El 05 de noviembre de 2013, dando inicio al IV Módulo de los Martes Electorales de la Escuela Electoral y de Gobernabilidad del Jurado Nacional de Elecciones, dedicado a los Partidos Políticos y Sistemas de Partidos, dicté la conferencia “Sistema de Partidos Políticos en el Perú (2001-2013)”. En posteriores sesiones de dicho módulo también participaron Percy Medina (Jefe de la Misión en el Perú de IDEA Internacional), José Elice (Director Ejecutivo de Reflexión Democrática) y Fernando Rodriguez Patrón (Director del Registro de Organizaciones Políticas del JNE).
Seguidamente, presentamos una reseña de lo tratado en la conferencia y, al final del texto, el video completo del evento.
En la extensa conferencia a nuestro cargo, antes de tratar propiamente sobre el sistema de partidos políticos en el Perú durante el periodo 2001-2013, a modo de antecedentes, realizamos un breve esbozo sobre el devenir de los sistemas de partidos en el Perú.
Así, aludimos al Sistema de Partidos de la República Aristocrática (1895-1920), que fue el primer sistema de partidos que hubo en nuestro país. Estuvo conformado básicamente, por el Partido Civil, el Partido Constitucional (de Andrés A. Cáceres), el Partido Demócrata (de Nicolás de Piérola) y el Partido Liberal (de Augusto Durand). Más que partidos, como se los entiende en las democracias modernas consolidadas, eran una especie de clubes electorales.
También mencionamos someramente al Oncenio de Leguía y cómo durante ese periodo de gobierno surgieron los primeros partidos modernos: el Partido Aprista y el Partido Socialista, a partir de un amplio movimiento denominado Alianza Popular Revolucionaria Americana, y como es que, lamentablemente a partir de esos partidos no se llegó a formar un nuevo sistema de partidos, debido a la falta de estabilidad política.
Nos referimos, entonces, a los militarismos que ocurrieron antes y después de la República Aristocrática, consistentes en largas épocas de golpes de Estado, gobiernos militares y no continuidad de los gobiernos democráticos, lo que impidió el desarrollo de un verdadero sistema de partidos. Al respecto hicimos hincapié en que para que haya un sistema de partidos es necesario el funcionamiento regular e ininterrumpido del sistema electoral.
Luego nos referimos al sistema de partidos de la década de 1980, que vendría a ser el primer sistema de partidos moderno en nuestro país, conformado por el bloque Acción Popular – Partido Popular Cristiano y, de otro lado, por el Partido Aprista y la Izquierda Unida. Sobre el mismo señalamos que fue un sistema incipiente que no se llegó a consolidar y, más bien, colapsó luego de la crisis de representación iniciada a fines de la década de 1980, puesta en evidencia en las elecciones de los out siders Ricardo Belmont como alcalde de Lima Metropolitana en 1989 y de Alberto Fujimori como presidente en 1990.
Señalamos al respecto que la crisis de los partidos políticos, más que a factores exógenos, se debió principalmente al (mal) desempeño de los propios partidos al administrar el poder del Estado, que generó una percepción de inviabilidad del país, situación sobre la cual los peruanos responsabilizaron a los partidos.
Luego de la transición a la democracia ocurrida tras el colapso del régimen de Alberto Fujimori, surgen nuevos partidos y reaparecen en la escena algunos partidos del ciclo anterior como actores políticos. Sin embargo, ello no necesariamente implicó la reconstitución del sistema de partidos. Vale decir, se puede afirmar contundentemente que lo que tenemos desde 2001 sea propiamente un sistema de partidos políticos.
Tengamos en cuenta que según Scott Mainwaring, los sistemas de partidos pueden ser institucionalizados (que generalmente corresponden a las democracias avanzadas de los países industrializados) o incipientes (que generalmente corresponden la mayoría de países latinoamericanos entraría en esta categoría). Hay, por tanto, grados o niveles de institucionalización de los sistemas de partidos.
Según el mismo Mainwaring, existe además una relación directa entre la consolidación de la democracia como régimen político y la existencia de un sistema de partidos institucionalizado. Ahora, para que un sistema de partidos sea institucionalizado deben cumplirse cuatro condiciones:
- Estabilidad en las reglas y naturaleza de la competencia (existencia continua de los mismos partidos).
- Los partidos importantes tienen raíces estables en la sociedad (los ciudadanos se identifican con los partidos y éstos son consecuentes con sus postulados).
- Los partidos son los actores clave para determinar el acceso al poder, a través de elecciones.
- Importan de verdad los asuntos del partido (éstos no están subordinados a los intereses de sus líderes).
Por su parte, según Steve Levitsky, en el Perú actual no existe un sistema de partidos, ni siquiera en los términos de sistema de partidos incipientes de Mainwaring. En todo caso, según Levitsky, el nuestro es un “sistema de candidatos electorales, lo que se expresa en que los partidos son absolutamente funcionales a la voluntad de sus caudillos y no existen al margen de ellos.
Otro aspecto a considerar es que en este periodo, en muchos aspectos, los movimientos regionales han venido a ocupar el espacio dejado por los partidos. De hecho, existe una relación casi clientelar entre los “partidos” nacionales y los movimientos (o caudillos) regionales.
En cualquier caso, no hay duda que la situación actual es crítica y, entre otras medidas, se requiere de una es una reforma política para institucionalizar al sistema de partidos. Dicha reforma, consideramos, debe abordar al menos dos grandes cuestiones:
- La exigencia de una verdadera democracia interna en los partidos, mediante la intervención directa de los organismos electorales a través de elecciones primarias.
- El financiamiento público a los partidos políticos, de forma exclusiva, prohibiendo el financiamiento privado.
No obstante, es necesario tener en cuenta que una reforma política con miras a fortalecer a los partidos tiene sus límites. La reforma puede coadyuvar o generar un mejor contexto para fortalecer a los partidos, pero sin un movimiento social encaminado en ese sentido, no tales reformas no generarán sus objetivos. Como señalamos antes:
“Las reformas legales destinadas a fortalecer a los partidos podrán coadyudar a mejorar la ‘oferta política’; pero lo fundamental para lograr ese objetivo está en la acción organizada de los buenos ciudadanos, especialmente de las nuevas generaciones, que superando su ‘asco’ por lo político, se involucren decididamente en su quehacer y se conviertan en una nueva élite política: responsable y capacitada, honesta y virtuosa, puesta al servicio del interés general y no de mezquinos intereses particulares. Si esto último no ocurre, no habrá reforma legal que permita que nazcan buenas papas para nuestro mercado político.”