¿Qué tan peruanos son los chilenos?

Mané, uno de los cientos de restaurantes peruanos de Santiago.

Con el título “¿Qué tan peruanos somos?”, el diario La Tercera de Chile publicó el pasado fin de semana un extenso y muy bien documentado reportaje realizado por cuatro periodistas, a través del cual se ilustra sobre la enorme influencia que lo peruano viene operando sobre las costumbres y forma de vida de los chilenos, generando una “transformación cultural que podría acrecentarse en los próximos años, cuando la segunda generación de inmigrantes comience a emparejarse con chilenos”.

El referido reportaje evidencia los principales aspectos de ese proceso de “peruanización” que viene ocurriendo en el país del sur, a partir de la gigantesca ola migratoria de peruanos, que son los que seguidamente presentamos.

Hoy en Chile existen 23 clubes sociales peruanos registrados; tres periódicos (Sol Noticias, El Bacán y Contigo Perú) y un suplemento deportivo en un diario de circulación nacional (Golpé de La Cuarta). Hay también 264 restaurantes, 20 empresas que operan como franquicias. Hay incluso un equipo de fútbol con pretensiones de profesionalismo: Incas del Sur, que es el primer club de la diáspora peruana en el mundo y que está próximo a debutar en tercera división.

La colonia peruana ha aumentado explosivamente en los últimos 20 años. El Censo de 1992 registró 7.649 peruanos y hoy son 157.668. Tal migración es la mayor en términos de cantidad, proporción sobre la población nacional y visibilidad de la historia chilena contemporánea. Los peruanos representan la mitad del total de inmigrantes que hay en Chile.

Esa influencia demográfica se expresa, crecientemente, en fenómenos culturales, gastronómicos, religiosos y sociales. Cada vez más chilenos compran cebollas moradas, más niños hablan del color marrón en lugar del café o juegan voleibol y más feligreses celebran al Señor de los Milagros. Además, hoy existe una generación de la élite chilena criada por nanas peruanas.

Hoy en Chile la gastronomía peruana tiene un increíble éxito. Durante los 90 había en Santiago dos restaurantes de comida peruana; hoy hay 264. En ninguna otra parte del mundo hay tantos restaurantes peruanos como en Chile y esa influencia es única en el mundo. “Si bien el fenómeno de la gastronomía peruana es global, su dimensión popular es propiamente chilena”, según explica Walter Imilan, autor del proyecto “Restaurantes peruanos en Santiago de Chile: construcción de un paisaje de la migración”. Mientras en Europa o EE.UU. el boom de la comida peruana se aloja en restaurantes de alta cocina, en Chile su presencia es transversal, desde el Astrid y Gastón hasta el cebiche de pulpo en una feria de Puente Alto.

En buena cuenta, los peruanos han tomado los restaurantes chilenos. “La gastronomía en Chile era muy pobre, sobre todo en los restaurantes; estaba el sándwich, el pastel de choclo, la palta reina y eso era todo”, dice un empresario gastronómico peruano. Desde el 2000, desde la frontera norte, empezaron a llegar productos que se hicieron comunes en las ferias chilenas: el rocoto, la cebolla morada, la cancha, el ajinomoto, el panetón o la Inca Kola, muchos de los cuales hoy se venden hasta en supermercados.

Otra herencia de la comunidad peruana es la comida en la calle, que hace 15 años se limitaba a cafés, sopaipillas o sándwiches. Desde hace 10 años los peruanos introdujeron jugos naturales y arrollados primavera en las esquinas del centro. Después pasaron a lo suyo: la sofisticación. Esto también ha dado paso a una gastronomía mestiza con ejemplos como las empanadas de ají de gallina. También se creó la costumbre de experimentar diferentes sabores, cuando hace 15 años el chileno era muy reacio a hacerlo.

Pero la comida no entró sólo desde los restaurantes. Según Carolina Stefoni, investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Alberto Hurtado, “la incorporación de mujeres trabajando en el servicio doméstico ha producido un traspaso de información importante sobre los gustos culinarios”, vinculando el fenómeno con las 60 mil empleadas del hogar peruanas que trabajan en Chile.

Por lo general, las nanas peruanas están mejor preparadas que sus pares chilenas. El 25% de nanas peruanas tiene educación más allá de la secundaria, muchas incluso tienen nivel universitario completo. Debido a que entre 2003 y 2012 la participación de las chilenas en el mercado del trabajo subió de 36,6% a 47,5%, se produjo una demanda específica. Ya no se necesita alguien que sólo limpie, sino que gestione la casa. Por eso las nanas peruanas aspiran a sueldos que pueden llegar a $ 500 mil (casi mil dólares). Con ello, ofrecen transformarse en algo así como neo institutrices. Para una familia es muy atractivo pagar sueldo de nana y tener además una profesora que cocine como chef.

Procesión del Señor de los Milagros en Santiago (octubre 2013). Nótese el arreglo floral con las banderas de ambos países.

Por otro lado, los inmigrantes peruanos han revitalizado lugares que habían experimentado procesos de envejecimiento y salida de la población. Sectores como Yungay, la Chimba o Maruri, se han revitalizado gracias al uso de la calle como lugar de encuentro. “Los chilenos habían perdido esta práctica. El peruano es un factor importante para que hayamos incorporado el uso del espacio público nuevamente”, señala Daisy Margarit, directora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central. Esto también se refleja en sus festividades, como la procesión del Señor de los Milagros y la celebración de las Fiestas Patrias, el 28 de julio.

En muchas ferias o galerías los locales peruanos parecen imperar o, al menos, equiparar a los chilenos. En la Galería Bandera Centro, de los 110 locales 80% son arrendados por peruanos. “Hace cinco años este edificio era un punto rojo de la municipalidad. Había mucho ‘night club’ y ‘café con piernas’. Hoy, en cambio, vienen turistas gringos y europeos a comer”, dice José Cancino, administrador del caracol que hace siete años cerraba lo sábados a las dos de la tarde y no abría los domingos, y que hoy tiene horario continuado los fines de semana. Este dinamismo se ha expresado en los arriendos: hace cinco años los locales más baratos costaban desde 100 mil pesos, hoy están sobre los 300 mil.

Muchos colegios en Santiago tienen una matrícula compuesta en un 75% por peruanos. En la emblemática Escuela República de Alemania, con aprobación del Ministerio de Educación, se ha diseñado una malla propia para Historia y Geografía con el fin de trabajar la Historia de América Latina. Además, este establecimiento y la Escuela República de Panamá tienen talleres de integración y programas orientados a preparar a los educadores. En Recoleta, el colegio República de Paraguay y la Escuela Víctor Cuccuini han tomado medidas como cantar ambos himnos los lunes en la mañana y celebrar las dos Fiestas Patrias.

María Teresa Herrera, parte del centro de padres del George Washington, dice que  compartir con niños peruanos ha generado cambios en la forma de hablar de su hija Catherine, uno de los nueve chilenos de su curso de 45 alumnos. “Pronuncia mejor las ‘s’ y no se come la sílaba final”, explica. Esto se replica en otros establecimientos donde la palabra “tajador” reemplaza a “sacapuntas”, “borrador” a “goma”, “barriga” a “guata”, “marrón” a “café” y “chochera” a “amigo”. La influencia peruana en la conducta también es positiva. “Son muy respetuosos con el profesor. A veces han llegado niños que han querido ser más negativos y no pueden porque los peruanos mantienen ese respeto”, dice Raúl Erazo, director del George Washington. En deportes destacan en los equipos de voleibol de los colegios, conformados casi sólo por peruanos.

No obstante estos avances, también hay discriminación. Hay enclaves y un fuerte nivel de segregación espacial: los peruanos no están distribuidos dentro de la ciudad de forma heterogénea. Según estudios, en 2013, al 12% de los chilenos entre 15 y 29 años no le gustaría tener como vecino a un peruano o boliviano. Así también, en la interacción entre adultos chilenos (como inspectores o dueños de quioscos en colegios) con niños peruanos, hay prácticas racistas, como comentarios ofensivos respecto a los olores o la higiene de los niños. Este es un problema histórico en Chile: la herencia de muchas políticas del siglo XIX consistentes en “blanquear o limpiar la raza” contra las figuras condenadas, los peruanos en el norte y los mapuches en el sur. Aunque no todo está perdido: los estudios demuestran que estas dinámicas no se replicaban entre los niños.

Con todo, hasta el momento la colonia peruana está a gusto en Chile. Pistas de estos las entregan los peruanos acogidos a la Ley del Retorno promulgada por el Gobierno peruno en marzo de 2013. “Han vuelto grandes cantidades sobre todo de España, de Argentina y Estados Unidos”, explica el cónsul Riveros. ¿De Chile? Hasta la fecha sólo 70.

Sin embargo, las grandes transformaciones aún estarían por venir, con la segunda generación de inmigrantes, los hijos de quienes han llegado en los últimos años. Según, el Premio Nacional de Historia, Eduardo Cavieres, los peruanos no son sólo trabajadores, sino que tienen familias con niños y jóvenes que están en escuelas chilenas, que tienen amigos chilenos y que, seguramente, en cinco años más van a estar formando familias con mujeres chilenas u hombres chilenos. Ello “va a cambiar la perspectiva o las miradas históricas”.

Finalmente, este perfil de migrante parece ir cambiando, ya que entre 2006 y 2009 los profesionales y técnicos peruanos aumentaron de 17% a 21%. Este cambio tiene que ver con el aumento de la inversión peruana en Chile, que se multiplicó 14 veces entre 1997 y 2012, según cifras del Comité de Inversión Extranjera. Hasta acá lo señalado en el reportaje de La Tercera.

El mes pasado tuve la oportunidad de estar en Santiago por algunos días, por segunda vez en mi vida (después de casi siete años de mi primera visita a la capital chilena), y pude percibir directamente parte de ese proceso. En efecto, como lo sugiere el reportaje, en Chile viene ocurriendo un proceso de peruanización sin parangón, tan intenso que podríamos hablar incluso de una acelerada transculturación.

Por ello, frente a la inminente lectura del fallo de La Haya, me ratifico en lo señalado en mi post del 14 de diciembre (escrito en Santiago): sea cual sea el resultado, esta sentencia debería servir como un hecho simbólico para cerrar de una vez por todas las heridas que se han mantenido abiertas por más de un siglo; para conjurar definitivamente los traumas históricos de nuestro complicado pasado. Y para que a partir del fallo ambos países miremos juntos para adelante, complementándonos y afianzando nuestra integración en lugar de seguir alimentando desconfianzas recíprocas.

Como muy bien destaca Daniel Parodi, finalmente el fallo de La Haya “sólo será favorable si dispara la integración binacional para el beneficio de sus colectividades.” Una integración que, como se deduce del reportaje reseñado, ha avanzado a pasos agigantados al margen de las complicaciones de la política internacional.

Jóvenes peruanos y chilenos, caminando juntos, hermanados, hacia un futuro compartido; llevando ambas banderas sin chauvinismos ni patrioterismos.

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