Ya no me siento con el ímpetu del antaño de creer que todas las personas estamos llamadas a mirar la vida en una única dirección, a conmovernos por las mismas cosas ni a indignarnos por los mismos sucesos. La vida es demasiado hermosa para ser simplificada a una única mirada… felizmente.Hoy, unas personas se preocupan – y se indignan – por el desafortunado Decreto Legislativo 1097 “ley de la impunidad”. También hoy, otras personas – que podrían ser las mismas que mencioné anteriormente… o quizás no – lloran la partida de Claude Chabrol, el caballero que abrió las puertas a la Nouvelle Vague en 1958 con el film Le Beau Serge.
Avec un mépris global, je pensais que tous les politiciens étaient des gangsters. J’ouvrais un journal à la page du cinéma. Aucun problème, je ne savais absolument pas ce qui se passait dans le monde. J’ai été en colère le jour de la mort de Max Ophuls, parce que les journaux ne parlaient que de la mort d’Édouard Herriot. Je me disais «Mais qui est donc ce type? C’est Ophuls qui est important!»
Propos recueillis par Danièle Heymann
et Catherine Laporte,
«L’Express»,13 mars 1978
Si François Truffaut estuviera vivo, lloraría la partida de Chabrol. Pero no lo está. Sé que en algún recondito lugar que no tiene tiempo y en un tiempo que no tiene lugar, François y Claude se reencontrarán… y estoy segura que también estará Ophuls. Mientras tanto, yo estaré aquí anhelando algún día conocer aquel glorioso cielo de autores fílmicos.
Para leer: Mort de Chabrol: le ressac
