La encíclica “Laudato si” del Papa Francisco en 50 frases

6.00 p m| 18 jun 15 (VIDA NUEVA/BV).- El Vaticano presentó ante los medios de comunicación la Encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la creación. Como él mismo informó públicamente durante el ángelus del 14 de junio y durante la audiencia general del pasado miércoles, en este documento de la doctrina social de la Iglesia, se llama a cultivar y custodiar con responsabilidad la creación, con especial atención a los más pobres, que son los que más sufren las consecuencias de los daños ambientales. Acompañan a las 50 citas recopiladas por la revista Vida Nueva, una síntesis por capítulo y, enlaces a comentarios y análisis de especialistas de diversas fuentes.

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50 frases de la Encíclica (Vida Nueva):

Introducción: el cuidado de la casa común

1. “Laudato si, mi Signore – Alabado seas, mi Señor, cantaba San Francisco de Asís, es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología”.

2. “El Creador no nos abandona, nunca dio marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado”.

3. “Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en el sufrimiento de los excluidos”.

Capítulo I: Lo que le está pasando a nuestra casa

4. “Se producen cientos de millones de toneladas de residuos por año. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.

5. “La mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos a causa de la actividad humana”.

6. “Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho”.

7. “La exclusión social, la violencia, el narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes son signos que muestran que el crecimiento de los últimos dos siglos no ha significado un verdadero progreso”.

8. “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”.

9. “Muchos profesionales de los medios de comunicación están ubicados en áreas urbanas aisladas, sin tomar contacto directo con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y de una calidad de vida que no están al alcance de la mayoría”.

10. “En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad”.

11. “La tierra del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso”.

12. “El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente”.

13. “Ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”.

Capítulo II: El Evangelio de la creación

14. “Quienes se empeñan en la defensa de la dignidad de las personas, pueden encontrar en la fe cristiana los argumentos más profundos para ese compromiso”.

15. “No somos Dios. La tierra nos precede y nos ha sido dada”.

16. “Debemos preocuparnos de que otros seres vivos no sean tratados irresponsablemente, pero especialmente debemos preocuparnos de las enormes inequidades que existen entre nosotros, pues seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros”.

17. “Es evidente la incoherencia de quien lucha contra el tráfico de animales en riesgo de extinción, pero permanece completamente indiferente ante la trata de personas”.

18. “Jesús trabajaba con sus manos, tomando contacto cotidiano con la materia creada por Dios para darle forma con su habilidad de artesano. Llama la atención que la mayor parte de su vida fue consagrada a esa tarea. Así santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración”.

Capítulo III: Raíz humana de la crisis ecológica

19. “La tecnociencia bien orientada no sólo puede producir cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida, también es capaz de producir lo bello ¿se puede negar la belleza de un avión?”.

20. “Las iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica de la globalización: buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas, y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial”.

21. “La gente ya no parece creer en un futuro feliz”.

22. “Una presentación inadecuada de la antropología cristiana pudo llegar a respaldar una concepción equivocada sobre la relación del ser humano con el mundo: se transmitió muchas veces un dominio sobre el mundo que provocó la impresión de que el cuidado de la naturaleza es cosa de débiles”.

23. “Cuando no se reconoce el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacitad; difícilmente podremos escuchar los gritos de la naturaleza”.

24. “No es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto”.

25. “La lógica del “usar y tirar”, genera tantos residuos por el deseo desordenado de consumir más de lo que realmente se necesita”.

26. “Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal”.

27. “Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad”.

28. “La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde se instala, si crea puestos de trabajo”.

29. “No es posible frenar la creatividad humana”.

Capítulo IV: Una ecología integral

30. “Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común”.

31. “Hace falta cuidar los lugares comunes, los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de “estar en casa” dentro de la ciudad que nos contiene y nos une”.

32. “La posesión de una vivienda implica la dignidad de las personas y el desarrollo de las familias”.

33. “Si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar sólo desde un criterio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio individual. La tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán”.

34. “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá”.

35. “El hombre y la mujer del mundo postmoderno corren el riesgo permanente de volverse profundamente individualistas”.

Capítulo V: Algunas líneas de orientación y acción

36. “La política y la empresa reaccionan con lentitud, lejos de estar a la altura de los desafíos mundiales”.

37. “La reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes”.

38. “Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo social de sus habitantes, pero también deben analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción”.

39. “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación”.

40. “La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia”.

41. “La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro”.

42. “La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos”.

43. “La política es responsable de su propio descrédito, por la corrupción y por la falta de buenas políticas públicas”.

44. “La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad”.

Capítulo VI: Educación y espiritualidad ecológica

45. “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”.

46. “Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas”.

47. “Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente”.

48. “La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora”.

49. “Los sacramentos son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural: el agua, el aceite, el fuego y los colores son asumidos con toda su fuerza simbólica y se incorporan en la alabanza”.

50. “María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido”.


Enlaces de interés

Encíclica “Laudato Si”. Documento completo

Laudato si, una encíclica a muchas manos (Vida Nueva)

Una visión de conjunto de la encíclica del Papa Francisco Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común (Vatican Information Service)

La encíclica “verde”: salvar la Creación sin manipular al ser humano (Andrea Tornielli – Vatican Insider)

La encíclica de Francisco: “La tierra está herida, se necesita una conversión ecológica” (Andrea Tornielli – Vatican Insider)

La “Summa Ecologica” de Papa Francisco: volver a la realidad (Gianni Valente – Vatican Insider)

What the Environmental Encyclical Means. Recopilación de Análisis de Expertos (America Magazine)

World weighs in on Laudato Si. Reacciones en el mundo a la Encíclica (National Catholic Reporter)

Why Pope Francis’ encyclical matters (Thomas Reese SJ – National Catholic Reporter)

World’s eyes are opened to creation (Editorial – The Tablet)

Towards a sustainable Creation (Graham Gordon – The Tablet)

If Laudato Si is an earthquake, it had plenty of early tremors (John Allen Jr. – Crux)

Laudato si: a Seismic Event in Dialogue between the Catholic Church and Ecology (Thinking Faith)

Pressure mounts on politicians after Pope’s intervention on climate debate (Abigail Frymann – The Tablet)

Cobertura del diario La Nación (Elisabetta Piqué)

Pope Francis: “Every Person Living on This Planet” Should Act on Climate (Slate)

Laudato si y nueva evangelización, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC (Revista Ecclesia)

An Overview of Laudato Si (The Jesuit Post)

Laudato Si, el amor ecosocial (Fernando Vidal, Universidad Pontificia Comillas)

Voces argentinas hablan sobre la Encíclica del Papa Francisco Laudato Si (Radio Vaticana)

Ecología, religión y política: Laudato Si (Infobae)

La encíclica verde, un llamado contra los poderes económicos (Página12)


Video reproducido en la ceremonia de presentación de la Encíclica, a modo de Introducción (6 minutos)
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Video de la ceremonia de presentación de la Encíclica (2 horas):


Síntesis de la Encíclica

Este texto se ofrece como apoyo para una primera lectura de la Encíclica, ayudando a tener una visión de conjunto y detectar las líneas de fondo. En primer lugar se ofrece una presentación de Laudato si en conjunto, y luego se realiza un recorrido por cada capítulo. En él se señala su objetivo y reproduce algunos párrafos clave. Los números entre paréntesis remiten a los párrafos de la Encíclica.

“¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (n. 160). Esta pregunta está en el centro de Laudato si, la esperada Encíclica del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común. Y continúa: “Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario”, y nos conduce a interrogarnos sobre el sentido de la existencia y el valor de la vida social: “¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y luchamos? ¿para qué nos necesita esta tierra?”: si no nos planteamos estas preguntas de fondo -dice el Pontífice – “no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan obtener resultados importantes”.

La Encíclica toma su nombre de la invocación de san Francisco, “Laudato si’, mi’ Signore”, que en el Cántico de las creaturas recuerda que la tierra, nuestra casa común, “es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos ” (1). Nosotros mismos “somos tierra (cfr Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura” (2).

Pero ahora esta tierra maltratada y saqueada clama (2) y sus gemidos se unen a los de todos los abandonados del mundo. El Papa Francisco nos invita a escucharlos, llamando a todos y cada uno –individuos, familias, colectivos locales, nacionales y comunidad internacional– a una “conversión ecológica”, según expresión de San Juan Pablo II, es decir, a “cambiar de ruta”, asumiendo la urgencia y la hermosura del desafío que se nos presenta ante el “cuidado de la casa común”. Al mismo tiempo, el papa Francisco reconoce que “se advierte una creciente sensibilidad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta” (19), permitiendo una mirada de esperanza que atraviesa toda la Encíclica y envía a todos un mensaje claro y esperanzado: “La humanidad tiene aún la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común” (13); “el ser humano es todavía capaz de intervenir positivamente” (58); “no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden también superarse, volver a elegir el bien y regenerarse ” (205).

El Papa Francisco se dirige, claro está, a los fieles católicos, retomando las palabras de San Juan Pablo II: “los cristianos, en particular, descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe” (64), pero se propone “especialmente entrar en diálogo con todos sobre nuestra casa común” (3): el diálogo aparece en todo el texto, y en el capítulo 5 se vuelve instrumento para afrontar y resolver los problemas. Desde el principio el papa Francisco recuerda que también “otras Iglesias y Comunidades cristianas –como también otras religiones– han desarrollado una profunda preocupación y una valiosa reflexión” sobre el tema de la ecología (7). Más aún, asume explícitamente su contribución a partir de la del “querido Patriarca Ecuménico Bartolomé” (7), ampliamente citado en los nn. 8-9. En varios momentos, además, el Pontífice agradece a los protagonistas de este esfuerzo –tanto individuos como asociaciones o instituciones–, reconociendo que “la reflexión de innumerables científicos, filósofos, teólogos y organizaciones sociales [ha] enriquecido el pensamiento de la Iglesia sobre estas cuestiones” (7) e invita a todos a reconocer “la riqueza que las religiones pueden ofrecer para una ecología integral y para el desarrollo pleno del género humano” (62).

El recorrido de la Encíclica está trazado en el n. 15 y se desarrolla en seis capítulos. A partir de la escucha de la situación a partir de los mejores conocimientos científicos disponibles hoy (cap. 1), recurre a la luz de la Biblia y la tradición judeo-cristiana (cap. 2), detectando las raíces del problema (cap. 3) en la tecnocracia y el excesivo repliegue autorreferencial del ser humano. La propuesta de la Encíclica (cap. 4) es la de una “ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales” (137), inseparablemente vinculadas con la situación ambiental. En esta perspectiva, el Papa Francisco propone (cap. 5) emprender un diálogo honesto a todos los niveles de la vida social, que facilite procesos de decisión transparentes. Y recuerda (cap. 6) que ningún proyecto puede ser eficaz si no está animado por una conciencia formada y responsable, sugiriendo principios para crecer en esta dirección a nivel educativo, espiritual, eclesial, político y teológico. El texto termina con dos oraciones, una que se ofrece para ser compartida con todos los que creen en “un Dios creador omnipotente” (246), y la otra propuesta a quienes profesan la fe en Jesucristo, rimada con el estribillo “Laudato si'”, que abre y cierra la Encíclica.

El texto está atravesado por algunos ejes temáticos, vistos desde variadas perspectivas, que le dan una fuerte coherencia interna: “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.” (16).

Capítulo 1 – “Lo que le está pasando a nuestra casa”

El capítulo asume los descubrimientos científicos más recientes en materia ambiental como manera de escuchar el clamor de la creación, para “convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar” (19). Se acometen así “varios aspectos de la actual crisis ecológica” (15).

EI cambio climático: “El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad” (25). Si “el clima es un bien común, de todos y para todos” (23), el impacto más grave de su alteración recae en los más pobres, pero muchos de los que “tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas” (26): “La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil” (25).

La cuestión del agua: El Papa afirma sin ambages que “el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”. Privar a los pobres del acceso al agua significa “negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable” (30).

La pérdida de la biodiversidad: “Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre” (33). No son sólo eventuales “recursos” explotables, sino que tienen un valor en sí mismos. En esta perspectiva “son loables y a veces admirables los esfuerzos de científicos y técnicos que tratan de aportar soluciones a los problemas creados por el ser humano”, pero esa intervención humana, cuando se pone al servicio de las finanzas y el consumismo, “hace que la tierra en que vivimos se vuelva menos rica y bella, cada vez más limitada y gris ” (34).

La deuda ecológica: en el marco de una ética de las relaciones internacionales, la Encíclica indica que existe “una auténtica deuda ecológica” (51), sobre todo del Norte en relación con el Sur del mundo. Frente al cambio climático hay “responsabilidades diversificadas” (52), y son mayores las de los países desarrollados.

Conociendo las profundas divergencias que existen respecto a estas problemáticas, el Papa Francisco se muestra profundamente impresionado por la “debilidad de las reacciones” frente a los dramas de tantas personas y poblaciones. Aunque no faltan ejemplos positivos (58), señala “un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad” (59). Faltan una cultura adecuada (53) y la disposición a cambiar de estilo de vida, producción y consumo (59), a la vez que urge “crear un sistema normativo que […] asegure la protección de los ecosistemas” (53).

Capítulo segundo – El Evangelio de la creación

Para afrontar la problemática ilustrada en el capítulo anterior, el Papa Francisco relee los relatos de la Biblia, ofrece una visión general que proviene de la tradición judeo-cristiana y articula la “tremenda responsabilidad” (90) del ser humano respecto a la creación, el lazo íntimo que existe entre todas las creaturas, y el hecho de que “el ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos” (95).

En la Biblia, “el Dios que libera y salva es el mismo que creó el universo”, y “en Él se conjugan el cariño y el vigor” (73). El relato de la creación es central para reflexionar sobre la relación entre el ser humano y las demás criaturas, y sobre cómo el pecado rompe el equilibrio de toda la creación en su conjunto. “Estas narraciones sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han roto, no sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado” (66).

Por ello, aunque “si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas” (67). Al ser humano le corresponde “labrar y cuidar el jardín del mundo (cf. Gn 2,15)” (67), sabiendo que “el fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios” (83).

Que el ser humano no sea patrón del universo “no significa igualar a todos los seres vivos y quitarle al ser humano ese valor peculiar” que lo caracteriza ni “tampoco supone una divinización de la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su fragilidad” (90). En esta perspectiva “todo ensañamiento con cualquier criatura “es contrario a la dignidad humana”” (92), pero “no puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos” (91). Es necesaria la conciencia de una comunión universal: “creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, […] que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde” (89).

Concluye el capítulo con el corazón de la revelación cristiana: el “Jesús terreno” con su “relación tan concreta y amable con las cosas” está “resucitado y glorioso, presente en toda la creación con su señorío universal” (100).

Capítulo tercero – La raíz humana de la crisis ecológica

Este capítulo presenta un análisis de la situación actual “de manera que no miremos sólo los síntomas sino también las causas más profundas” (15), en un diálogo con la filosofía y las ciencias humanas.

Un primer fundamento del capítulo son las reflexiones sobre la tecnología: se le reconoce con gratitud su contribución al mejoramiento de las condiciones de vida (102-103), aunque también da “a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero” (104). Son justamente las lógicas de dominio tecnocrático las que llevan a destruir la naturaleza y a explotar a las personas y las poblaciones más débiles. “El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política” (109), impidiendo reconocer que “el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social” (109).

En la raíz de todo ello puede diagnosticarse en la época moderna un exceso de antropocentrismo (116): el ser humano ya no reconoce su posición justa respecto al mundo, y asume una postura autorreferencial, centrada exclusivamente en sí mismo y su poder. De ello deriva una lógica “usa y tira” que justifica todo tipo de descarte, sea éste humano o ambiental, que trata al otro y a la naturaleza como un simple objeto y conduce a una infinidad de formas de dominio.

Es la lógica que conduce a la explotación infantil, el abandono de los ancianos, a reducir a otros a la esclavitud, a sobrevalorar las capacidades del mercado para autorregularse, a practicar la trata de seres humanos, el comercio de pieles de animales en vías de extinción, y de “diamantes ensangrentados”. Es la misma lógica de muchas mafias, de los traficantes de órganos, del narcotráfico y del descarte de niños que no responde al deseo de sus padres (123).

Desde esta perspectiva, la Encíclica afronta dos problemas cruciales para el mundo de hoy. En primer lugar, el trabajo: “En cualquier planteo sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo” (124), pues “Dejar de invertir en las personas para obtener un mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad” (128).

En segundo lugar, los límites del progreso científico, con clara referencia a los Objetivos Generales del Milenio (132-136), que son “una cuestión ambiental de carácter complejo” (135). Si bien “en algunas regiones su utilización ha provocado un crecimiento económico que ayudó a resolver problemas, hay dificultades importantes que no deben ser relativizadas” (134), por ejemplo “una concentración de tierras productivas en manos de pocos” (134). El Papa Francisco piensa en particular en los pequeños productores y en los trabajadores del campo, en la biodiversidad, en la red de ecosistemas. Es por ello necesario asegurar “una discusión científica y social que sea responsable y amplia, capaz de considerar toda la información disponible y de llamar a las cosas por su nombre”, a partir de “líneas de investigación libre e interdisciplinaria” (135).

Capítulo cuarto – Una ecología integral

El núcleo de la propuesta de la Encíclica es una ecología integral como nuevo paradigma de justicia, una ecología que “incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea” (15). De hecho no podemos “entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida” (139). Esto vale para todo lo que vivimos en distintos campos: en la economía y en la política, en las distintas culturas, en especial las más amenazadas, e incluso en todo momento de nuestra vida cotidiana.

La perspectiva integral incorpora también una ecología de las instituciones. “Si todo está relacionado, también la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana: “Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales”” (142).

Con muchos ejemplos concretos el Papa Francisco ilustra su pensamiento: hay un vínculo entre los asuntos ambientales y cuestiones sociales humanas, y ese vínculo no puede romperse. Así pues, “el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma” (141), porque “no hay dos crisis separadas, una ambiental y la otra social, sino una única y compleja crisis socio-ambiental” (139).

Esta ecología ambiental “es inseparable de la noción de bien común” (156), que debe comprenderse de manera concreta: en el contexto de hoy en el que “donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos”, esforzarse por el bien común significa hacer opciones solidarias sobre la base de una “opción preferencial por los más pobres” (158). Este es el mejor modo de dejar un mundo sostenible a las próximas generaciones, no con las palabras, sino por medio de un compromiso de atención hacia los pobres de hoy como había subrayado Benedicto XVI: “además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional” (162).

La ecología integral implica también la vida cotidiana, a la cual la Encíclica dedica una especial atención, en particular en el ambiente urbano. El ser humano tiene una enorme capacidad de adaptación y “es admirable la creatividad y la generosidad de personas y grupos que son capaces de revertir los límites del ambiente, […] aprendiendo a orientar su vida en medio del desorden y la precariedad” (148). Sin embargo, un desarrollo auténtico presupone un mejoramiento integral en la calidad de la vida humana: espacios públicos, vivienda, transportes, etc. (150-154).

También “nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común; mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio” (155).

Capítulo quinto – Algunas líneas orientativas y de acción

Este capítulo afronta la pregunta sobre qué podemos y debemos hacer. Los análisis no bastan: se requieren propuestas “de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional” (15) y “que nos ayuden a salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo” (163). Para el Papa Francisco es imprescindible que la construcción de caminos concretos no se afronte de manera ideológica, superficial o reduccionista. Para ello es indispensable el diálogo, término presente en el título de cada sección de este capítulo:

“Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambiente, donde es difícil alcanzar consensos. […] la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero [yo] invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común” (188).

Sobre esta base el Papa Francisco no teme formular un juicio severo sobre las dinámicas internacionales recientes: “las Cumbres mundiales sobre el ambiente de los últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces” (166). Y se pregunta “¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo? (57). Son necesarios, como los Pontífices han repetido muchas veces a partir de la Pacem in terris, formas e instrumentos eficaces de gobernanza global (175): “necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza global para toda la gama de los llamados “bienes comunes globales”” (174), dado que “”la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente”” (190, que cita las palabras del Compendio de la doctrina social de la Iglesia).

Igualmente en este capítulo, el Papa Francisco insiste sobre el desarrollo de procesos de decisión honestos y transparentes, para poder “discernir” las políticas e iniciativas empresariales que conducen a un “auténtico desarrollo integral” (185). En particular, el estudio del impacto ambiental de un nuevo proyecto “requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la corrupción, que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente” (182).

La llamada a los que detentan encargos políticos es particularmente incisiva, para que eviten “la lógica eficientista e inmediatista” (181) que hoy predomina. Pero “si se atreve a hacerlo, volverá a reconocer la dignidad que Dios le ha dado como humano y dejará tras su paso por esta historia un testimonio de generosa responsabilidad” (181).

Capítulo sexto – Educación y espiritualidad ecológica

El capítulo final va al núcleo de la conversión ecológica a la que nos invita la Encíclica. La raíz de la crisis cultural es profunda y no es fácil rediseñar hábitos y comportamientos. La educación y la formación siguen siendo desafíos básicos: “todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo” (15). Deben involucrarse los ambientes educativos, ante todo “la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis” (213).
El punto de partida es “apostar por otro estilo de vida” (203-208), que abra la posibilidad de “ejercer una sana presión sobre quienes detentan el poder político, económico y social” (206). Es lo que sucede cuando las opciones de los consumidores logran “modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción” (206).

No se puede minusvalorar la importancia de cursos de educación ambiental capaces de cambiar los gestos y hábitos cotidianos, desde la reducción en el consumo de agua a la separación de residuos o el “apagar las luces innecesarias” (211). “Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo” (230). Todo ello será más sencillo si parte de una mirada contemplativa que viene de la fe. “Para el creyente, el mundo no se contempla desde afuera sino desde adentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres. Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo” (220).

Vuelve la línea propuesta en la Evangelii Gaudium: “La sobriedad, que se vive con libertad y conciencia, es liberadora” (223), así como “la felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida” (223). De este modo se hace posible “sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos” (229).

Los santos nos acompañan en este camino. San Francisco, mencionado muchas veces, es el “ejemplo por excelencia del cuidado por lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría” (10). Pero la Encíclica recuerda también a san Benito, santa Teresa de Lisieux y al beato Charles de Foucauld. Después de la Laudato si’, el examen de conciencia –instrumento que la Iglesia ha aconsejado para orientar la propia vida a la luz de la relación con el Señor– deberá incluir una nueva dimensión, considerando no sólo cómo se vive la comunión con Dios, con los otros y con uno mismo, sino también con todas las creaturas y la naturaleza.


Fuentes:

Vida Nueva / Ecclesia Digital / Vatican Information Service

Puntuación: 5 / Votos: 4

Buena Voz

Buena Voz es un Servicio de Información y Documentación religiosa y de la Iglesia que llega a personas interesadas de nuestra comunidad universitaria. Este servicio ayuda a afianzar nuestra identidad como católicos, y es un punto de partida para conversar sobre los temas tratados en las informaciones o documentos enviados. No se trata de un vocero oficial, ni un organismo formal, sino la iniciativa libre y espontánea de un grupo de interesados.

Un pensamiento en “La encíclica “Laudato si” del Papa Francisco en 50 frases

  • 8 octubre, 2016 al 12:15 pm
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    El texto y vídeo de la enciclica llega en un momento determinante para nuestro país, en especial para nuestra ciudad de Bogotá. “Santo Padre el sentir el amor y misericordia del Dios de Universo, reflejado en cada capitulo, donde lo social, lo económico, lo ambiental y lo tecnológico, nos unen a la iglesia universal sin diferencias de ninguna clase”. ” Solo somos uno y una sola es nuestra morada en la tierra”
    Papa Francisco solicito su permiso para utilizar los mensajes de la enciclica para la construcción del libro sobre el cambio climático en cada una de nuestras 20 localidades de la ciudad capital de Colombia, vigencia 2016. La idea es que tenerlo terminado para su visitaa nuestro país en 2017.

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