– Sería demasiada crueldad confesar tantos cambios en la estructura del trabajo desde el antaño hasta hoy en día. Culparía al sistema…. ¿pero para qué?

– Ay Diana… ¿para qué tantas excusas? ¿qué quieres justificar? Mejor dicho… ¿con quién quieres justificarte?– Es que me aterrraaaaa…. el sólo hecho de imaginar que antes me los encontraba siempre en las manifestaciones en el centro de Lima y en los conversatorios de Alfonso Ugarte… y ahora… yo no sé. Son tantos giros en la vida. En mi vida.

– Jhá… también te los podrías encontrar… Pero ahora estarías del otro lado.

– Voy a llorar.

– A mi me causa una ternura surrealista. Como lo de Arequipa: tú estarías junto con “los mineros y demás empresarios vinculados con las industrias extractivas en la feria muy exclusiva” y ella estaría en el Foro de los Pueblos Alternativos, junto con dirigentes de grupos étnicos, indígenas y nativos, todos preocupados por las industrias extractivas y su modelo de desarrollo… Ella estaría ahí, tan ella, tan fiel a sus convicciones, tan coherente… tú sabes, ella es así. Y por otro lado, estarías tú… digamos, que cambiada… por la vida. Sería maravilloso. Podrías sacarle galletitas luego, y ella te cantaría entre sollozos “cómo has cambiado pelona laralaaaaa”

– Pufa! Las cosas no son tan polarizadas. No estoy en las antípodas de nada ni de nadie. Es simplemente trabajo y no todo es tan perfecto como lo dice Rocío… hay matices…

– Sí Diana… y los petirrojos danzan cantando música angelical en Perumin… Dime…¿tú creciste en La Oroya, no?

– Sí… ¿Por qué la pregunta?

– Para saber si aún tienes conciencia…

– Eres cruel, tú… Me siento juzgada por mi conciencia. Siempre estoy interpelada…. pero con tantos juicios y prejuicios preciosistas, yo me siento como Rubashov… me siento como Bujarin. Y no habrá ningún Merleau-Ponty que me reivindique después…

– Y ni cuentes conmigo para eso.