Una de las escenas más hermosas del film Pierrot le Fou es aquella donde aparece el irresistiblemente sutil e inteligente Raymond Devos.
Luego de que Marianne huye dejando en esperanzas sísificas a Pierrot – tengamos presente que Marianne le dice a Pierrot que confie en ella, sin embargo huye con Fred, el que supuestamente era su hermano -. Pierrot se dirige al puerto con la intención de encontrarla, aunque muy en el fondo, yo creo que él era conciente de que ella ya no estaría esperándolo…
En el puerto encuentra a un atormentado hombre que gime y gime mientras dice que una melodía lo desborda hasta la desesperación. Aquella música sólo suena para este desventurado hombre – ¡ya muchos quisieran tener esta clase de desventura! -. Aquí comienza el monólogo absurdo del hombre del puerto.
Podríamos decir que la historia amorosa de la vida del hombre del puerto, es musicalmente triste y absurda al mismo tiempo. Aquella melodía que quiere seducirlo y cansarlo a la vez, es Trisurda. – ¿existiría acaso alguna palabra más propicia para describir a la melodía de su alma?-. Cada vez que el hombre del puerto enamoraba a una mujer, la melodía lo rodeaba y lo embargaba.Nuestro hombre cuenta que la primera vez, se enamoró de una mujer maravillosa, bella, soberbia. La amó con intensidad, tomó su mano y le hizo la pregunta, aquel clamor que todo amante musita al ser amado «est-ce que vous me aimez?» ¿Me amas? Y no, ella le dijo que no. La melodía concentró la intensidad de su experiencia. Y decidió comprar el disco.
En la siguiente oportunidad, él se acerca a una mujer, por esta suerte de inercia que tienen los hombres a cortejar a cualquier fémina que se cruza en su camino. Él contó que esta segunda mujer no era tan hermosa como la primera, no era tan esplendorosa…. y casi por costumbre, también hizo el mismo ritual del cortejo, esta vez, acariciando su mano por abajo – “hay que cambiar… tú sabes, no siempre se puede hace lo mismo” -. Sin que el hombre del puerto se lo hubiera imaginado, la mujer le dijo que sí, en respuesta a su pregunta «est-ce que vous me aimez?» ¿Me amas? Pero él no la amaba. La melodía concentró la intensidad de su experiencia. Y decidió romper el disco.
Finalmente, le llegó una tercera oportunidad, esta vez en la casa de ella, una tercera mujer. La melodía insistente y tenue a la vez, de nuevo sonaba, esta vez en la radio. El hombre del puerto, todavía conmovido por las anteriores experiencias de caricias en las manos, continuó con el ritual de enamoramiento, pero esta vez en los dos lados de la mano…. comenzaba a desesperarse. «est-ce que vous me aimez?» ¿Me amas?, «Sí, señor» fue la respuesta de la mujer. «¿Me das tu mano?» «Pero señor, usted la tiene desde los últimos diez minutos»… algunas mujeres sabemos encontrar la libertad frente a ciertas preguntas profundamente irreconciliables.
En el caso del hombre del puerto, esta respuesta fue contundente y demoledora. Y le llegó la crisis melódica, la enfermedad de la soledad musical. La histeria colectiva de todo el mundo que sólo se concentra en él y para él. Diez años… diez años que sigue con esa música de compañía.¡Insoportable!
Este encuentro de Pierrot con la locura exquisitamente personificada por Devos es premonitorio para el final surrealista del film. Pierrot confirmará en la realidad lo que ya sabía en lo más profundo de su ser… y encontrará a Marianne huyendo con otro hombre. “Au fond, je suis idiot … merde! Merde!” ¿y quién no lo es? Dime Pierrot, ¿quién no lo es?
No tendría sentido tratar de explicar el absurdo dulce y sublime de la vida musical del hombre del puerto; porque este es a su vez tierno y cruel; real e irreal; atemorizante y edificante; es nocturno y a la vez diurno; usual y completamente inesperado; ¡Hermoso como ninguno! Así es el amor de absurdo, claro, e inexplicable.
Y aquellos tres minutos eternos de conversación de Pierrot con Devos resumen la esencia del film de Godard: el absurdo del amor de pareja, la locura y la música.
Profundamente conmocionada y dulcemente afectada por esta experiencia, y aprovechando que me dejaron un proyecto para cierta clase de cierta lengua, hice un corto inspirada en el breve diálogo de Devos con Pierrot.
Sirvan mis profundas y grandes limitaciones en la dicción del francés y en el propicio gusto para hacer un corto, como medida de lo profunda y sincera que es mi devoción y respeto por esta obra de arte, esta convergencia de genialidad: Pierrot Le Fou, Jean-Luc Godard, Jean Paul Belmondo, Anna Karina y Raymond Devos. Amén