«No tendrás otros dioses fuera de mí».
Deuteronomio 5:7
En un mundo donde encuentras vida en los árboles, color y sonido en el río que corre inexorable, música y armonía en el trinar de los pájaros, gratitud por la tierra sobre la que caminas y de la cual recibes los alimentos, y signos en el vaivén de las nubes; comprender y convivir con la presencia de los infinitos seres de la naturaleza es parte de tu cotidianidad.
Entonces, se concibe la existencia y – se saluda con el debido respeto – la presencia de los Apus y de los Wamanis que están en los cerros y en el monte, en las aguas y en las rocas, y en el aire que respiras. «Apu Pariacaca. Apu Racontay, Apu Ocongate. Aquí está tu hija. Aquí está tu hijo». Se reconoce la grandeza de estos seres, y probablemente también del Cristo que yace en la cruz de la parroquia del pueblo.
Una iglesia tan llena de imágenes de cristos dolientes, la virgen, santos mirando al cielo en agonía, ángeles y querubines. Quizás también tan llena de aire. Y de miedo. «Sometida. Nos sometieron. Y ahora debemos mimetizarnos. Sólo pareciéndonos a ellos podemos sobrevivir» son las palabras de la madre del niño (Magaly Solier). «Es sólo un vestido. Es pura apariencia y por ello no importa. Yo también soy la hija del Apu» le confesará la madre del niño a la niña (Paulina Bazán).
Ambas se saben hijas del Apu, pero tienen distintas disposiciones frente a la vida. Ante una misma realidad, la primera tiene miedo por el peligro que su vida y la de los suyos corren; ya dejó tiempo atrás las polleras, la sanación a través de las hierbas medicinales ancestrales y los poderes mágicos para ver el pasado, presente y futuro; los cambió por “jeans, zapatillas y maquillaje” y una “educación occidental”. Catequesis la puedes llamar, si quieres.
«Tu papá es fuerte y suave como el viento. Donde quiera que mires, ahí está él». La otra es feliz y agradecida, asumiendo su naturaleza de “ser especial” comienza a desarrollar su sensibilidad por el descubrimiento de los infinitos seres presentes en la naturaleza. Los ve bailar y baila con ellos, canta, ríe, se hace plena en ese proceso de aprendizaje para ser chamana. «Quiero ver a mi papá como tú lo viste alguna vez. Y no me digas que está en todos lados porque ya parecerás el padrecito de la parroquia cuando nos habla de Jesús. Quiero realmente verlo y tocarlo, que me tome de la mano y me lleve al colegio» le dirá la niña a su mamá (Ana Arce).
«Él te persigue hace tiempo, incluso antes de que nacieras». La paradoja poética es que el anhelo de la niña pareciera cumplirse al inicio del film donde ella puede comunicarse con su maestro y hablar con él y prever el futuro, lo que le espera y quién, finalmente continuará con su legado… Es en este proceso de evolución donde se desarrolla la otra historia de amistad, dulzura y amor entre ella y el niño (Diego Yupanqui). Estas escenas le dan profundidad y ritmo al film, lo invaden de una ternura y de una inocencia realmente conmovedoras. Ella se convierte en guía para él, mostrándole cuál es el camino para “reconocer a los otros” y para despertar a la vez sus poderes mágicos. Las escenas sin diálogo donde aparecen los dos son un verdadero regalo para los ojos por los maravillosos paisajes, la armonía y la iluminación. Aparecen ante nosotros vistas majestuosas donde conviven, en un juego delicado y cómplice, la luz del sol y los personajes que caminan a lo largo de parajes verdes, ríos y puentes. Entonces los niños comienzan a jugar y a marchar con los seres de la mitología andina: todos en armonía, como si formaran parte de un mismo contexto diverso y profundo. Como los zorros de arriba y de abajo. ¡Mágico todo!
«No se puede enfrentar al mal con guantes de seda blancos y puros». Una de las escenas mejor lograda de la película es aquella donde ambos como jugando penetran la guarida del que sería el Extirpador de Idolatrías (Augusto Casafranca), personaje de gran peligro y de temer por creerse dueño de una única verdad. “LA VERDAD”. Una superioridad moral – e intelectual – que cree tener y que se manifiesta en un «vamos a civilizarlos» en una escena al inicio del film. Este personaje está llevando a cabo su propia – y no tan personal, ya que el film deja entrever que hay más como él – “guerra santa”, en pos de la civilización y de lo que – a sus ojos – cree correcto. “Exterminio santo”. Lleva entonces al extremo más radical y demencial sus dogmas hasta el punto de convertirse en un asesino con crímenes a los que reivindica como rituales donde hay decapitaciones de por medio.
El peligro de este personaje contrasta con el candor e inocencia de los niños quienes invaden su lugar secreto. ¿Qué buscaban? ¿Qué juego querían jugar? Los silbidos como música de fondo de suspenso, la oscuridad, el techo alto del escondite y el juego de luces, incrementan la ansiedad del espectador. Magistral jugada de sonidos. Finalmente ellos logran escapar, protegidos por “los otros”, se convierten en zorros alegres y juguetones, “como demonios felices que hablan en cristiano y en indio, en español y en quechua” diría Arguedas. Se transforman en palomas, símbolo de paz y libertad. Han ganado esta batalla a la intolerancia sangrienta… más no la guerra.
«Aquí yace la historia del dolor del país». La otra historia pertenece a la de Waldo Mamani (Oswaldo Salas), el policía detective sobre cuyos hombros recaerá toda la pesquisa policial a pesar de la dejadez y soberbia de su superior (Renato Gianoli), éste último proveniente de la capital y que ha sido destacado al pueblo donde trabajaban Waldo Mamani y su compañero (Oscar Ludeña). En este film, ningún personaje tendrá nombre propio salvo Waldo Mamani. Sólo un personaje tan rico como Mamani podría servir de nexo entre la cultura occidentalizada de la capital y la cultura mágica andina de la sede policial de este pueblo sin nombre, tan íntimo y lejano a la vez, precisamente porque Waldo pertenece a ambos lugares. Y quizás también a ninguno. Ello explicaría su vacío y soledad, la falta de (re)conocimiento – en todo el sentido de la palabra – a nivel profesional, pero también en lo más personal e íntimo de su ser.
A diferencia de la mamá del niño, que cubre su verdadero origen y su mágica naturaleza de Hija del Apu, que busca ocultarse y pasar desapercibida; Waldo Mamani se abre a ambos mundos con espíritu libre e indagador, explora con tenacidad – y con respeto – este mundo nuevo que poco a poco se le hace más conocido (Waldo estudió en la capital). Lo vemos entonces leer la edición abreviada del “Yuyanapaq: Para recordar”, y también el “Dioses y hombres de Huarochirí” de José María Arguedas donde comenta su fascinación por la personalidad de Francisco de Ávila, el extirpador de idolatrías que, siendo sacerdote, logró comprender la religiosidad del mundo andino debido a que también era mestizo.
Quedan muchas escenas por compartir y reflexionar: aquella donde ambos policías se pierden entre las montañas de expedientes en el Poder Judicial que nos recuerdan el abismo monumental e inexplicable entre un inocente que clama justicia y un aparato burocrático de infinitos tentáculos, imposible de acceder. O esta otra bella escena donde el niño de jean baila pasos de rock con la niña en polleras que zapatea su huaynito mientras suena en el fondo el Grupo Yawar versionando a los Beatles. Manuel Siles acaricia delicadamente, con el simbolismo presente en su ópera prima, un mundo incomprensible y magnético. Inacabado y aún por (re)conocer y reconciliar.
Ficha Técnica
Título original: Extirpador de idolatrías
Año: 2014
Duración: 86 min.
País: Perú
Director: Manuel Siles
Guión: Manuel Siles
Música: Diego Eslava
Edición: Jean Alcócer
Director de Fotografía: Marco Alvarado
Director de Sonido: Guillermo Palacios
Director de Arte: Marcelo Peirano
Productor General: Abraham Siles
Productora Asociada: Mariví Mujica
Reparto: Oswaldo Salas, Magaly Solier, Augusto Casafranca, Paulina Bazan, Diego Yupanqui, Oscar Ludeña, Renato Gianoli, Amiel Cayo, Julián Vargas, Firelei Barreda, Fiorella Flores, Ana Arce, Diana Castro.
Productora: La Luna Pintada Producciones
Trailer Oficial: https://www.youtube.com/watch?v=wnRRsS77qpc
Premios y Nominaciones
• Ganadora del Premio al Mejor Director (Manuel Siles) en el Encuentro Mundial de Cine, Denver, USA 2014.
• Ganadora del Premio al Mejor Actor (Oswaldo Salas) en el Encuentro Mundial de Cine, Denver, USA 2014.
• Nominada a Mejor Película en el Encuentro Mundial de Cine, Denver, USA 2014.
• Ganadora del Premio al Mejor Guión (Manuel Siles) en el Festival Internacional de Cine de Montería, Colombia 2014.
• Ganadora del Premio del Público en el Festival Internacional de Cine Lima Independiente, Lima, Perú 2014.
• Nominada al Premio del Público en el London Latin American Film Festival, Inglaterra 2014.
• Ganadora del Premio a la Mejor Interpretación Masculina (Oswaldo Salas) en el Overlook 2014 – 5th CinemAvvenire Film Festival, Roma, Italia 2014.
• Ganadora del Premio al Mejor Largometraje Andino de Ficción en el Festival Internacional de Cine de Pasto, Colombia 2015.
• Ganadora del Concurso Nacional de Proyectos de Promoción Internacional Cinematográfica 2015 del Ministerio de Cultura del Perú.