Y en la historia paralela, Pritiwuman guardó completitos todos los treinta billetes que Richard Gere le había dejado en un sobre. Es tu regalo, le había dicho. Y ya no te veré más. Nunca más.
Pritiwuman solía conservar los billetitos como trofeo de guerra. Habían perdido por completo su valor monetario para adquirir un valor simbólico y lleno de significado en su imaginario personal. Era la sedimentación de la palabra expresada en rectángulos de papel verdes con imágenes de viejecitos con peluca. In God We Trust. Simpáticos los billetitos.
Cuando ella se enteró – por cosas de la vida y de la BBC – que su gesto personal, muy propio de su esencia afectiva, era también considerado como un trofeo de guerra para Richard Gere; montó en cólera – y también en su Harley-Davidson -.
Se fue al Sushi Bar que Richard Chamberlain había abierto con Mariko mientras sobrevivían a la vida paralela creada por Shōgun. De esta forma, Pritiwuman podría comer algo frío para pensar en una venganza fría. Recordemos que la venganza es un plato que se sirve frío.
Finalmente, Pritiwuman se fumó – en completo sentido figurado, y también literal -, todos los treinta billetitos yanquis de Richard Gere.
Los hizo combustionar hasta el ardor existencial.
Y lo disfrutó.
Y mucho.
Pritiwuman quería amar y ser amada. No ser un trofeo de guerra… tampoco quería uno.