Sinesio López Jiménez
La desigualdad es perturbadora cuando aquellos que la sufren toman conciencia de ella. Una comunidad de pobres (o de ricos) puede ser tranquila y aburrida, pero una en la que conviven pobres y ricos puede resultar intolerable e inducir al conflicto, a la confrontación y a la revolución. Tocqueville escribió que la demanda de igualdad ha producido más revoluciones que la de libertad porque que ella despierta sentimientos más intensos y apasionados. Esta idea es quizá la que motivó a las autoridades de la PUCP a organizar el Aula Magna de este año (Crecimiento y Desigualad: Conflicto Social y Gobernabilidad) que acaba de concluir.
Este sentimiento de desigualdad ha crecido en AL en esta última década en la que unos países más que otros han experimentado un crecimiento sostenido que no ha beneficiado, sin embargo, a todos por igual. Mi hipótesis es que en el Perú este sentimiento puede ser más intenso debido a que todos los días las clases populares y pobres escuchan a los gobernantes y ex -gobernantes llenarse la boca con proclamas sobre el crecimiento vertiginoso de la economía y reclamar ese éxito como propio cuando todos sabemos que hay que atribuirlo al piloto automático llamado demanda internacional. En esas condiciones es probable que muchos peruanos se pregunten legítimamente: ¿Y dónde está la mía?. Y allí comienzan los problemas para los gobiernos. García, sin embargo, pretende resolverlos atribuyendo el descontento y la protesta social al perro del hortelano y a los comunistas.
Samuel Huntington escribió en un libro clásico de la ciencia política (El orden político en las sociedades en cambio) lo siguiente: “La diferencia política más importante entre los países se refiere, no a su forma de gobierno, sino al grado de gobierno con que cuentan. Las diferencias entre democracia y dictadura no son tantas como las que existen entre los países cuya política incluye el consenso general, comunidad, y atributos tales como legitimidad, organización, eficacia, estabilidad, y aquellos otros que carecen de muchas de estas cualidades”. Ese grado de gobierno de los países es lo que se llama gobernabilidad. Esta consiste en la capacidad de los gobiernos de tomar decisiones y de hacer que estas logren los resultados buscados.
Algunos autores sostienen que la gobernabilidad depende de las condiciones sistémicas más generales bajo las cuales se ejerce el poder en una sociedad dada, tales como las características del régimen político (democracia o no-democracia), la forma de gobierno (parlamentarista o presidencialista), las relaciones entre los poderes (mayor o menor asimetría), los sistemas de partido (pluripartidismo o bipartidismo), el sistema de intermediación de intereses (corporativo o pluralista), entre otros. Mi punto de vista de vista es que ella también depende del gobierno y de las acciones del gobierno (governing) y también de los marcos institucionales en los que se mueve el gobierno (governance) , implicando la capacidad de acción estatal en la implementación de políticas y en la consecución de las metas propuestas.
Hay actores (caudillismo y movimientismo) y acciones de los gobiernos (ineficaces, no transparentes, ilegítimas) que no ayudan a la gobernabilidad. Del mismo modo hay una serie de instituciones que tienen que ver con el sistema electoral, con los partidos y con las formas de gobierno que tampoco contribuyen a la gobernabilidad. Las constituciones como la de 1993 que no constituyen un contrato social y no son producto del consenso de una sociedad diversa y plural sino que han sido impuestas a la mala para establecer la reelección presidencial inmediata y para garantizar el modelo de un capitalismo sin derechos (neoliberal extremo) no promueven la gobernabilidad. Lo mismo puede decirse de las constituciones de AL (Venezuela y Bolivia) que establecen la reelección indefinida de los gobernantes porque ellas bloquean la alternancia y terminan promoviendo la dictadura.
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2011: LOS PARTIDOS DE FONDO
Sinesio López Jiménez
Entretenido y dramático a la vez va a ser el 2011. En la medida que nadie va a ganar con mayoría absoluta en la primera vuelta, las elecciones del 2011 son un campeonato en dos etapas. Todos juegan en la primera con la esperanza de pasar a la segunda, pero no todos están en condiciones de alcanzar sus sueños. Todos son llamados a participar, pero pocos los elegidos por el pueblo. ¿Qué candidatos están en mejores condiciones de pasar a la segunda vuelta?. Los cuatro que señalan las encuestas serias: Castañeda, Toledo, Keiko y Ollanta. Pese a que todos ellos juegan aparentemente en la misma cancha electoral, mi hipótesis es que en la primera etapa el juego se realiza en dos canchas diferentes con protagonistas diferentes en cada una de ellas. ¿Quien define las canchas?. Los dos Perú de siempre que coexisten, los electorados volátiles y los candidatos mismos.
Por las encuestas se sabe que Castañeda y Toledo son los candidatos de las clases medias y altas (el Perú oficial) mientras que Keiko y Ollanta son los candidatos de las clases populares y pobres de la ciudad y el campo (el Perú real). El sector C, en donde se ubican tanto las clases medias emergentes como las empobrecidas y algunos sectores populares, está en las dos canchas. Entre Toledo y Castañeda así como entre Keiko y Humala los electores tienen sendos vasos comunicantes. Esto significa que los votos de cada par competidor son intercambiables. Los de Castañeda pueden pasar a Toledo y viceversa y los de Keiko pueden pasar a Ollanta y viceversa. Hay también vasos comunicantes entre Castañeda y Keico y entre Toledo y Ollanta, pero son poco significativos. Ergo, los partidos de fondo en la primera vuelta serán, por un lado, entre Castañeda y Toledo y, por otro, entre Ollanta y Keiko. El que venza en cada cancha pasa a la segunda vuelta.
Detrás de estas dos canchas electorales hay también dos historias densas que se expresan y se cruzan. Toledo tiene el enorme mérito de haber encabezado las luchas por la democracia en el 2000 contra Fujimori (padre de Keiko), pero tiene también el demérito de haber defraudado a los de abajo que votaron por él el 2001 y que esperaban de él la lucha frontal por la democratización de la sociedad, del Estado y de la economía y por su inclusión. Toledo se quedó en la democracia (como régimen político) y abandonó la democratización que incluía al pueblo. La confrontación entre Ollanta y Keiko es, en realidad, el pleito entre dos chinos: Velasco y Fujimori. El primero encarnó la revolución populista y la democratización desde arriba (porque era una dictadura) y el segundo, la revolución neoliberal, la desdemocratización y la cleptocracia, previo golpe de Estado. Ello no obstante, desplegó un neopulismo (clientelista) agresivo con el apoyo del FMI, del BM y del BID. Por eso, los dos únicos presidentes que recuerdan y valoran los de abajo en los últimos 50 años son Velasco y Fujimori. Para ellos, los presidentes democráticos pasaron sin pena ni gloria.
En la segunda vuelta el partido de fondo debiera ser entre Toledo y Ollanta porque son los que ofrecen dos proyectos políticos claramente definidos y contrapuestos. Toledo mantiene el modelo neoliberal, pero esta vez ofrece distribución económica e inclusión social y, desde luego, más democracia (como régimen político). Ollanta ofrece pasar del neoliberalismo primario exportador a la economía nacional de mercado y articular la democracia con la democratización social, estatal y económica. Para que este escenario ideal de fondo se produzca, Ollanta tiene que ponerse las pilas ya y organizar una alianza sólida y disciplinada con la izquierda. De lo contrario, se puede repetir la historia del 2000 en el que se confrontó principalmente Toledo con el fujimorismo, esta vez en nuevas condiciones por cierto. Este último es el escenario ideal de la derecha (porque la ultraderecha prefiere a Castañeda y a Keiko). Ellas quieren hacer de las elecciones del 2011 una pichanguita entre amigos.
FORMULA EN EL ESPACIO DE LA IZQUIERDA
Sinesio López Jiménez
Me parece que ya está claro que no habrá unidad de la centro-izquierda, la izquierda y el nacionalismo. No todo, sin embargo, está perdido. Es necesario imaginar una fórmula que permita administrar la división y que permita que todos los que ocupan el espacio político de la izquierda salgan ganando. Un primer elemento de esa fórmula es ponerse de acuerdo en preservar el espacio de la izquierda, evitar el rompafilas e impedir que los candidatos de la derecha lo invadan, disfrazándose de izquierdistas. Un segundo elemento de la fórmula es que cada partido escoja lo que más le conviene teniendo en cuenta sus capacidades y posibilidades sin perjudicar los intereses y las aspiraciones de los otros.
Fuerza social, por ejemplo, si quiere seguir ocupando el legítimo espacio de la centro- izquierda y no quiere la unidad con las otras izquierdas ni con el nacionalismo le quedan sólo tres salidas: la primera, es no participar en las elecciones del 2011 y dedicarse a gobernar bien el municipio y la región de Lima. La segunda es lanzar un candidato propio a la presidencia de república y la tercera, lanzar sólo una lista parlamentaria propia. Como no son frígidos ante el poder, la primera opción está descartada. La segunda es muy difícil puesto que no tiene el candidato estrella ni los recursos humanos, políticos, organizativos, logísticos para enfrentar una difícil campaña como será la del 2011. Si lanzara candidato propio tendría que enfrentar sin éxito, además, el cargamontón de las derechas y de las izquierdas. En esas condiciones, lo que más le conviene y lo que está en buenas condiciones de enfrentar y de tener éxito es lanzar una lista parlamentaria propia de calidad. La necesita para apostar en el futuro a cosas mayores y para respaldar el trabajo de Susana.
Esa decisión de Fuerza Social sería, además, un gesto ecuménico de saludo a todas las fuerzas políticas de derecha, de izquierda y del nacionalismo, gesto que puede ayudar al mejor gobierno de Lima. A las izquierdas, sobre todo al MNI, les interesa una alianza con el nacionalismo no sólo para mantenerse en el escenario y defender su inscripción ante el JNE sino para ganar más presencia política y contribuir con un excelente equipo parlamentario al posible gobierno de Ollanta. Al líder nacionalista, si quiere mantenerse en el espacio político del cambio, le conviene una alianza con las izquierdas. La masa principal del electorado que hoy disputan Ollanta y Keiko Fujimori es el mismo que votó por Barrantes y por García en los 80 y por Fujimori en los 90 y por él mismo Ollanta en el 2006. Es un electorado pragmático que no le hace ascos en votar por la izquierda. El nacionalismo necesita, además, un buen elenco parlamentario y un buen equipo de gobierno que las izquierdas pueden brindarle. Le conviene esa unidad, además, para monopolizar el espacio de la izquierda y evitar su fragmentación.
Un tercer elemento de la fórmula para administrar la división y mantener el espacio de la izquierda es la tolerancia y el respeto mutuo a las opciones, propuestas programáticas, a las estrategias de los diversos ocupantes de ese espacio. Un cuarto elemento de la fórmula es el respaldo al candidato del espacio de la izquierda que pase a la segunda vuelta. Y si no pasa, la posibilidad de discutir a qué candidato de la derecha respaldar o no. Un quinto elemento, el acuerdo de todos para exigir la neutralidad de García en el proceso electoral y el pluralismo de los medios ante todas las candidaturas que compiten por el acceso al gobierno. Hubiera sido mejor acordar un frente unitario de las izquierdas para ganar las elecciones del 2011, pero como eso no es posible, la fórmula que sugiero no garantiza totalmente el éxito, pero puede ayudar a ganar en una situación muy difícil. O a perder lo menos posible, si es que se trata de perder. La historia sería aburrida si supiéramos que vamos a ganar antes de luchar.
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EL FIN DE LA FIESTA
Sinesio López Jiménez
¿Por qué a la derecha le sabe a chicharrón de sebo el triunfo de la centroizquierda en Lima y de algunos líderes de izquierda en las regiones? ¿Por qué se le escarapela el cuerpo cuando oye hablar de Patria Roja, del SUTEP, de Humala?. Hay varias razones, pero las principales son dos. La primera, la derecha ve en esos triunfos el retorno de la izquierda a la arena política y teme que ellos se repitan en las elecciones generales del 2011. La segunda, ella cree que el retorno de la izquierda abre las puertas a la presencia del pueblo en la política(a las demandas de sus derechos conculcados, a sus organizaciones populares y sindicales) y pone en peligro sus intereses, sus privilegios y su captura del Estado. Todo eso desata su intolerancia y su macartismo mezclado con una alta dosis de racismo. Estos temores y reacciones intolerantes de la derecha hacen parte de una vieja historia que se inició en los años 30 del siglo pasado y que dio lugar al proceso inconcluso de democratización del Perú oligárquico.
No hay democracia de calidad sino hay democratización de la política, de la sociedad, del Estado y de la economía. Los diseños institucionales (sistema electoral, sistemas de partidos, formas de gobiernos) cuentan, pero no son suficientes. La democratización de la política supone el reconocimiento y la vigencia de la ciudadanía con todos sus derechos, el sufragio universal, la representación política de todos, incluidas las clases populares, un sistema de partidos institucionalizado. La democratización de la sociedad implica la eliminación de todo tipo de discriminación, la libre circulación por todos los status, la igualdad en el trato, el libre acceso a las instituciones, una sociedad civil vigorosa, la existencia de movimientos populares organizados, de sindicatos y centrales sindicales. La democratización del Estado significa el acceso efectivo de todos a la ley, la eficaz aplicación universal de las políticas sociales (educación, salud, seguridad) de calidad, el reconocimiento del Perú como comunidad multicultural, la imparcialidad de las políticas públicas, la autonomía estatal frente a los que cortan el jamón.
La democratización de la economía exige la reducción de la escandalosa desigualdad económica, el reconocimiento del derecho al trabajo y de los derechos económicos y sociales, una reforma tributaria que obligue a pagar más a quienes más ganan, el acceso de todos al bienestar. El Perú avanzó mucho en la democratización de la política, algo en la de la sociedad y poco o casi nada en la del Estado y la economía, pero retrocedió en ese proceso con el primer gobierno desastroso de García, con el terrorismo y con el neoliberalismo. Este último sobretodo trajo consigo un agresivo proceso de desdemocratización no sólo en el régimen político sino también en la arena política, en la sociedad, en el Estado y en la economía.
¿Quienes han impulsado la democratización en el Perú? En los años 30 del siglo pasado fueron el Apra y la izquierda marxista; en los 60, los nuevos partidos populistas (AP, DC, SP) y los movimientos campesinos; en los 70, el velazquismo desde el Estado con la reforma agraria y el movimiento obrero (clasismo) y en los 80, la Izquierda Unida. ¿Quiénes la bloquearon? La derecha oligárquica y militarista en los 30; la populista dictatorial (Odría) en los 50; la neoliberal en los últimos 20 años. Las políticas de exclusión y represión han sido casi siempre las mismas: la satanización en los medios, la persecución, la deportación, el encarcelamiento, la ilegalización de los partidos, de los sindicatos y de los movimientos populares organizados.
Junto a la mano de hierro, la derecha usa el guante fino de la cooptación y del halago: banquetes a los apristas entre 1956-1968, grandes negocios a los populistas y pepecistas en los 80, mansiones a García en el 2006 y golosinas a los ex-marxistas y ex-izquierdistas en el 2000. El retorno de la izquierda es el fin de la fiesta de la derecha.