No pasó mucho tiempo para que, entre los congresistas elegidos en las últimas elecciones, aparezcan muchos impresentables, con antecedentes que los hacen poco recomendables para la función pública y que en lugar de tener hojas de vida parece que tuvieran prontuarios.

Varias denuncias o investigaciones que pesan sobre algunos de estos congresistas salieron a la luz pública incluso antes que el nuevo Congreso asuma sus funciones. Todos ellos se encuentran ahora cómodamente sentados en sus escaños.

Algunos culparon al Ministerio Público por no investigar con más celeridad. Este le pasó la pelota al Congreso por permitir que los congresistas electos cuestionados juramenten sin haber solucionado sus problemas con la justicia. El Congreso trasladó la responsabilidad al JNE por haberles otorgado sus credenciales o, supuestamente, por no haber sido riguroso al analizar las hojas de vida de los candidatos.

Pero después quedó claro que el problema no esta en ninguna de esas instituciones que, finalmente, no hacen más que cumplir las leyes, sino en la poca institucionalidad o debilidad de los partidos políticos.
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