Al final acordaron en que no se hablarían por teléfono porque sino tendrían la profunda e intensa tentación de verse y tocarse. Toda comunicación posible entre los dos se limitó a cartas y fue una suerte de diálogo de sordos. El momento propicio y oportuno nunca apareció.
Entonces Catherine recibía un mensaje donde Jim le decía que no le había escrito porque estaba enfermo y ella le respondía diciéndole que lo detestaba. Jim se arrepentía de no haberle escrito a su amada y le mandaba una carta sentida y apasionada. Momentos después de haberla enviado, Jim recibía el mensaje de Catherine lleno de recriminaciones y condenas. El correo por esos tiempos demoraba cuatro días en llegar a sus destinatarios.
Catherine, luego de recibir el correo lleno de apasionamiento de Jim, procedía a escribirle palabras cargadas de sensualidad… Jim, mi amor, mi vida. Ahora sé que vivo por ti y porque te puedo amar…
Esta asincronía doliente y sufriente termina con una carta de Jules para Jim: «Vuestra criatura se ha extinguido a los tres meses de vida prenatal. Catherine desea desde ahora el silencio entre ustedes…»
El justo momento. El instante adecuado. El momento preciso. El tiempo oportuno. La oportunidad. ¿Es posible considerar como “Bien Supremo” del Tiempo a la Oportunidad? No lo sé. No sé qué diría Platón. No sé entonces qué le refutaría Aristóteles.
Sé que la vida me diría nuevamente y por una vez más que ella siempre es inoportuna… no con palabras sino con pequeños gestos y vivencias que me involucrarían. Y yo me sentiría una pieza más en su juego de ajedrez. La ficha de su estrategia.
Y es posible que me hayan enviado el mensaje: «Do it» – o su negación, también.- Y que yo nunca haya recibido dicha indicación. ¿Y cuales fueron las consecuencias? Me limitaré a describirlas como la máxima expresión de la catastrofe y el non plus ultra de la inoportunidad. Entonces la “receptividad, la educación y la carita feliz” quedarían reducidas simplemente al absurdo, a la asincronía, al destiempo… a la broma pusilánime.
dé.jà.vu 🙂 imbécil
Si la vida se tarda siete meses en explicarte algunas cosas… considérate bendecido y agradecido porque al menos encontraste explicación. Sin embargo, si el espíritu de Hobbes seduce tus pensamientos y momentáneamente crees que eres el “lobo del hombre para el hombre”, también podrías culpar a Gmail, al Pollo de Caquetá y desgarrarte las vestiduras espirituales reflexionando sobre el Kayrós en Jules et Jim.