Cuando vivía en El Milagro, en Iquitos, solía leer con sumo agrado y expectación un libro de historias ancestrales, cuentos y chistes.
Quisiera compartir una historia que leí por mis días celestiales en Loreto, es una historia peligrosa, que atraviesa el alma… Y si has leído a Erich Fromm y “El arte de amar”, entonces el cuentito a continuación tendrá mucho sentido para ti.
Agradecimientos: al espíritu alegre, creativo y reflexivo de Anthony de Mello… La última frase es cosecha de él.
Un niño sintió que se le rompía el corazón cuando encontró, junto al estanque, a su querida tortuga patas arriba, inmóvil y sin vida.
Su padre hizo cuanto pudo por consolarlo: No llores, hijo. Vamos a organizar un precioso funeral por el señor Tortuga. Le haremos un pequeño ataúd forrado en seda y encargaremos una lápida para su tumba con su nombre grabado. Luego le pondremos flores todos los días y rodearemos la tumba con una cerca.
El niño se secó las lágrimas y se entusiasmó con el proyecto. Cuando todo estuvo dispuesto, se formó el cortejo -el padre, la madre, la criada y, delante de todos, el niño- y empezaron a avanzar solemnemente hacia el estanque para llevarse el cuerpo, pero éste había desaparecido.
De pronto, vieron cómo el señor Tortuga emergía del fondo del estanque y nadaba tranquila y gozosamente. El niño, profundamente decepcionado, se quedó mirando fijamente al animal y, al cabo de unos instantes, dijo: Vamos a matarlo.