esa lagrimita invisible

(any time at all)

– Pero te podemos llevar a tu casa…

– No, no hay problema, el taxi tendría que darse una vuelta más y en la Javier Prado pasan combis a todas horas… (además estoy corta de monedas – proletaria encima). No es la primera vez que me regreso sola.

Me bajé del taxi y caminé escrupulosamente por el óvalo. No es tan cierto eso de que a cualquier hora pasan combis, al menos por esta ruta no pasan en todos los momentos. ¿Por qué me quedé con la creencia de que hay combis a todas horas? ¿Por qué creo que lo puedo resolver todo yo solita? Mirando el cielo azul me acordé de lo que él me dijo el otro día…

Mientras él me hablaba con el lenguaje de los ríos del universo, yo estaba expectante, mirando el cielo. Apareció una estrella y otra más y me di cuenta del arcoiris frente a nosotros. ¡Un arcoiris! – pintado en un banner – pero ¡era un arcoiris! – al fin y al cabo-.

– Tú deberías ser llevada hasta la puerta de tu casa… ¿Cómo se te ocurre que si quiera pasa por mi mente la idea de dejarte ir sola a estas horas de la noche? Diana, esto te va a sonar bastante machista de mi parte y todo lo que quieras… pero voy a correr el riesgo. Tú no debes permitir que te dejen partir sola de un lugar cuando es muy de noche, más aún si existe “un alguien” y ese “alguien” te aprecia. Diana, ¡déjate cuidar!

Y por un pequeño instante del tiempo hubo un silencio – dulce e infinito – como el minuto de silencio de Bande à part. Yo me sentía profundamente conmovida. Touché. Pero… eso no es ser machista… en todo caso, no me importa. ¡Oh, eso que dices es muy hermoso! La lagrimita corrió invisible y tímida, casi susurrando para que no le hagan daño.

¿Por qué no me dejaba cuidar? ¿Por qué me era difícil mostrarme vulnerable? ¿Para protegerme de qué? ¿De quién?

– Ya todo está dicho.

Miré el cielo nuevamente, la estrellita me guiñó un ojo. Sí… eso es guiñar un ojo muy pícaramente… la muy bandida… No respondí. El minuto de silencio pasó. Odile, Arthur y Franz comenzaron a bailar. Mi lagrimita invisible continuó su travesía por el río de mis preguntas y melancolías del antaño, del presente y del futuro.

Está bien… me dejaré cuidar. Pero necesito que me tengan paciencia para aprender a saber cómo. La respuesta se quedó en mi corazón. A él le dije gracias. El gracias más sincero. La lagrimita bandida se había ido al otro lado del río.

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La foto la tomé de aquí

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