– ¡Momento! ¡Silencio todos! Porque Diana va a hacer su pregunta ya que siempre tiene una pregunta… siempre. Diana, por favor…
¡Oh sí! Siempre esperé este momento. Como si toda mi vida hubiera estado interpelada por este preciso espacio y este preciso tiempo…. oh mon Dieu!
– ¿Existe el dios del destino?
Silencio absoluto. ¿Tenía mi pregunta sentido? En mis reflexiones, por su puesto que sí. Si «la justicia consiste en dar a cada quien lo suyo», de acuerdo a lo que Céfalo dijo e hizo: porque luego, él se alejó y se fue para terminar su sacrificio. Ello me da un indicio de que con ese acto no solo estaría haciendo un agradecimiento, sino que también podría estar haciendo un pedido acuciante, que le asegure que sus deseos serán vistos con buenos ojos por su dios, y que finalmente, podrá conseguir lo que anhela…. precisamente porque hizo ese sacrifico. Y aquí está el por qué de mi pregunta: ¿y el destino? ¿quién puede controlar al destino? ¿acaso se le puede controlar con sacrificios?
Desperté entonces de mi sueño despierto. Ahora él estaba en la parte donde se habla de la justicia como «el hacer bien a los amigos y mal a los enemigos.» Nuevamente él hizo un silencio cómplice, el tiempo se detuvo una vez más y todo comenzó de nuevo…
– ¡Momento! ¡Silencio todos! Porque Diana va a hacer su pregunta ya que siempre tiene una pregunta… siempre. Diana, por favor…
Dicen los entendidos que cuando se detiene el tiempo, los momentos sucesivos pasan rápidamente, como una vorágine, para recuperar el tiempo perdido. Mis interminables sueños despiertos no hicieron más que apurar el tiempo, ese tiempo que yo quería que pasara lentito, para poder disfrutarlo y saborearlo más, porque me quedaba en todo mi ser, el sabor de interminables preguntas todavía por hacer y por pensar…
En aquella dimensión del mundo de la vida llamada realidad, él me contó luego que por aquellos tiempos el destino tenía el rostro de la divinidad, mas no era dios, ya que «incluso los hombres y los dioses estaban a merced del destino.» Del moira (μοῖρα). Pero que de todas formas, también le hacían sacrificios. ¿Con qué sentido? – pregunté.
Poco a poco me iba adentrando dulcemente en el cuento y en el ensueño, en el mágico tejido de pensamientos de la época, de pronto, tuve que interrumpir la narración. En aquella dimensión del mundo de la vida llamada realidad existen las necesidades fisiológicas. La ciencia no ha creado todavía el pañal que valga la pena usar para viajar al pasado. Las ishpateras como yo, todavía seguimos esperando.