Reproduzco esta Editorial de Altavoz, publicada el 24 de marzo de 2015, en que se me cita y está en la línea de la postura que he sostenido por lo menos desde 2008, de que el voto preferencial no se debe suprimir si antes no se realiza una reforma que garantice una verdadera democracia interna en los partidos políticos.
Eliminar el voto preferencial, sin antes hacer una reforma que garantice que los partidos realizarán elecciones internas democráticas, es un suicidio.
Por: Altavoz
Como parte de la llamada “Reforma electoral”, el Congreso se ha propuesto votar la eliminación del voto preferencial. Es decir, nuestros legisladores van a decidir si nos quitan la opción de poder elegir a candidatos particulares para que integren el Congreso. Lo que desean los defensores de la eliminación del voto preferencial es que en las elecciones sólo se pueda votar por listas parlamentarias y que no podamos marcar el número del candidato de nuestra preferencia. Por poner un ejemplo sencillo de cómo funcionaría el sistema, si Gana Perú obtuviera dos curules en las elecciones, ingresarían los candidatos número 1 y 2 de la lista, independientemente de si los ciudadanos prefieren a los números 3 y 15.
De acuerdo a los que insisten en que es urgente eliminar el voto preferencial, dar la opción a los ciudadanos de elegir a personas particulares debilita y destruye a los partidos políticos. La idea central detrás de la propuesta de eliminar el voto preferencial es que debido a que los peruanos podemos elegir a candidatos particulares, muchas veces los partidos invitan a personas populares que no necesariamente comparten sus lineamientos, por lo que cuando llegan al Congreso defienden una “agenda particular” y no son capaces de articular proyectos con sus bancadas. De eliminarse el voto preferencial, los defensores de la propuesta esperan que los partidos realicen elecciones internas y se elija a los más capaces y a los que mejor representan su programa político.
En aras de la verdad, debemos decir que los argumentos que esgrimen los defensores de la eliminación del voto preferencial no merecen despreciarse. En una democracia con partidos débiles como la peruana, el voto preferencial puede contribuir a que las agrupaciones no se consoliden. Sin embargo, hay una cuestión de suma importancia que los proponentes de esta idea no están tomando en cuenta y es que acabar con el voto preferencial sin realizar también otra reforma que asegure que hayan adecuadas elecciones internas en los partidos puede incluso empeorar la situación actual.
Todos sabemos que nuestros partidos políticos tienen estructuras jerárquicas que impiden que haya elecciones primarias verdaderamente democráticas. En nuestro país, los partidos están dominados por “cúpulas” que eligen a dedo a los candidatos y deciden sin consultar a nadie qué número van a tener dentro de la lista. Muchos partidos ni siquiera llevan a cabo elecciones primarias y no hay ningún organismo que nos asegure que los resultados de estas se respetan (el Registro de Organizaciones Políticas del Jurado Nacional de Elecciones no tiene la logística ni acceso suficiente a la información como para supervisar a detalle los procedimientos que llevan a cabo los partidos), de manera que antes que ayudar a institucionalizar a los partidos políticos eliminar el voto preferencial de forma aislada podría entregarle más poder a las cúpulas corruptas y autoritarias.
Basta que veamos un caso para ejemplificar los efectos negativos que puede tener eliminar el voto preferencial sin hacer reformas que impliquen mayor democracia dentro de los partidos. Tal como cuenta el politólogo Carlo Magno Salcedo, hace un tiempo una congresista confesó que a pesar de que había sido elegida en las elecciones internas como la primera en la lista de su región, la dirigencia nacional de su partido la relegó –a dedo- al tercer y último lugar. De no haber sido por el voto preferencial que permite a las personas votar por particulares y así hacer un contrapeso al poder de las cúpulas, ella nunca hubiera sido congresista porque su partido sólo obtuvo una curul.
Aunque suene trágico, la verdad es que casos como este no son aislados: ocurren con mayor frecuencia de la que es sana para una democracia. Nuestros partidos son, básicamente, autocracias formadas alrededor de caudillos que muchas veces llevan a cabo elecciones internas fraudulentas. Eliminar el voto preferencial, sin antes hacer una reforma que garantice que los partidos realizarán elecciones internas democráticas, es un suicidio. ¿Queremos mejorar el nivel de la política y consolidar a los partidos? Pues entonces no demos mayor poder a las cúpulas que no respetan las decisiones de los militantes y que son en gran parte las responsables de la ruina política en la que vivimos.