Santa María de Nieva, 4 de Marzo de 2010
El día 17 de Noviembre del año 2009, recordará Usted, Sr Presidente, tuve el alto honor de compartir con su persona la mesa de presidencia y la modesta cátedra de un evento cultural sencillo preparado por la Fundación Eco Verde en la noble capital de nuestra región con motivo de la presentación de la segunda edición del libro “Cuentos de la perra cazadora” del misionero jesuita P. José María Guallart, S.J. En aquella ocasión sus palabras, que agradecí en lo que me correspondía, elogiaron la labor educativa de los PP. Misioneros de la que era una muestra el libro que se reeditaba.
Es más, Usted elogió y financió generosamente dicha edición y contribuyó a su difusión en las escuelas de Amazonas. El libro estaba listo para ser editado en el mes de Junio. Yo le había dedicado la mayor parte de mis horas libres en los primeros meses del año. Y usted acaso se imagine cuál ha sido la causa de que ese libro, de paz y bien para el conocimiento y el entendimiento de nuestras culturas regionales, no pudo ser editado en aquel fatídico mes de Junio. “La perra cazadora” del P. Guallart fue la ocasión de conocernos con más cercanía
Imagínese mi sorpresa al conocer el contenido de una carta suya dirigida al Presidente García con fecha 09 de Febrero del 2009 (dada a conocer en la revista virtual AIDESEP el pasado mes de Febrero un año después) en la que denunciaba a catorce destacados “personajes” (así los llama Usted despectivamente) responsables máximos de la organización del paro amazónica del 2009, los cuales pretendían, según sus perspicaces observaciones policiales, bajo los pretextos de la reivindicación del indígena y la no explotación petrolera camuflar sus egoístas pretensiones turbiamente relacionadas por Usted con el tráfico ilícito de drogas y de madera ilegal así como con el tráfico de armas. Gravísimas acusaciones que claman por una elemental prueba que las sustente.
Entre sus catorce personajes he leído, con gran pasmo, mi nombre y dos apellidos, Fermín Rodríguez Campoamor, a los que honra dedicándoles el espacio más amplio de su carta-denuncia. A nombres de líderes muy conocidos en la selva les dedica apenas dos líneas mientras que a mi persona le concede nada menos que ocho líneas para explicar al Sr. Presidente de la Nación mi importante y peligrosa actuación que camuflo, “sacrílegamente”, sirviéndome de mis celebraciones religiosas (misas) y mis “Hojas parroquiales” para agitar al pueblo indígena y llevarlo a la subversión. Y, haciendo gala de una desbocada fantasía, Usted imagina que yo he organizado “una red de colaboradores de marcado espíritu agitador y violentista que se han distribuido por las diferentes comunidades Indígenas con la finalidad de fortalecer la medida de fuerza” repartiendo mis revolucionarias hojitas por toda la selva. .
La acusación, querido Sr Presidente, es gravísima y debería sustentarla mínimamente indicando siquiera un solo nombre de uno de esos mis revoltosos colaboradores o de una sola comunidad donde se encuentre establecida mi misteriosa red revolucionaria. Toda esta información es pura fantasía absolutamente inexplicable en un hombre elegido por el pueblo para ejercer la máxima autoridad política regional que exige un mínimo de seriedad, respeto y responsabilidad a la hora de “informar” ante el Presidente de la Nación sobre sus súbditos que acaso lo han votado y que, en cualquier caso, debe Usted velar por su dignidad y buen nombre como tarea primordial de su alta función de gobierno de acuerdo con el primer artículo de la Constitución.
Finalmente, dentro de su listado de personas para Usted sospechosas e indeseables, yo soy el único extranjero, como Usted subraya, y, junto con el P. Arana, los únicos no indígenas, por lo que vengo a cumplir con el perfil oficial del autentico azuzador de los pobres indígenas. ¡Por favor! ¿Usted se imagina que un pobre cura septuagenario ya desgastado y poco a poco desmemoriándose, y que ya no sabe apenas más que leer, escribir y hablar, sea capaz de financiar y agitar no sólo a esa docena de hermanos nativos de su lista, cuya mayoría desconozco, sino a tantos otros miles que ocuparon la carretera y la Estación 6 de Petroperú? Eso no se lo cree nadie más que la especie de mentirómanos que viven y quieren sobrevivir a base de mentir y enterrar la verdad lo más hondo que puedan.
Ignoraba en absoluto el gran interés que Usted alimentaba sobre mis misas y “hojas parroquiales”. Yo sólo recuerdo haberle visto en una ocasión sentado entre los fieles de mi parroquia que no son tantos como usted se imagina y yo desearía. Además le aseguro que es mínima, y bastantes veces nula, la participación de fieles indígenas en las misas dominicales. No recuerdo si Usted se sintió agitado aquel domingo por mi predicación o, a la salida, por la hoja parroquial. Le informo que nunca pasaron de 200 los ejemplares repartidos únicamente después de las dos únicas misas que se celebran los domingos en una y otra banda de Santa María de Nieva. Y le aseguro que jamás pasó por mi mente repartir esas hojas en ninguna comunidad nativa por la sencillísima razón de que están escritas en castellano y muy pocos podrían leerlas.
De todas maneras, si Usted sigue teniendo interés por conocer personalmente mis homilías y todas mis hojas parroquiales de los años 2008 y 2009, le puedo obsequiar con un cuaderno espiralado de fotocopias donde, a petición de un profesor de Nieva, he recogido todos esos peligrosos papeles que él, por el contrario, considera como un material útil para investigar con los alumnos la historia local de Santa María de Nieva.
Por otra parte tengo que agradecerle el efecto bumerán de su denuncia que se ha convertido en una publicidad gratuita de mis “hojas parroquiales”, si yo pretendiese editarlas en alguna ocasión. La lectura directa del texto –y no la escucha de comentarios ajenos- le ayudaría a descubrir que el tema de los derechos de los pueblos indígenas ocupa una presencia notable en las hojas parroquiales que revela una solicitud y preocupación por la solución de los graves problemas que plantea a nuestros hermanos indigenas la defensa de su tierra, su cultura y sus derechos. Preocupación hoy común a toda la Iglesia, especialmente a la Iglesia Latinoamericana como se ha manifestado en la gran Asamblea del Episcopado latinoamericano de Aparecida que utiliza la palabra acompañar para expresar su actitud pastoral ante los pueblos indígenas: “como discípulos y misioneros al servicio de la vida, acompañamos a los pueblos indígenas y originarios en el fortalecimiento de sus identidades y organizaciones propias, la defensa del territorio, una educación intercultural bilingüe y la defensa de sus derechos”(530). Este acompañamiento está muy lejos de poder confundirse con cualquier clase de agitación y violencia, conceptos totalmente ajenos a nuestras hojas parroquiales y nuestras eucaristías. Es simplemente una total calumnia atribuirnos un espíritu “agitador y violentista”.
Si Usted considera que esta tarea de acompañamiento de los pueblos indígenas en la defensa de sus derechos es impropia de la Iglesia y se opone a un auténtico evangelio, puede convocar a todos los Obispos de América Latina y el Caribe más al propio Papa Benedicto XVI para regañarles severamente y encauzarlos por el buen camino de la sumisión, la resignación y la paz de todo el pueblo bien educado y de las grandes empresas modernas internacionales y los gobiernos que las sirven o se sirven de ellas.
Si me permite, concluiría mi carta entrecomillando algunas de las últimas palabras de la suya: “sería conveniente que por su intermedio se canalice la acción necesaria para hacer prevalecer el orden constitucional” que nos obliga a respetar los derechos humanos de las personas y los pueblos, “y no someter el Estado a caprichos mezquinos” con informaciones fantasiosas que en lugar de dar a conocer la verdad de los hechos los desfiguran para encubrir a los verdaderos responsables de unas acciones que todos lamentamos y nadie quiere que vuelvan a repetirse.
Me hubiera gustado no tener que escribir esta carta, pero pienso que el silencio ante su carta sería la peor respuesta. Doy por supuesta la autenticidad de la carta avalada por su firma y sus sellos, pero siempre queda la posibilidad de impugnarla como una falsificación lo cual tendría que ser probado con razones muy convincentes.
La publicación de esta carta daña mucho más la reputación y el buen nombre de su autor que los de sus catorce inculpados. Por mi parte, discrepo totalmente del contenido de este escrito panfletario impropio de la autoridad de quien lo firma y sella.
Sin embargo, insistiendo en mi abierta discordancia con la carta, no me cierro al diálogo y al respeto amigable iniciado con Usted el citado 17 de Noviembre en torno a la simpatía común suscitada por la entrañable “Perra cazadora” del P. Guallart cuya reedición aquí en nuestra Amazonas pluricultural siempre estuvo alentada por la voluntad de “conocernos mejor, para amarnos, para unirnos y respetarnos más” (prólogo de los cuentos)
Fermín.
*Fuente: mi correo electrónico Leer más »