Sinesio López Jiménez
La Presidencia de la República en el 2011 pasa por el premierato en el 2008. Esa es, al parecer, la apuesta audaz de Jehude Simon. Esa apuesta revela no sólo una legítima ambición política y un enorme acto de voluntad puesta a su servicio sino también una cierta racionalidad. A los políticos y a los analistas sorprende este tipo de decisión en una situación difícil para el país y para el mundo. Pero la decisión de Jehude sorprende, sobre todo, porque recibe un cargo y un encargo complicados de un gobierno desgastado que no supo aprovechar las enormes oportunidades que ha tenido el Perú en estos últimos años para gobernar para la mayoría de los ciudadanos, que ha dilapidado su capital político en tiempos de vacas gordas y que no sabe como manejarse en tiempos de vacas flacas porque no ha sabido guardar pan para mayo. Muchos políticos actúan más bien a la defensiva en circunstancias complicadas y en tiempos de turbulencia como los actuales. No quieren quemarse. Cuidan su imagen al máximo y esperan tiempos mejores para desplegar las acciones necesarias que los conduzcan a los objetivos deseados. Pero Jehude ha hecho todo lo contrario en un acto de audacia que, al parecer, opaca la racionalidad de su decisión. Los pensadores clásicos que apostaron a la Fortuna (Aristóteles) o a la Providencia (Tomás de Aquino) aconsejaban manejarse con prudencia cuando se trata decidir y actuar en los asuntos de gobierno. No quedaba otra cosa si los hombres operaban en un terreno y en un tiempo que no controlaban porque no era suyo sino de la Providencia y de la Fortuna. Maquiavelo, pensador y político moderno que apostó a la virtud cívica como una forma de construir una historia propiamente humana a través de la política, aconsejaba, en cambio, la audacia en circunstancias difíciles. En la misma línea de pensamiento Trotsky pensaba que la prudencia nada grande había conseguido en la historia. Sabiéndolo o no, Jehude parece pertenecer a la estirpe moderna de políticos.
El premierato le da una proyección nacional que no había logrado como presidente regional ni como primer coordinador de los presidentes regionales. Pese a que no tiene todas las riendas del Poder Ejecutivo como sucede en los gobiernos parlamentaristas y semi-presidencialistas y pese a que debe ser difícil ser primer ministro de un alguien que se cree un rey-filósofo (aunque esté en franca decadencia), el premierato coloca a Jehude Simon como el segundo de a bordo, lo que no es poca cosa. Pese a que no ha logrado colocar todo equipo de gobierno sino sólo a seis ministros, pese a que García se reserva para sí y para los suyos (Apra e independientes colocados por él) el control del dinero (Economía y Finanzas) y de las armas (Defensa e Interior) y pese a que su propio equipo ministerial ni siquiera controla todas las políticas sociales, la voluntad política de Jehude, la calidad de su pequeño equipo de gobierno y sobre todo, la enorme confianza en sí mismo, que parece tener y cultivar, puede ayudar a superar algunas de estas adversidades. Quizás puede avanzar hasta el control de todos los ministerios sociales, mostrando eficacia decisoria y logrando vistosos resultados en los que ahora directamente opera. Será muy difícil que logre imponerse en el manejo de Economía y Finanzas y en Defensa e Interior que constituyen los verdaderos asientos del poder. Los responsables y operadores de esos ministerios son los verdaderos guardianes del modelo económico y del Estado neoliberal. Un cambio de equipo en esos ministerios, sobre todo en el de Economía y Finazas, pasa por una recomposición de la coalición social y política que defiende el actual orden económico y político y que constituye el soporte firme de García. Eso escapa a la gran voluntad de Jehude. Esa recomposición puede producirse en medio de una crisis económica, social y política de ciertas proporciones, lo que aún no es el caso. Ella puede venir el próximo año en el que la crisis será más profunda y se sentirá más en la economía (los indicadores macroeconómicos y el presupuesto) en lo social (empleo, ingresos, pobreza), en la política (protestas sociales, pérdida acentuada de legitimidad, crisis políticas, represión, etc).
Para gobernar con eficacia no basta la confianza eventual del presidente. Tampoco son suficientes la audacia, la voluntad política y la calidad del equipo de gobierno. Es necesario contar con un poder propio: un partido organizado. Este no puede ser sustituido por un ministerio que, después de todo, es siempre prestado y efímero. La organización es poder. Pese a la importancia actual de los medios en el campo de la política, los partidos siguen jugando un papel importante en la lucha política y en la conquista del gobierno. Lo que puede llenar, por ahora, la ausencia de un partido que sostenga la apuesta política del primer ministro puede ser la formación de un amplio frente de los gobiernos regionales. Si Jehude lograra esa hazaña, tendría una herramienta decisiva para lograr, si no todos los objetivos propuestos de común acuerdo con García, al menos algunos de ellos para salir bien librado del desafío que él mismo se ha impuesto. Que la Providencia y la Fortuna lo acompañen.
Estimado Sinesio,
Ciertamente la decisión de Yehude Simon ha sido audaz y, eventualmente, podría colocarlo en un lugar muy expectante en el marcador para la carrera presidencial del 2011; si es que logra salir bien librado de la experiencia del premierato, claro está.
Sin embargo, el gran problema con Yehude es el que se señala en el último párrafo del artículo: que este no cuenta con un verdadero partido organizado. Si el Partido Humanista llega a inscribirse (que seguró lo logrará), no será muy distinto de muchos otros partidos que cuentan con registro, pero que no son auténticas organizaciones políticas.
La pregunta es ¿por qué Yehude, con sus evidentes capacidades, no ha podido construir un partido organizado? ¿No lo ha podido hacer o no le interesa hacerlo? ¿En qué medida se distingue Yehude de otros caudillos personalistas?
Tengo la impresión que Yehude está convencido que si otros han podido llegar al poder, o han estado muy cerca de lograrlo, sin haber tenido verdaderos partidos políticos antes (Fujimori, Toledo y Humala), él también lo podrá hacer. De allí que le sea de especial necesidad convertirse en una figura nacional que lo convierta en presidenciable, pero no como líder de un partido, sino como individuo.
La otra pregunta, ¿el país está para seguir experimentando con propuestas personalistas?
Lo que creo es que sigue siendo urgente que ocurra una auténtica renovación política, con la aparición de nuevos y verdaderos partidos, que no se construyan sobre la base de caudillos, sino a partir de la articulación de las mejores voluntades ciudadanas.
PD: Hace un tiempo he colgado en mi blog (CUESTIONES DE LA POLIS) una reseña sobre tus tesis respecto al colapso del régimen de Fujimori, que forma parte de una serie de reseñas sobre dicho tema. El artículo se llama: "Montesinos y Fujimori ocho años después. Revisando las explicaciones sobre el colapso de un régimen autoritario (II): la tesis de Sinesio López". El enlace es el siguiente:
http://blog.pucp.edu.pe/ite…
Ojalá haya sido fiel al reseñar a tus ideas.
Asimismo, he enlazado tu blog al mío.