Rehenes del Terror

Reproducido de La República (15.05.2011)

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Foto tomada de La realidad Pintada

Por Stefan Reich

Cuando las personas tenemos miedo, somos capaces de llegar a conductas extremas y que pueden sacar lo peor de nosotros.

Somos capaces de calumniar, insultar, tergiversar y demonizar al otro por temor a ser destruidos o a perder lo que tenemos.

En el Perú existen razones históricas importantes para vivir eternamente con miedo y para pensar que lo que hemos logrado a punta de esfuerzo y sacrificio se puede desvanecer por una aventura populista y anacrónica. Para muchos, el experimento fallido de Velasco, la catástrofe económica de los 80, así como la debacle que viven muchos de nuestros vecinos latinoamericanos, son hechos que alimentan nuestro pavor al momento de elegir por quién votar.

Hoy por hoy, el miedo ha hecho que nos enfoquemos en lo que “realmente” importa: que pensemos con el bolsillo, que tomemos decisiones “racionales” ante la posibilidad de tener un gobierno chavista y que hagamos que el modelo se mantenga. Así que optamos por lo que creemos seguro: nos convencemos a nosotros mismos de que Keiko al menos no tocará nuestra riqueza y el crecimiento económico está asegurado.

La tristeza e impotencia que siento es inmensa cuando pienso que hemos claudicado ante el miedo en lugar de dar el gran paso que este país necesita para alcanzar una madurez social. Ante el miedo, hemos renunciado a cualquier ejercicio racional por entender que lo único seguro en esta vida es que la gente cambia, pero negamos que el Sr. Humala tenga derecho a cambiar. Por el miedo, los eslóganes de las grandes empresas que prometen “responsabilidad social” o de los conglomerados mediáticos que avalan “la libertad de expresión” quedarán como frases vacuas y no servirán de mucho cuando llegue el próximo caudillo y nos preguntemos dónde estuvieron al momento de pelear por valores que los amparen. Por el miedo nos atamos las manos y habrá que explicarles a nuestros hijos que cuando las papas queman, nuestros principios se renegocian.

Nuestra actual polarización es en el fondo una lucha por salvaguardar ciertos principios que podrían hacer de este país algo realmente grande. En las sociedades modernas, estos son valores que defienden los ciudadanos de a pie. En los países que han salido del atraso, el progreso se mide más allá de los indicadores económicos. La libertad de expresión, la institucionalidad democrática, los DDHH trascienden a la derecha o a la izquierda. Las reglas de juego no se rompen. Y justamente si, víctimas de la campaña de miedo, premiamos al fujimorismo llevándolo al poder, le estaríamos dando nuevamente carta blanca para que rompa las reglas del juego como lo hizo sistemáticamente en los años 90. Nos hemos vuelto rehenes de nuestro terror.

Por defender estas ideas te bombardean con adjetivos y ataques mezquinos. Te llaman rojo, caviar o resentido social. Te llaman soñador, cuando no hay nada más realista que afirmar que el autoritarismo en nuestro país volverá. Esta es la realpolitik peruana. Y ante eso nuestra única arma son los ideales que defendemos. Paradójicamente, son estos valores los que hacen que nuestros dictadorzuelos la piensen dos veces antes de romper el orden democrático; antes de torturar, de matar y de robar. Porque el terror del caudillo que toda sociedad produce es el ciudadano común que no cede ante momentos como este.

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