Polémica con Nicolás Lynch sobre la caída del régimen de Alberto Fujimori (II): Notas adicionales sobre la naturaleza autoritaria de dicho régimen

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En un post anterior inicié la crónica sobre la polémica que sostuve con Nicolás Lynch, el 29 de noviembre pasado, en el marco del “IV Seminario en Ciencias Sociales” (Mesa sobre la caída del régimen de Alberto Fujimori), organizado por el Grupo de Estudios e Investigaciones Interdisciplinario en Ciencias Sociales y Humanidades PERSPECTIVAS, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El debate se centró en tres cuestiones: primero, la naturaleza del régimen de Alberto Fujimori, sobre lo cual la discusión giró en torno a si fue una dictadura o alguna otra modalidad de régimen autoritario (la crónica sobre esta primera cuestión la presenté en el referido post); segundo, determinar la razón específica de la caída de dicho régimen, siendo la materia controvertida el rol que desempeñó la oposición democrática y si dicha oposición fue la que derrocó al fujimorato; y tercero, las razones que explican la precariedad del sistema democrático post Fujimori.

Antes de seguir reseñando las otras dos cuestiones, me gustaría realizar algunas notas adicionales respecto de si el régimen de Fujimori fue una dictadura, como sostiene con insistencia Lynch, o si fue otra forma de régimen autoritario, como sostiene la gran mayoría de analistas, a los que yo me sumo; considerando que, en el calor del debate, Lynch me acusó de tener una lectura sesgada ya que no tuve en cuenta lo que él había escrito sobre el particular. Al respecto precisé que yo me había basado en estudios que se referían específicamente al colapso del régimen de Alberto Fujimori, como los siguientes:
1.- Martín Tanaka, (1) “¿Crónica de una muerte anunciada? Determinismo, voluntarismo, actores y poderes estructurales en el Perú, 1980-2000” (en Jane Marcus-Delgado y Martín Tanaka, Lecciones del final del Fujimorismo – La legitimidad presidencial y la acción política, Lima: IEP, 2001); y (2) Situación de la democracia en Colombia, Perú y Venezuela a inicios de siglo (Lima: CAJ, 2002).
2.- Sinesio López, (1) “Perú 2000-2001: la transición democrática y el gobierno de transición” (en Comisión Andina de Juristas, Las tareas de la transición democrática, Lima: CAJ, 2001, pp. 59-89); y (2) “El carácter de la transición del año 2000” (en Cuestión de Estado, N.º 29, Lima: IDS, 2001, pp. 12-16). El segundo texto es una versión resumida del primero.
3.- Julio Cotler, “La gobernabilidad en el Perú: entre el autoritarismo y la democracia” (en Julio Cotler y Romeo Grompone, El fujimorismo: ascenso y caída de un régimen autoritario, Lima: IEP, 2000).
4.- Romeo Grompone, “Al día siguiente: el Fujimorismo como proyecto inconcluso de transformación política y social” (en Julio Cotler y Romeo Grompone, El fujimorismo: ascenso y caída de un régimen autoritario, Lima: IEP, 2000).
5.- Carlos Iván Degregori, La década de la antipolítica: auge y huida de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos (Lima: IEP, 2000); y
6.- Henry Pease, La autocracia fujimorista. Del Estado intervencionista al Estado mafioso (Lima: Fondo Editorial PUCP, Fondo de Cultura Económica, 2003).

En todo caso, me excusé por desconocer un estudio con esas características hecho por él.

Notas adicionales sobre la naturaleza autoritaria del régimen de Alberto Fujimori

Respecto de tal cuestión, aunque no lo manifesté en el seminario, es pertinente señalar que en su texto Una tragedia sin Héroes. La derrota de los partidos y el origen de los independientes. Perú 1980-1992 (Lima: Fondo Editorial UNMSM, 1999) el propio Nicolás Lynch califica al régimen de Alberto Fujimori como un “régimen autoritario” (pp. 254, 262, 263) o “autoritarismo neoliberal” (p. 262), destacando que se trató de “un nuevo régimen basado en la fuerza aunque revestido de formalidades electorales” (p. 262). En ningún momento en este importante estudio (que, por lo demás, me parece de lectura imprescindible para quienes quieren estudiar la crisis y colapso de los partidos políticos en el Perú), Lynch se refiere al gobierno de Fujimori como una dictadura. [Nota: las páginas señaladas en este párrafo corresponden a la edición impresa del libro; cuya compaginación es diferente a la edición web del libro, que enlazo líneas arriba].

El de Fujimori, qué duda cabe, fue un régimen autoritario. Lo que sostenemos, no obstante, es que no fue una típica dictadura.

En otro texto, Política y Antipolítica en el Perú (Lima: DESCO, 2000), específicamente en el ensayo “Negación y regreso de la política en el Perú”, Lynch vuelve a calificar al gobierno en cuestión como “régimen autoritario” (pp. 34, 35, 36). ¿Significa ello acaso que en 1999 o 2000 Lynch banalizaba el carácter autoritario del gobierno de Fujimori? No lo creo. Me parece, más bien, que entonces la pasión del militante Lynch no le había ganado a la objetividad del científico social Lynch.

De otro lado, me he dado el trabajo de revisar posteriores trabajos de Lynch, incluso en la propia página web del autor, donde este cuelga todas sus publicaciones, incluyendo sus libros, para verificar si tiene algún estudio específico sobre el colapso del régimen autoritario de Fujimori y no lo he encontrado. Si alguien lo conoce, le suplico me lo haga saber.

Sin embargo, he encontrado su libro El Argumento democrático sobre América Latina. La excepcionalidad peruana (Lima: Fondo Editorial UNMSM, 2009), de reciente data, en el cual Lynch se refiere a distintos tipos de “dictadura” (p. 53), tipificando específicamente los siguientes tres tipos: a) dictadura militar tradicional, b) régimen burocrático autoritario, y c) populismo militar reformista; a los que añade al caso excepcional de régimen de partido hegemónico de México.

En este mismo texto, refutando a Alberto Vergara («El choque de los ideales: Reformas institucionales y partidos políticos en el Perú postfujimorato». Ponencia presentada en el 26to Congreso Internacional de la American Sociological Association. Montreal, setiembre 2007), Lynch niega que el régimen de Fujimori haya sido una “democracia delegativa” (p. 63).

En dicho extremo coincido con Lynch, ya que a mí tampoco me parece que el régimen de Fujimori haya sido una democracia delegativa, categoría distinta a la democracia representativa, creada por Guillermo O’Donnell para referirse a las democracias institucionalmente débiles y con poderes ejecutivos muy centralizados; ya que, según el propio O’Donnell, la democracia delegativa no es ajena a la tradición democrática, aunque es menos liberal que la democracia representativa.

Aunque hay algunas características atribuidas por O’Donnell a las democracias delegativas que podrían calzar con las del régimen de Fujimori (como que el presidente sea considerado la encarnación del país, principal custodio e intérprete de sus intereses; o que las políticas de su gobierno no necesiten guardar semejanza con las promesas de campaña; o que los candidatos presidenciales ganadores se sitúen sobre los partidos políticos y los intereses organizados; entre otros), no tenemos duda alguna que dicho régimen fue ajeno a la tradición democrática. Por tanto, no podría ser una democracia delegativa.

Continuando con el estudio de Lynch de 2009, cabe destacar que por vez primera, y utilizando una categoría distinta a las que había usado en sus anteriores estudios, se refiere a la “dictadura fujimorista” (p. 93); y, criticando a quienes no llaman dictadura a dicho régimen, sustenta lo siguiente:

El que el régimen de Fujimori no haya sido un régimen totalitario, con todos los espacios cerrados para la oposición, no quiere decir que no haya sido una dictadura. Si elecciones fraudulentas; medios controlados; sometimiento del Congreso, el Poder Judicial, Ministerio Público, gobiernos regionales; Constitución propia y revisada de acuerdo a las circunstancias; además de una maquinaria de tortura, muerte, chantaje, amenaza y extorsión, no es dictadura, ya no sabemos qué cosa lo es. Ahora bien, que el propio Linz prefiera hablar de autoritarismo y no de dictadura porque este término se usa mucho como sinónimo de totalitarismo, no quiere decir que no establezca una barrera clara entre un régimen y el otro. Por ello, el propio Juan Linz señala que el autoritarismo competitivo es una variedad de autoritarismo, no de democracia. Por eso mismo, la teoría de las transiciones habla de pasajes de autoritarismos a democracias, y no santifica a ninguna variedad de régimen autoritario por permitir que existan algunos partidos que compitan en la restringida institucionalidad que establece. Si no, observemos al Brasil de la dictadura militar de 1964 a 1985, al que nadie se ha atrevido a calificar de democracia porque tuviera una competencia restringida de partidos políticos. Pero el problema no es la endeblez teórica del planteamiento sino sus consecuencias políticas y cómo la confusión a la que conduce puede servir, eventualmente, a los que no quieren ninguna democracia en el Perú.” (pp. 119-120)

A diferencia de las dictaduras, los autoritarismos competitivos tienen elecciones y mantienen formalidades de la democracia representativa.

No obstante lo señalado, insistimos en que Lynch se deja ganar por la pasión y consideramos que a veces incurre en el maniqueísmo. Sus argumentos parecen muy persuasivos, pero si se analizan detenidamente se encuentran diversos errores. En primer lugar, nadie ha dicho que el autoritarismo competitivo sea una forma de democracia, como parece sugerir Lynch que hacen quienes consideran al de Fujimori como un autoritarismo competitivo; entonces, quienes utilizan tal categoría no están calificando de democrático a dicho régimen sino, simplemente, lo están caracterizando como otra forma de régimen autoritario (tanto o más cuestionable) que consideran más precisa.

En segundo lugar, el no denominar al régimen de Fujimori como una dictadura (al que, dicho sea de paso, sólo Lynch, en el ámbito de la academia, se esfuerza en calificar como una dictadura), no significa no considerarlo como otra forma de régimen autoritario, ni mucho menos santificarlo. Si esto fuera así, entonces tendríamos que concluir que el propio Nicolás Lynch, en sus estudios de 1999 y 2000, estaba santificando al régimen de Fujimori.

En tercer lugar, es evidente que nadie podría calificar a la dictadura militar brasileña (1964-1985) como una democracia por el hecho que hubiera una competencia restringida de partidos, así que no entendemos a qué viene ese argumento.

Finalmente, sugerir que no llamar dictadura al régimen de Fujimori puede servir a quienes no quieren ninguna democracia en el Perú, en palabras del propio Lynch, me parece un planteamiento endeble teóricamente. Por supuesto, es sólo mi punto de vista y, de hecho, no me considero dueño de la verdad, por lo que admito que podría ser yo el equivocado.

Puntuación: 4.91 / Votos: 11

Comentarios

  1. Carlos Rivera Rua escribió:

    y que paso con las otras dos preguntas del seminario????? o el debate se centro unicamente en la caracterizacion del gobierno de Fujimori?? porque en todo caso, tu post se inserta dentro del debate que hubo entre Tanaka y los Tanakistas vs Lynch-Adrianzen.

  2. cmsalcedo Autor escribió:

    Cada uno de esos temas tendrá su respectivo post estimado Carlos… paciencia. Sobre el debate, no es que sea un tanakista, pero sí coincido con Tanaka y algunos de sus seguidores en que Lynch, en su última obra, se ha dejado ganar por su legítima agenda de activista política, y la ha mezclado con su producción académica; lo que ha mermado en algunos puntos la objetividad científica que una producción académica debe tratar de tener.

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