Me ensucié completamente. Mis labios sabían a tronco seco y mi corazón estaba muy feliz. Aparecieron más estrellas tintineantes… y recordé la historia de los Ángeles bellos como cuchillos…
La dulce Angel se enamoró de él. Se enamoró de su alma, de su inteligencia, de su corazón. Lo admiraba profundamente… era como si cada palabra que él dijera, ella lo guardara en su corazón quedito, para después recrear sus palabras y acariciar su alma, con la voz de su amado.¡Cómo lo admiraba! ¡Cómo lo quería! Él le hablaba del profundo amor a la libertad, de la justicia, de la solidaridad… oh, pero él no pensaba en ese amor de a dos. Él le hablaba del amor colectivo. Para él no había Romeo y Julieta…. para él había sólo Gorki y Bertolt Brecht.
La sensibilidad de Ángel estaba a flor de piel. Lo amaba. Lo seguía… Y él… bueno, él seguía a la revolución, al paro, a la toma de carreteras. Ángel sólo era una florecilla en el campo de sus sueños… un dulce sabor pasajero. Él lo era todo para Ángel.
Era la historia de Mario y Cossette – el secreto oculto de la experiencia de Victor Hugo – nuevamente contado en otro tiempo, en otro espacio, en otros labios. Era la historia de siempre… era mi historia y a su vez, tampoco lo era.
Era la eterna inspiración… era la escencia.
La foto es de Anna Karina, la musa de Godard en Vivre sa vie.
Y la tomé de aquí.