Huancayo: cuna de la moderna ciudadanía mestiza, chola y transcultural del Perú

A propósito del sesquicentenario de la creación de la provincia de Huancayo, mi ilustre paisano Nelson Manrique dedica su columna de La República a trazar algunas pinceladas históricas sobre el origen y devenir de esta pujante y aguerrida tierra de nuestra sierra central (“Huancayo a sus 150 años”). Sin perjuicio de recomendar vivamente la lectura del artículo, a partir de alguno de sus pasajes quiero hacer algunos comentarios y alcances adicionales.

Manrique nos recuerda en su columna un importante hecho histórico (que en su momento fue profusamente tratado por el historiador Waldemar Espinoza, en su imprescindible obra “La destrucción del Imperio de los Incas”):

El Valle del Mantaro es un territorio de campesinos libres. La alianza hispano huanca les brindó un privilegio fundamental: la prohibición de haciendas y encomiendas en el valle. Por eso no prosperaron las relaciones de servidumbre, el gamonalismo no pudo crecer y en cambio se afirmaron comunidades de indígenas libres, que se movían estacionalmente hacia los centros mineros, sencillos, con una fuerte identidad basada en una riquísima cultura regional, altivos y orgullosos, fieros defensores de su territorio.

Esa especial situación en el contexto del régimen colonial, originó un proceso de transculturación más armónico que en el resto del país y, a criterio de este escriba, podría ser el modelo de la construcción de una ciudadanía y una peruanidad moderna, mestiza, chola y transcultural. Creo que esa es la visión que precisamente empezó a avizorar el amauta José María Arguedas a partir de sus estudios del Valle del Mantaro, de la que devino su apuesta por el mestizaje peruano como el proyecto de modernidad e integración nacional.

En efecto, como reseña Nelson Manrique en su ensayo “José María Arguedas y la cuestión del mestizaje” (en Amor y fuego. José María Arguedas 25 años después, DESCO, CEPES, SUR, Lima, 1995), el amauta Arguedas, en su estudio de elocuente título “Evolución de las comunidades indígenas. El Valle del Mantaro y la ciudad de Huancayo: un caso de fusión de culturas no comprometidas por la acción de las instituciones de origen colonial”, constató la radical diferencia entre la realidad social del Valle del Mantaro y la imperante en otras regiones de la sierra como Ayacucho, Andahuaylas y Cusco, originada en el hecho que el indio del Mantaro conservó un status por el cual nunca estuvo al servicio de blancos y mestizos mediante instituciones feudales como el pongaje, el colonazgo y el yanaconaje; y en que nunca se comprometió su propia naturaleza humana, como sí ocurrió en el Cuzco, donde señores e indios aceptaban diferencias que comprometían la naturaleza de las personas y no únicamente su condición socioeconómica. La ausencia de tales instituciones feudales explicaría la excepcional condición social de los indígenas del Mantaro.

Como continúa parafraseando Nelson Manrique:

Esta situación repercutió, siguiendo el análisis arguediano, en el gran vigor de la cultura indígena en el valle, como lo consigna en su ensayo «La sierra en el proceso de la cultura peruana»: «ninguna región de la sierra —escribe— ha fortalecido tanto su personalidad cultural como el valle del Mantaro, cuya capital urbana y comercial es, sin duda, la ciudad de Huancayo». Pero este fortalecimiento de la personalidad cultural no significó el mantenimiento de la condición de sus pobladores como indios, sino su transformación en algo diferente: «La influencia de estos complejos factores transformaron al indígena del valle en el mestizo actual de habla española, sin desarraigarlo ni destruir su personalidad. Se produjo un proceso de transculturación en masa bajo el impulso de los más poderosos factores transformantes que en esta zona actuaron simultáneamente».

A lo señalado, debemos añadir el comentario que sobre la obra arguediana hace Alberto Flores Galindo (también citado por Manrique), en su clásico Buscando un inca. Identidad y utopía en los Andes:

(…) escribiendo como antropólogo sobre las comunidades indígenas en el valle del Mantaro, [Arguedas] se entusiasmó con esos campesinos mestizos, con espíritu empresarial, que mantenían compatible la modernidad con el mundo andino. En el valle del Mantaro el encuentro entre capitalismo y campesinado era una alternativa. Los dos mundos —el andino y el occidental— dejaban de estar enfrentados: ‘el caudal de las dos naciones se podía y debía unir’, dirá Arguedas, en 1968, al momento de recibir el premio Inca Garcilaso de la Vega. Allí la violencia y el odio desaparecían. Un lema de estos comuneros podía ser ‘que no haya rabia’.

Es por eso que, desde siempre, en Huancayo nunca nos hemos hecho problema con la cuestión del mestizaje peruano y aceptamos nuestra choledad, nuestro ser cholo, sin complejos. Esa choledad que nos identifica como ciudadanos progresistas y emprendedores, en suma, como ciudadanos modernos, pero cuya modernidad no nos ha vaciado de nuestra identidad andina, de nuestras tradiciones serranas, muchas de ellas de origen prehispánico. Esa choledad que expresa el sincretismo de nuestras vertientes andina prehispánica y occidental hispánica, a la que se suman los aportes de todas las sangres que conforman nuestra peruanidad.

Sirvan estas líneas como pequeño homenaje a la altiva y orgullosa tierra wanka, tierra mía y la de mis ancestros, y como expresión de la apuesta por el ideal que en nuestro Perú, más temprano que tarde, lograremos convertirnos en una verdadera república de ciudadanos libres, iguales e integrados en un único proyecto nacional.

Parafraseando a uno de nuestros peruanos más universales: ¡Hay, hermanos hombres, hermanos peruanos, hermanos wankas, muchísimo que hacer!

Puntuación: 5 / Votos: 9

Comentarios

  1. Soledad Sosa escribió:

    Huancayo ha colapsado por esa falta de desarrollo urbano…las zonas de agricultura están invadidas de cada construcción sin planificación ..y la explosión demográfica es otro fenómeno generado por esas fiestas llenas de descontrol moral…y por ser la provincia donde hasta los niños consumen cerveza…es un caos

  2. cmsalcedo Autor escribió:

    Entiendo tu perspectiva estimada Soledad. No he pretendido afirmar que Huancayo, como ciudad, sea el mejor de los mundos; y, de hecho, padece muchos de los problemas que afectan a otras ciudades del país. Lo que he pretendido destacar es, en términos generales, la peculiar idiosincracia de la gente de Huancayo y del Valle del Mantaro. Por mi parte prefiero ver el vaso medio lleno que medio vacío.

  3. Diana Casas escribió:

    Decir que la explosión demográfica que afecta a Huancayo tiene como origen el descontrol moral en las fiestas revela un desconocimiento total de la realidad de la migración, del valor de la fiesta en la dinámica social y del problema del alcoholismo en la región, todos fenómenos distintos que tienen explicaciones más complejas que la prejuiciosa simplificación de esta señorita o señora. Lástima, su comentario no aporta nada.

  4. freddy alberto requena zuasnabar escribió:

    Difiero del fatalismo arguediano. Dicha concepción del mundo andino ha engendrado la cultura del “pobrecito hombre andino” càncer cultural que se expresa en el patrón de comportamiento “pedir” (por ser pobrecito) en lugar de “generar” que era inhato a la naturaleza al ser andino, antes de internalizar las ideas arguedianas. Asi, concibo que Arguedas a victimizado al hombre andino quien en busca de identidad no ha visto otra alternativa que asirse la misma actitud validada con los programas estatales de apoyo social, que precisamente acentùan la idiosincracia de sentirse “pobrecito”. Empero habra que exhonerar de la maldición arguediana a los pueblos que, en la concepción del maestro Waldemar Espinoza Soriano , no sufrieron dominación española. Uno de ellos, aparte de los selvicolas, en la sierra , es el pueblo wanka. Me adhiero a la concepción del hombre andino desarrollado por el maestro Espinoza , citado supra, y con la finalidad de derrotar al pesimismo arguediano, la abono acudiendo a la frase de Basadre ““Quiénes únicamente se solazan con el pasado, ignoran que el Perú, el verdadero Perú es todavía un problema. Quiénes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad. Problema es, en efecto y por desgracia el Perú; pero también felizmente, posibilidad”
    (Basadre, Perú Problema y Posibilidad, 1931). Podrán mis detractores atacar esgrimiendo que el wanka tubo la suerte de no ser afligido por el làtigo español. Pues les digo que, no ha sido designio de prederterminacion o karma del cual nunca liberarse; no, el wanka es asiduo ejercitador de la libertad, así demuestra la profusa (y escondida) literatura que da cuenta de su indominacion, ya al inca, ya al encomendero y al chileno. El inca convivió mediante orejones a condición de respetar el fuero del ayllu wanka; el español convencionò con el reyno Wanka y por ello el escudo real otorgado por el Rey de España) asì como la ejecución del minué borbònico por los wankas, bajo el nombre de chonguinada (prof Ella Dunbar Temple); y, finalmente, las victorias otorgadas por este pueblo libre al Perú: Marcavalle, Pucarà y Concepción (las màs resaltantes) en la guerra de guerrillas contra Chile. La libertad, en tanto valor que define la personalidad de un pueblo, debe ser exaltada, propagandizada hasta el punto de internalizar en la voluntad humana como precursor de hábitos y costumbres libertarias. Asi, la carcel del pesimismo y victimizaciòn arguediana, deben sucumbir para testificar la vigencia de un hombre libre, digno, feliz; cualidades que identifican al wanka de hoy. Habrá oportunidad de reflexionar sobre la condición de cultura wanka receptora, de los flujos migratorios y patrones de comportamiento transcultural de la època de las TICs y otros fenòmenos inentendibles aùn, pero operantes socialmente que reformaràn a esta hermosa nacionalidad andina.

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