Nueva economía: Jóvenes, trabajo y enseñanza católica

2:00 p.m. | 26 may 23 (NCR/UG).- La Iniciativa sobre Pensamiento Social Católico de la Universidad de Georgetown, en colaboración con otro proyecto de la misma institución enfocado en el trabajo y los trabajadores de pocos recursos, organizaron una mesa redonda sobre “Los jóvenes católicos, el trabajo y la fuerza laboral en la nueva economía”. El encuentro planteó que esta temática entra en casi todas las conversaciones que se tienen con los jóvenes, y el intercambio de experiencias y el diálogo entre los expertos ayudó a explicar algunos de los retos y también algunos motivos de esperanza.

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La moderadora del panel -coordinado por la Iniciativa sobre Pensamiento Social Católico de la Universidad de Georgetown, en colaboración con la Iniciativa Kalmanovitz para el Trabajo y los Trabajadores Pobres- Anna Gordon, quien es miembro de la iniciativa, comenzó enmarcando la conversación en términos de tres “señales” que el papa Francisco formuló en su discurso en el encuentro sobre la Economía de Francisco celebrado en Asís el año pasado, en el que pidió una economía más humana, que se inspirara en la vida del gran santo medieval. Las enumeró:

1. Mirar el mundo con los ojos de los más pobres entre los pobres.
2. No olvidarse del trabajo y de los trabajadores.
3. Traducir (encarnar) los ideales, las ideas, los deseos y los valores en acciones concretas.

Gordon señaló que el Papa utilizó la palabra “encarnación” en relación con el último punto, que no es una palabra que la mayoría de los cristianos asocien con el trabajo pero que, especialmente en términos de la antropología cristiana de Juan Pablo II y la comprensión personalista del Papa polaco de la dignidad del trabajo, tiene todo el sentido.

Se preguntó a los cuatro panelistas qué signos de esperanza o preocupación discernían en el ámbito del trabajo. Curiosamente, tres de los cuatro destacaron un indicador esperanzador. Dawn Carpenter, del Centro Kalmanovitz, señaló que “la fuerza laboral se está fortaleciendo”. Refiriéndose a las campañas de organización sindical que están surgiendo en diversos sectores económicos, añadió: “Una de las cosas más importantes cuando pensamos en la dignidad del trabajo es tener voz”.

“Dawn me estaba leyendo el pensamiento”, dijo Candace Cunningham, organizadora comunitaria del Restaurant Opportunities Center United DC, que señaló el aumento de la solidaridad de los trabajadores a medida que éstos se dan cuenta de que “sus deseos y necesidades innatos son, en general, más similares que cuando los poderes fácticos ya no pueden dividirlos [a ellos]”.

Willie Lyles III, director legislativo del congresista demócrata de Carolina del Sur James Clyburn, citó la flexibilidad como un signo de esperanza en la nueva economía, y uno de los pocos beneficios derivados de los cambios en el comportamiento social durante la pandemia. “La gente no tiene que estar en la oficina para ser productiva”, señaló Lyles. Esta flexibilidad significa que “la gente tiene la oportunidad de encajar su trabajo en su vida, en lugar de su vida en el trabajo”. Esperaba que alguien se opusiera y señalara que muchos empleos, especialmente los poco cualificados y mal pagados, no suelen beneficiarse de esa flexibilidad.

Le tocó a Robert Christian, editor de Millennium, introducir una nota más sobria y agustiniana. “Estoy de acuerdo, pero creo que echando la vista atrás, mirando el panorama más amplio, lo que veo sigue siendo el vaciamiento de la clase media”. Señaló “una profunda sensación de precariedad para aquellos con ingresos medios, la sensación de que están a una tragedia o crisis de descender por la escalera económica”. En concreto, mencionó el peligro al que se enfrentan las familias con una inflación a largo plazo en la atención sanitaria, la vivienda, el cuidado de los niños y la educación.

Más adelante en el panel, Cunningham volvió sobre la importancia del trabajo organizado, argumentando que “el papel de los sindicatos hoy en día es el mismo que ha sido tradicionalmente, que consiste en que los trabajadores construyan poder colectivo para poder presionar, luchar y exigir mejores salarios y condiciones laborales”.

Eso es cierto, pero habría estado bien que alguien se hubiera preguntado cómo encaja, o no, esta concepción tradicional de las relaciones de poder con la obligación moral de buscar el bien común. De hecho, ahora existe un grupo llamado “Negociación por el bien común” que pretende vincular la organización sindical a una salud social más amplia.

Christian habló de un reciente artículo que publicó en Grotto Network en el que argumentaba “Tu éxito no está ligado a tu currículum”. Citó dos libros, The Meritocracy Trap de Daniel Markovitz y The Tyranny of Merit de Michael Sandel. Advirtió contra “la forma en que los institutos y los padres… están formando a los niños para que tengan éxito, para que vean el éxito con una visión muy estrecha centrada en el bienestar material, el prestigio, el poder, amontonando tantos logros como sea posible”. Señala que este enfoque está muy incentivado por el proceso de solicitud de admisión a la universidad, y produce tanto ganadores como perdedores.

Irónicamente, “los ganadores suelen ser bastante ansiosos, estresados y miserables, con vidas totalmente desequilibradas”. Además, la ideología de la meritocracia “está perpetuando y proporcionando una defensa moral de las desigualdades y la injusticia”.

Carpenter habló del movimiento de la “Economía de Francisco” en respuesta a una pregunta del público sobre cómo encontrar un espacio en un clima político polarizado en el que se entiendan y se comprometan las ideas y los valores de la doctrina social católica. Este movimiento es algo que merece una atención adicional por parte de centros académicos como los dos centros de Georgetown que patrocinan este panel.

Paneles como éste son muy valiosos, pues plantean cuestiones fundamentales que no siempre tenemos tiempo de debatir en nuestras ajetreadas vidas, aunque sepamos en el fondo de nuestro corazón que las estructuras socioeconómicas y políticas contemporáneas son una especie de catástrofe de la ingeniería que podría implosionar en cualquier momento.

Estos paneles también apuntan a la necesidad de que esta conversación se extienda más allá de las torres de marfil de la academia. Incluir a un activista comunitario como Cunningham animó la conversación y la hizo más real. Futuros paneles podrían explorar el modo en que católicos y no católicos debaten estas cuestiones y podrían cruzar ideas, algo que estaba latente en este panel pero que no se exploró de frente.

Leemos en el Evangelio que estamos llamados a ser levadura en la sociedad (cf. Mt 13:33, Lc 13:20-21). Nuestras estructuras socioeconómicas y nuestra política están polarizadas, moldeadas e impulsadas por valores que son antitéticos a la comprensión católica de la persona humana y el bien común. Como tuiteó recientemente el crítico social británico Nick Timothy: “La política estadounidense es una elección entre dos formas diferentes de narcisismo. La autorrealización de la izquierda frente a la libertad de la derecha de las obligaciones hacia los demás”.

La doctrina social católica contiene muchas de las ideas necesarias para diagnosticar y mejorar el narcisismo de nuestro tiempo y las ideologías sofocantes que surgen de él. Y el trabajo es el mejor punto de entrada para esa conversación y conversión.

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Fuentes

National Catholic Reporter / Universidad de Georgetown / Video: Global Georgetown / Foto: Public Eye

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