Tú eres la planta yaulillay

Pues ya lo dijo el célebre Rafael Amaranto Castillo, el amor – y la amistad – son como las plantas… yaulillay.

El amor es una planta, yaulillay
que crece y se marchita, yaulillay.
El amor es una planta, yaulillay
que crece y se marchita, yaulillay

Y la planta es la figura más perfecta para explicar al amor. Más propicia que aquella analogía con el sol, porque si te lo preguntas, querida, ¿cómo podrías amar al sol? ¿cómo el sol podría amarte a ti?

El inti no se deja amar, solo se deja contemplar, no es susceptible de opacarse y de mostrar sus oscuridades. Siempre brilla. Es el eterno “ser amado” y nunca hace de “amante”. Ahí estará eternamente el inti, inconmovible, imperturbable, brillante, luminoso, deslumbrante… perfecto.

En cambio la planta, ella es única. Se hace susceptible para que la cuides y también para que ella te cuide… Nunca un huayno me pareció tan platónico y tan alegóricamente kayrético. ¡Salud por los huaynitos!

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