– Es obvio preguntarse entonces cómo pudo nacer una pasión así, como la de Hannah Arendt y la de su profesor de filosofía – diecisiete años mayor que ella-.
Me sonrojé. La vida privada de las personas no es asunto de mi incunbencia. No sé… siento que nos estamos alejando del tema… ¿podríamos regresar a la lectura por favor? Claro, como si mi mente pudiera tener una voz tan potente y valiente para lograr que mi boca articule alguna palabra. A las justas mis ojos indican que estoy excitada con todo este tema. Mis pensamientos sólo se quedan en mí. Valentía para hablar les falta.
«Los hombres están necesariamente sometidos a los afectos»
¿Es que acaso uno puede saber cuándo surgirá «la pasión de tu vida»? Ella te toma de sorpresa, así, de inoportuna, sin que te lo esperes… en ese momento menos pensado. Y puede surgir, de la más sublime admiración. Intuyo que así empezó la de ellos, en Marburgo, 1924.
«Hemos demostrado además que la razón tiene gran poder para someter y moderar los afectos; pero hemos visto, a la vez que el camino que enseña la razón, es extremadamente arduo.»
¿No es lógico acaso enamorarte de quien admiras profundamente? Yo tiendo a enamorarme de quien admiro intensamente. Lo confieso. Culpable soy.
¿y qué? Me enamoro del escritor de hace más de 2000 años, de su razonamiento, de la belleza de sus palabras… de su sabiduría. Me conmociona, me conmueve, me enamora. ¿Es posible que “el escritor” sea actual y más contemporáneo? También… es una posibilidad – esperanzadora-.
Talita insistió en la pregunta. Raaaaayos.
– Entonces profesor, yo no entiendo pues… cómo se pudieron enamorar, si ella era su alumna y… ¿es que acaso estaba permitido?
– Bueno, creo que eso no está permitido en ningún lugar… ni en ningún tiempo. Es decir, no es moralmente aceptable, digamos. Están advertidos, ojo.
Haaaartas sonrisas cachacientas. ¡qué bárbaros para comprender el doble sentido!
– Pero profesor, en San Marcos yo he visto hartos casos…
– Bueno…. San Marcos, es San Marcos… Regresemos a la lectura por favor.
Mi mente gritaba, practicamente. Por favor, ¿podríamos continuar con Spinoza? Dejemos la vida privada de Arendt y de Heidegger…
Pero, ¿cómo? ¿Acaso tú no sabes que todo confluye armónicamente en tu vida? Las personas de las que te enamoras – o de las que te desenamoras – te marcan, marcan tu obra, tu pensamiento, tu posición…
Sincérate Diana… ¿quién es tu Heidegger? Oh Mon Dieu!