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Lo que no traen los periódicos

* Escrito por Edgardo Pezo Pérez

Al leer aquella noticia me causó tanta risa, que la gente que pasaba por mi lado se volteó curiosa a observarme.

La noticia decía así:

CAPIBARA. Venezuela. Dic. 5 (AFP). Últimamente ha aparecido en la selva venezolana un extraño insecto, que los nativos llaman “La Machaca”. Según el decir de mucha gente, la picadura de este insecto es mortal. Pero lo interesante es que la creencia popular afirma que el único antídoto contra el veneno es hacer el amor antes de las 24 horas. Como comprenderán los lectores, ante semejante antídoto, los picados por “La Machaca” han aumentado considerablemente lo que sí, tiene preocupadas a las autoridades.

Como verán la noticia tiene mucho de graciosa. Pero noticias graciosas nos traen todos los días los periódicos. El motivo de mi risa era por otra cosa. La noticia me hizo recordar aquella terrible historia.

I

Habían pasado seis meses, desde que nos encontrábamos sacando caucho de las selvas del Putumayo. Éramos muchos mestizos al mando de centenares de indios. La gran mayoría de nosotros no había llevado sus mujeres; y como ustedes comprenderán seis meses en la selva es terrible…

En un principio, como sucede siempre mientras dura la curiosidad por lo nuevo, todo nos parece interesante, pero conforme pasa el tiempo y todo se hace viejo y conocido, la vida se va haciendo monótona. Entonces comienzan los recuerdos. Primeros son muchos. Luego quedan muy pocos. Finalmente queda uno: El recuerdo de la mujer amada. Bueno, no sé si eso les sucede a todos, pero a mí, me sucede así siempre. Al principio el recuerdo es de una pureza espiritual inmensa: La voz dulce, la mirada tierna, las manos delicadas que apretaban las nuestras buscando seguridad y calor. Al pasar el tiempo estos recuerdos se hacen casi materiales: se sienten los susurros del deseo en los oídos; el ardor de la mirada, la piel quemar en las manos.

II

La vida seguía su curso lentamente, como las aguas del río. Por aquellos días comenzaron a suceder cosas extrañas en el campamento. Por las noches los hombres salían de sus covachas, con sus ojos convertidos en dos brasas de fuego, y como un ejército de luciérnagas se perdían en la inmensidad del bosque. También por las noches se escuchaban ruidos extraños que venían desde la playa mezcla de voces humanas y gruñidos de animales. Al día siguiente al recorrerla, se encontraban muertos, bufeos hembras con sus sexos expuestos al sol.

La luna brillaba en lo alto. Era noche de luna llena en la selva. Había una quietud misteriosa. Asomado a la ventana de mi covacha contemplaba esa noche inmensa, con mis recuerdos asomándose a todos sentidos. De pronto apareció ella. Su larga sombra confundiéndose con la sombra de los árboles. Era la mujer del patrón. Pasó por el marco de mi ventana sin darse cuenta de mi presencia, perdiéndose en el camino que llevaba al río. Largo rato, la esbelta figura, estuvo de pie contemplando el lento correr de las aguas sumida es sus pensamientos. Después como en un rito a aquella hermosa luna en lo alto se comenzó a desvestir lentamente. Muy pronto aquel cuerpo hermoso y moreno estuvo desnudo, bañado en forma irreal por un polvillo de plata. Después no recuerdo, mi cerebro pareció explotar y cuando desperté al día siguiente sobre la arena de la playa, había nacido en mí aquella terrible idea.

III

Un día el campamento amaneció alborotado. Un indio amaneció muerto. Su cuerpo no presentaba signos de violencia alguna. Muy pronto la noticia llegó hasta el patrón. Este descansaba plácidamente, con su mujer, ajeno a la vida que transcurría a su alrededor; donde hombres cansados y hambrientos sacaban para otros, las riquezas de la selva. Cuando le mostraron el cadáver simplemente dijo:

¡Entiérrenlo! – Total un indio muerto es solamente un indio menos, después de todo me quedan muchos, pensaría.

Una mañana nuevamente el campamento amaneció alborotado. Otro indio había muerto. Como la primera vez, no presentaba signos de violencia alguna en el cuerpo. La noticia corrió por el campamento y llegó hasta el patrón.

¡Entiérrenlo! – Volvió a decir, total es otro indio menos, pensaría.

Nuevamente la vida y el río siguieron su curso, inexorables, sin detenerse un instante. Con el correr de los días los muertos aumentaron en el campamento. Lo extraño y misterioso era que nadie podía dar razón de esas muertes. Todas siempre lo mismo: sin ningún signo de violencia.

El miedo comenzó a invadir todos los actos de nuestras vidas. Por las noches los hombres no dormían, esperando alertas, al enemigo invisible que les arrebataría la vida. Incluso el patrón, había mandado montar guardia alrededor de su covacha.

Una mañana el hermano del patrón amaneció muerto. La noticia alborotó el campamento; y como siempre sucede en estos casos, el último en saberlo fue el patrón. Al ver al muerto casi se desmayó, alguien tuvo que sostenerlo. Sin embargo, pudo recobrar la calma y preguntó asustado:

¿Qué? … ¿Qué ha pasado?

Nadie le respondió. Todos miraban asustados. El patrón suplicante volvió a preguntar.

Por favor… Díganme ¿qué ha pasado? … ¿Cómo es que está muerto?

Nadie volvió a responderle. El pánico había hecho presa de todos, impidiéndonos hablar. Pero de pronto, de la multitud de indios salió una voz que tímidamente dirigiéndose al patrón dijo:

Machaca patrón… machaca

El patrón ubicando de dónde venía la voz, le dijo:

¡Tú ven acá!… a ver… ¿qué cosas estás diciendo?

El indio pasó al frente y mirando asustado al patrón volvió a decir:

Machaca patrón… machaca

Esta vez el patrón al no entender nada de lo que el indio le decía, perdió la paciencia y con voz alterada le gritó:

¡Carajo! ¿No puedes hablar bien?

El indio se atemorizó hasta el extremo que comenzó a temblar y solamente dijo:

Ma… machaca…ma… mata – Luego quedó silencioso y ni las amenazas del patrón pudieron hacerle hablar.

Entonces cansado de querer lograrlo, el patrón se dirigió a todos nosotros preguntando:

¿Alguien sabe lo que quiere decir este indio imbécil?

Un silencio absoluto reinó en la multitud, fue entonces cuando di un paso adelante y dirigiéndome al patrón le dije:

Yo se lo puedo decir patrón

El patrón me miró extrañado, pero reponiéndose al instante me preguntó:

¿Qué cosa sabes tú? …. ¡a ver habla!

Después de pensarlo un instante le respondí tranquilamente sin perder la calma:

Lo que este indio quiere decir patrón. Es que a su hermano le ha picado la Machaca – Por un instante callé esperando que el patrón volviera a preguntarme.

A ver… no te entiendo nada… ¿qué cosa es la Machaca?

Por un instante, medí al patrón con la mirada, entonces comencé a explicar lo que era la Machaca.

La machaca es un insecto muy feo, que según los caucheros brasileros cuando nos pica, nos mata – Antes de proseguir miré a la multitud, que silenciosa y asombrada seguía mi relato pero entre todos aquellos rostros, pude descubrir algunos que me miraban cómplices.

También se dice que muchos le han visto por este monte

Un murmullo temeroso, salió de la multitud, todos se miraron asustados.

Entonces el patrón preguntó tembloroso:

¿Quiere decir… que… que todos… vamos a… a morir? ¿No hay forma de curarse si nos pica?

Nuevamente volví a poner la mirada sobre la multitud asustada.

Cuando vieron que iba a dar mi respuesta, se hizo un silencio absoluto.

Si… Tirar antes de las 24 horas

IV

Han pasado muchos años desde que sucedió todo esto. Como les dije al principio al leer el periódico, me causó tanta risa que me hizo recordar aquella terrible historia.

Algún día les contaré como matamos a aquellos hombres. Solamente les puedo decir que a partir de aquel instante, los picados por “La Machaca” aumentaron considerablemente, pero las mujeres del campamento resultaron ser un antídoto formidable.

No me tomen por muy malo, pero ustedes comprenderán que seis meses en la selva es por demás terrible.

Agradecimientos:
Edgardo Pezo Pérez y a su blog El Urcututo de día
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L’écrivain Edgardo Pezo Pérez

Escribir de uno de los tesoros de Loreto sería metafóricamente como un imposible para un ser tan humanamente “langostino” como yo. Intentar siquiera describir a mon cher écrivain sería un intento que, sinceramente, no me atrevo a realizar.

Pero hablar de ti, mi amigo, El Escritor, es algo que encantada puedo hacer… Y me puedo jactar de que fuiste el primer loretano en leer este humilde y figuretero blog, que sólo habla de chicha y limonada. Ah si, by the way, es imposible obviar tu mmm “tropical” naturaleza de ingeniero (no hay nada perfecto en la vida dicen…)

El día en que comencé a conocerte, fue por demás mágico… estaba como recién bajadita en El Milagro. Mi amiga Kristin se había quedado en el pabellón donde dormimos y yo me había ido a la biblioteca del ISTEM, en medio de la hermosa nada y a la vez todo: rodeada cual (bella, cough) Amazonas por el verdor que sólo un lugar mágico como mi Macondo-El Milagro en Iquitos me puede otorgar. Sin Internet obviamente (si Escritor, ya sé que luego-luego me vas a decir que supedito las necesidades naturales a un vicio tecnológico como la Internet… pero media nerd salió la Belle, pues, qué le vas a hacer?).

Estaba comenzando a reflexionar sobre la inmortalidad del mosquito en medio del corazón del verdor de mi mágico Macondo, cuando de pronto apareció una figura alta, con una hermosa piel curtida por el sol, imponente, ojos morenos que observan profundamente el entorno y obviamente, con esas señales físicas que indican por demás experiencia y harta sabiduría (jojojojo, ves cómo reemplazo poéticamente las canas y las arrugas?).

Ya estaba previamente avisada, el mensaje de mi muy admirado François Vallaeys había calado hondo anteriormente: las historias de los pueblos son sabiduria, y por medio de los cuentos, nuestros antepasados nos transmitieron enseñanzas valiosísimas. Y de pronto tú, Escritor, confirmaste en mi vida eso: que podía aprender muchísimo de la Amazonía gracias a sus cuentos, sus historias, sus mitos y a sus bellas leyendas.

¡Qué gran honor para mí fue hablar contigo! Escritor, con basta experiencia… omyyyyy, cuándo en mi vida pude haber tenido esa oportunidad ah? Gracias Iquitos, mi mágico Macondo (ok, Iquitos no es tanto como Macondo, pero El Milagro, sí que lo es!!!) por darme la maravillosa oportunidad de conocer al ganador del Primer Puesto en el Concurso de Cuentos Amazónicos de l’Alliance Française d’Iquitos y prolífico ganador del TROFEO COPÉ por su cuento “La Primera Danza Bora” (mira cómo te hago cherry ves? Jojojo)

Y le hablé de uno de los cuentos que más me impresionó a mis amigos…. Sí, te estoy hablando de ese que trata de “La Machaca”…. (No, Christian, no te traeré especies de ese insecto a Lima) y no tienes idea de cómo se impresionaron… Me encanta imaginar lo mucho que puedes transmitir sobre la cultura de la Amazonía a través de tus cuentos y tus poemas…

Mon cher écrivain: Escribes como la miel!!! Claro, que un toque “esperanzadores” tus cuentos ah! Por cierto, ya me cansé de que me digas caviar una y otra vez! (no mentira… La Belle no se cansa, sino que lo digan los bailes amazónicos!)
¿Ser un intelectualoide pequeño burgués es ser caviar? ¿Qué •$•&$%&$ es ser caviar? Prefiero ser langostina!!! Además, tú también eres recontra caviar (no sé ni lo que es eso) y brichero by the way! (bien ahí con las cooperantes jajaja).

Es intelectualmente estimulante hablar contigo, lástima que seas ingeniero 🙂 jajaja, no nada que ver! Qué le vamos a hacer pues! La ciencia y la ingeniería se meten por todos lados o no? Sino que lo diga Ernesto Sabato y Chespirito.

Le haré el cherry respectivo a tu hermoso blog: El Urcututo de día y que te pregunten tus lectores el por qué de tu nombre místico.

La Belle.

En la biblioteca del ISTEM, ampayados por lente islandés de Kristin, luego de hablar de blogs, el verdor de la Amazonía y la lectura de Tavito Gutierrez (devuelve pe varón!)

PD: Nastassja Kinski no es mi doble… nada que ver! Y con tu debido permiso y venia, publicaré uno de tus cuentos que más me impactó, ese que habla de la machaca para deleite de las mentes dobleteras de algunos amigos míos; obviamente haciendo referencia a que tú lo escribiste, biensûr!
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