porque expresa la contradicción entre la democracia política y las clases sociales y entre la política y la economía en el mundo moderno.
¿Y la igualdad política no elimina la desigualdad económica y social?. Podría atenuarla en ciertos casos, pero no la elimina. En algunos países de América Latina, por el contrario, la desigualdad económica ha crecido bajo el techo de las democracias. El caso chileno es paradigmático al respecto. La igualdad política (cuando es producto de un sistema político fuertemente autónomo) hace iguales a los votos de los desiguales económicamente y a sus representantes, pero no elimina la desigualdad económica ni mejora la calidad representativa. ¿Qué se puede hacer entonces con la contradicción entre la calidad y la representatividad de los parlamentos?. Es necesario transformar la contradicción en tensión. ¿Cómo?. Elevando la calidad de los ciudadanos y reduciendo drásticamente la desigualdad económica y social.
¿Existen otra maneras de atenuar esa contradicción?. En Occidente se han inventado dos instituciones para acercar la calidad y la representatividad. La primera es el Parlamento mismo que, gracias a sus funciones clásicas –espacio de representación, institución legislativa, foro público, centro de fiscalización, aprobación del presupuesto, lugar de formación de las élites políticas- ayuda a reducir las diferencias de calidad de los representantes de las diversas bancadas. Eso requiere fortalecer los congresos frente a los ejecutivos y reivindicar enérgicamente sus funciones clásicas. Eso pasa también por permitir y favorecer la reelección de los mejores parlamentarios. En algunos países de AL se ha suprimido la prohibición de la reelección parlamentaria. La segunda es la formación de los sistemas de partidos. Estos, incluidos los partidos de masas, constituyen las élites de las diferentes clases sociales que representan y dirigen y en esa medida tienden a mejorar la calidad de la representación.
¿Qué sucede cuando los parlamentos se devalúan y los partidos colapsan como es nuestro caso y el de otros países de AL?. En esos casos, la contradicción entre representatividad y calidad de los representantes reaparece con fuerza. Eso es lo que hemos visto en el Perú en estas dos últimas décadas. Para comenzar a salir de esta lamentable situación sería deseable (en el caso peruano) que el porcentaje de los invitados a participar en las listas parlamentarias, cuya designación está en manos de los dirigentes, sea ocupado por personas políticamente calificadas o por gente nueva que constituya una promesa política. Algunos dirigentes no aprovechan desgraciadamente esta prerrogativa para mejor la calidad de la representación.
Ellos creen erróneamente que, colocando a la cabeza de la lista a gentes del deporte o de la farándula, van a arrastrar más votos. Olvidan que, como caudillos, ellos mismos son ríos caudalosos que arrastran muchas piedras como representantes. Son verdaderas canteras políticas. Creo, sin embargo, que la experiencia enseña y que los representantes del próximo Congreso serán mejores. Eso se puede ver ya en algunas listas. En el caso del nacionalismo, por ejemplo, personas con una trayectoria parlamentaria brillante como Daniel Abugattás, Javier Diez Canseco, Manuel Damnert y gente nueva muy calificada que promete mucho como Nicolás Lynch, Alberto Adrianzén, Felix Jiménez, Rosa Mavila y otros van a mejorar notablemente la calidad del Congreso si son elegidos.
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GARCIA Y LAS ELECCIONES
Sinesio López Jiménez
García sigue siendo, sin duda, el gran jugador de la política peruana en esta época de colapso de los partidos, pero no todos sus juegos le salen bien. De hecho, ha perdido varias de sus últimas apuestas. Apostó a Kouri en las elecciones municipales y su candidato se descarriló a mitad de camino. Apoyó entonces a Lourdes Flores para parar a Susana y fracasó. Uno de sus planes era bloquear la participación de Toledo en las elecciones del 2011 y no lo logró. Amagó entonces con una especie de acuerdo de sucesión con el hombre de la chakana y también falló. Su candidata favorita no da pie con bola y no despega. Su derrota está garantizada. Las dos cartas alternativas (Castañeda y Keiko Fujimori) a las que respalda no avanzan sino que tienden más bien a retroceder. El fracaso de García otra vez está cantado.
La batalla más importante de García ha sido librada, sin embargo, contra Ollanta Humala durante cinco años de gobierno con el apoyo de los poderes fácticos y de la mayor parte de los medios. El éxito de la estrategia de satanización y de arrinconamiento del nacionalismo en el extremo izquierdo del espectro político ha sido parcial. Lo que más llama la atención no es, sin embargo, que Ollanta haya bajado temporalmente algunos puntos en sus aspiraciones de acceso al gobierno sino que haya sobrevivido al ataque feroz de García y sus socios. Más aún: Ollanta, utilizando el ataque despiadado del oficialismo, ha desplegado una guerra compleja de posiciones para mantener el apoyo de los sectores desheredados, intentar ganar a las clases medias empobrecidas y emergentes y convocar a los empresarios nacionales y se ha recolocado en el espectro político avanzando desde el nacionalismo de izquierda (sin abandonar este espacio) hacia el centro. Ha sido ayudado en este juego político por la estrategia autodestructiva de Fuerza Social.
Entre el Baguazo y los petro-audios naufragan la candidata de García, el vetado (por García y por Araoz) secretario general del Apra y el mismo viejo partido de Alfonso Ugarte. Pocas veces se ha visto en la historia política peruana un suicidio político colectivo como resultado de la defensa de los intereses particulares y de las ambiciones de cada actor individual dentro de un partido. Nadie gana. Todos pierden. Este fracaso anticipado (con el retiro de Araoz) puede llevar a García a reforzar su respaldo a Castañeda y a Keiko Fujimori. ¿Por qué García juega a dos cartas? Mi hipótesis es que el doble juego de García obedece a que ambos candidatos frenan el avance de Toledo, por la derecha, y el de Ollanta, por la izquierda, sus dos enemigos más temidos. Sus cartas no son, sin embargo, dos ases, sino los candidatos más sosos y fofos de la actual campaña electoral. El desinfle de Castañeda ayuda a Toledo y quizás a Kuczyinski y el desinfle de Fujimori favorece, sin duda, a Ollanta.
Las apuestas de García son las mismas de la ultraderecha. Sus fracasos son, por consiguiente, compartidos. Con esta serie de derrotas, García ha puesto en cuestión su autoproclamada capacidad para impedir el acceso al gobierno de los candidatos que no le gustan y que, sobre todo, disgustan a los banqueros y a las grandes corporaciones (si es que triunfara Ollanta). Sus amenazas de promover un golpe de estado si el candidato nacionalista fuera elegido también están condenadas al fracaso por razones nacionales e internacionales. Desde la perspectiva popular y democrática, las apuestas de García van por el lado malo de la historia. Sus fracasos, pequeños rasguños en su ego colosal, ayudan enormemente, sin embargo, al país, a los pobres y a las clases populares y medias.
¿Por qué un político tan ducho como García comete tantos y tan grandes errores y fracasa?. Mi hipótesis es que su obsesión por el retorno en el 2016 lo lleva de la nariz al abismo. ¿Arrivederci García?, ¿arrivederci 2016?. Ojalá.
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CORRUPCION Y ELECCIONES
Sinesio López Jimémez
Generalmente la falta del sentido ético de la política va acompañada de una alta dosis de cinismo. Durante sus dos períodos de gobierno Castañeda ha utilizado los fondos públicos del municipio para organizar la plataforma política de su candidatura presidencial. El contrato municipal con los Hospitales de Solidaridad que llevan el mismo nombre de su partido, el financiamiento de sus cuadros partidarios con fondos municipales, la colocación de enormes y costosos paneles con los colores de Solidaridad Nacional y con su propio nombre y la exigencia de que se mantengan el nombre de esos hospitales y los paneles (para que el municipio limeño le siga haciendo propaganda) constituyen no sólo una clara violación de la ética pública sino también la pérdida del más elemental sentido de decencia política. Caretas debiera distinguirlo con su condecoración semanal.
Si a todo esto se añade el escándalo de Comunicore, las graves denuncias de sobrevaluación del Metropolitano y la compra-venta de acceso a las candidaturas, la imagen de Castañeda resulta seriamente dañada y sus aspiraciones presidenciales pueden quedar a medio camino. Lo que más llama la atención es que Castañeda cree que el uso de los fondos públicos para apoyar su candidatura presidencial es normal (cuando se hace obra) y que, ante investigaciones de la fiscalía por corrupción, él afirma que tiene su conciencia tranquila. Quiere erigir a su conciencia privada (¡y qué conciencia!) en el tribunal de la ética pública. Algo parecido planteó Lourdes Flores en las recientes elecciones municipales.
Las campañas electorales son muy costosas y los candidatos requieren ingentes recursos para tener éxito. En ese sentido, “un político pobre es un pobre político” como dijo un alto funcionario mejicano citado por Daniel Zovatto en uno de sus estudios sobre financiamiento de los partidos. Eso lleva a los políticos a buscar recursos de diversas fuentes y a los Estados a limitar los desbordes que conducen a la corrupción. Los principales temas regulables en el financiamiento de los partidos son los siguientes: el financiamiento público, el financiamiento privado, la prohibición de ciertas fuentes de contribución, los límites puestos a los gastos y la fiscalización y las sanciones. En el mundo existen dos grandes tradiciones sobre estos temas. Por un lado, los países europeos en donde el financiamiento de los partidos proviene principalmente del erario público. Por otro, el caso norteamericano en donde diversas contribuciones privadas financian a los partidos.
En América Latina, predomina la tesis que ve a los partidos como asociaciones privadas que cumplen funciones públicas o de interés general y que, en esa medida, son sujetos pasivos de financiación pública, pero la fórmula predominante es el financiamiento mixto. Salvo Venezuela, todos autorizan la recepción de fondos públicos y privados. El financiamiento público a los partidos puede ser directo (entrega de dinero o bonos) o indirecto (exoneraciones tributarias, acceso a medios de comunicación, pago de franja electoral, etc.) o mixto (directo e indirecto). La mayoría de los países de AL otorgan un financiamiento público mixto y sólo dos países (Perú y Chile) autorizan un financiamiento indirecto.
El financiamiento privado proviene de las siguientes fuentes: membrecía de los afiliados, donaciones individuales, donaciones grupales (empresas, corporaciones), créditos y actividades partidarias. La mayor parte de los países prohíben ciertas contribuciones privadas (extranjeras, corporativas, contratistas del Estado, anónimas, obviamente del narcotráfico) y limitan las contribuciones privadas autorizadas. Sólo Salvador, Guatemala y Panamá no ponen ningún tipo de límites. El problema del caso peruano es que las autoridades, comenzando por el Presidente de la República, no cumplen las leyes referidas a los partidos ni tienen capacidad para controlar y sancionar a los infractores de las mismas.