– Y sí… lo admito, te leí… y solo porque tú te dejaste leer. Está a la vista de todos.
– Oh no puede ser… me leiste… ya no tiene sentido que escriba, precisamente porque me leiste. La magia se perdería… todo se terminó. Mi identidad secreta ya no es secreta. Leer más
Te amo Perú en tu indignación contra la corrupción y la injusticia.
Te amo Perú en tu lucha por la democracia.
Te amo Perú en en tu inteligencia para protestar con creatividad.
Te amo Perú cuando despiertas del letargo amarillista de ciertos medios de comunicación y te levantas valiente y guerrero.
Te amo Perú cuando eres capaz de dar la vida por ideales de Amor, de Verdad, de Justicia, de Solidaridad, de Libertad. Leer más
No te imaginarías lo mucho que he esperado para encontrar esa precisa canción… sin forma alguna de saber quién la tocaba ni porqué me conmocionaba tanto la melodía. Hasta que finalmente, en el momento menos pensado, sin que me lo hubiera imaginado… apareció. El momento fenomenológico pum-cha-ca-wa-ca-bum! Leer más
La verdad es que me cansé, me harté… me hastié de aquellas reuniones donde te encuentras con personas que sólo buscan impresionar con cuestiones futiles y triviales. De aquellos sitios donde la apariencia es la reina y donde la sinceridad es la princesa ausente. Leer más
– Y entonces tú… ¿crees en la Revolución?
– ¿Qué es la Revolución? Probablemente alguien que sabe más de ella te hubiera respondido inmediatamente. Yo me cuestiono siempre…
– Te pones a filosofar…
– ¿Por qué buscas el Sol, pequeña Chapulina? Los hombres somos humildes sombras…
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No puedo negar que me encanta el papel del amor y erotismo que prioriza Alfred Hitchcock en su trabajo, específicamente en Notorious, 1946 (Encadenados). Francois Truffaut le dijo “que no sólo era un especialista del suspense, sino también un especialista del amor físico en el cine”. (¿Se nota que Truffaut a-do-ra-ba a Hitchcock?)
Ahí tenía la posibilidad de hacer un film puramente cinematográfico. Por un lado, tenemos al hombre inmóvil que mira hacia afuera. Es un primer trozo del film. El segundo trozo hace aparecer lo que ve y el tercero muestra su reacción. Esto representa lo que conocemos como la expresión más pura de la idea cinematográfica.
Ya sabe lo que Pudovkin escribió sobre esto; en uno de sus libros sobre el arte del montaje, ha contado la experiencia que había realizado su maestro Liev Kulechov. Consistía en presentar un primerísimo plano de Ivan Mosjukin al que seguía el plano de un niño muerto. Sobre el rostro de Mosjukin se lee la compasión. Se quita el plano del niño muerto y se le reemplaza por un plato de comida, y en el mismo primerísimo plano de Mosjukin se lee entonces el apetito.
De la misma manera tomamos nosotros un primer plano de James Stewart. Mira por la ventana y ve, por ejemplo un perrito que bajan al patio en un cesto; volvemos a Stewart, que sonríe. Ahora, en lugar del perrito que baja en el cesto presentamos a una muchacha desnuda que se retuerce ante su ventana abierta; se vuelve a colocar el mismo primer plano de James Stwart sonriente, y ahora, ¡es un viejo crápula!
