En mi vida he sobrevivido a tantos, pero tantos roches que este último que me acaba de pasar me parece nimio… ¿Qué más podría decir? ¿Que me llega – altamente – el ridículo? Pues sí. ¿Ya qué más puede venir? Ni me lo quiero imaginar… Aunque, probablemente sea cierto eso que dicen que siempre se puede llegar más bajo, digamos…. oh Mon Dieu.
He estado caminando oronda – y dulcemente- por toda la calle con mi falda rota por la parte de atrás: una abertura de 20 centímetros. La usé para ir al teatro el día de ayer, el problema es que no sé en que preciso instante se rompió. Si ayer o el día de hoy… en todo caso, si se rompió ayer, mi pata – si es mi patapata – debío haberme dicho algo ¿no? Mí-ni-mo. Vuelvo a ver la abertura y me conflictúo terriblemente porque es e-nor-me…. es que es para llorar y lo peor de todo es que no sé desde qué preciso momento se rompió la – bienaventurada – falda. ¿O será que desde un instante – que podría llamar eterno – estuvo siempre así y me la puse en ese – negligente – estado sin saberlo? La pavada…
Hace tres semanas me pasó la misma cosa, pero con una – biológica- mancha roja. Esta es la situación más tenebrosa que una mujer teme pasar y ya me sucedió a mi – no sé si aliviarme porque sobreviví al roche. Me dije a mí misma que después de este hecho, había tocado fondo, que ya no había más vergüenza después de esa… pero creo que me equivoqué. La vida es una inoportuna – definitivamente-. Igualmente, mi patapata nunca me pasó la voz. Yo no entiendo francamente, porque si son tus pataspatas, ¿cuál es el faquin problema en que te digan, pucha, te manchaste? ¿acaso lo voy a odiar? ¿Acaso no es de buenos amigos acompañarse en las vergüenzas mutuas, en los roches más desastrosos? Continuaré reflexionando en la respuesta… a ver si algún día llego a una.
Otro roche que me pasó, fue de película. Bajo determinadas circunstancias, me encontraba delante de un salón de clases con aproximadamente sesenta alumnos de EEGGCC -. Nunca me llegué a enterar en qué preciso momento el cierre de mi pantalón jean se abrió. Sólo sé que me percaté que estaba completamente abierto, como quien te dice “mi-ra-me- mu-cho” luego de 20 minutos de haber comenzado la evaluación…. me dije, después de esto, ya nada más me puede pasar. ¡Mentira!
Uno de mis roches favoritos fue cuando estaba estudiando en segundo ciclo de la universidad, es una de mis verguenzas más dulces… la recuerdo con cariño. Por esos tiempos me moría – literalmente – por el profesor de Química, que era recontra chibolazo, hasta parecía estudiante. ¿Cómo es la vida para hacer que determinadas cosas sucedan en un determinado momento?
Si ese día no hubiera hecho tanto sol, probablemente yo no hubiera usado falda. Si el dpto. de infraestructura revisara periódica y constantemente las sillas de los salones, probablemente una determinada silla no estaría dispuesta para sentarse en ella sabiendo que está mal, y que cualquier persona que se siente en ella se caerá estrepitosamente con las patas arriba. Pero este mundo de probabilidades me jugó una mala pasada y se cumplieron en mí todas las coincidencias. Me caí de la silla, cuando estaba con falda, delante del hombre por quien me moría. La caída fue demoledora para mi pobre ego.
Yo intuyo que a partir de ese momento me volví inmune a hacer el ridículo ya sea en mi soledad o públicamente. Sin embargo, no quisiera seguir tentando más esta inmunidad… ¡ya no por favor!
La foto corresponde al genial film de Godard, Pierrot le fou, con Jean-Paul Belmondo y Anna Karina. La tomé de aquí