«(…) sería obrar más prudentemente, proceder aquí, según una máxima universal y adquirir la costumbre de no prometer nada a no ser con el propósido de cumplirlo»
I. Kant. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Primera Sección pag. 135 – 27
Trad.de José Mardomingo
– Y entonces, ahora deberé bañarme en el río Rímac. La promesa me la hice a mi misma…
– Oh… pero no. No puedes hacer eso… estarías atentando contra tu integridad personal.
– Pero entonces, se me presentaría un conflicto de “máximas universales”y luego…
– ¡Espera, no! ¿me vas a contar un mal ejemplo kantiano? Les temo infinitamente más que a los chistes malos de gallos sementales.
– No, no… no… iuj.
Recuerdo que alguna vez ya me bañé en un río simpatiquísimo – y no, no era el Mantaro -…
Por contraposición, recordé el río Itaya en las orillas del Barrio de Belén. No eran recuerdos de aguas para nada motivadoras. Nadie en su sano juicio se bañaría en el río Itaya de Belén. ¡No hay forma! ¡Sería suicida!
Jamás me hubiera bañado en el río Itaya… pero oh wait. Yo realmente me bañé en el Río Itaya… En el Itaya de San Pedro de Pintuyacu… ¡eran otras aguas! ¡ERAN AGUAS DE VIDA! ¡ERA EL PARAISO EN LA TIERRA!
– ¡Piénsalo por favor! ¿realmente sería moral?
– Es un dilema grandísimo. Este conflicto de máximas universales me perturba…
De pronto, la voz estremecedora, universal, objetiva y necesaria de Speedy – el locutor con voz de dormitorio de la que fue alguna vez Telesterio – resonó en todo el paradero de la UNMSM.
Sapere aude!
«Estamos re-fritos pajarito»
No me bañaré en el río Rímac – al menos no en una vertiente de Lima -. ¡He dicho!