Muhammad Yunus me parece un ser humano coherente y su obra, el Grameen Bank habla de él. Para Yunus es posible acabar con la pobreza y dicho anhelo no es un sueño inalcanzable sino viable si cada actor social trabaja coordinadamente para cumplir dicho objetivo. Claro que suena como que “si broder, hablamos luego aja, mañana te pago.” Pero no, no es así.
Para el autor de “Hacia un mundo sin pobreza” la concepción de una sociedad sin pobreza que permita que cada persona tenga la capacidad de cuidar de sí misma y satisfacer sus necesidades básicas es factible; absolutamente nadie moriría de hambre ni padecería desnutrición.
Recuerdo que Kliksberg mencionó una vez, que si no cambias algo por amor, porque eres ser humano, entonces hazlo por pragmatismo. Y Yunus completa esta idea al comentar que un mundo sin pobreza sería económicamente mucho más fuerte y mucho más estable de lo que es hoy: “El 20% de los habitantes del mundo, que hoy vive en extrema pobreza, se convertiría en personas con ingresos y capaces de gastar dinero. Generarían una demanda extra en el mercado, que haría crecer la economía. Aportarían su creatividad e innovaciones al mercado para aumentar la capacidad productiva del mundo.” Así que si no lo quieres hacer por amor, hazlo por pragmatismo.
Pero también lo que más me conmueve de Muhammad es que él era profesor de la universidad y mientras enseñaba bellas teorías académicas (porque simplemente se limitan a eso, a la teoría), la gente a su alrededor literalmente moría de hambre. Él no se encerró en su burbuja, sino que pasó por una gran crisis que lo hizo reflexionar más sobre su papel como ser humano y cómo sus conocimientos sobre economía podrían ayudar a mejorar una terrible situación.
Es así que Yunus decide abandonar la teoría y los manuales; huir de la vida universitaria y dirigirse a comprender la realidad que rodea la existencia de un pobre, descubrir la verdadera economía, la de la vida real y, para comenzar se dirigió a la pequeña aldea de Jobra ubicada en las vecindades del campus de la universidad. Ahí trató de comprender qué sucedía con las personas que vivían en pobreza.
Un día, se detuvo frente a una casa prácticamente destruida donde estaba una mujer que trabajaba el bambú para fabricar un piso. Su nombre era Sufia Begur, era delgada, la piel oscura, los ojos negros, vestida con un sari rojo. Cuando Yunus conversa con ella se entera que ganaba el equivalente a 22 centavos de dólar por día: El problema de la vida y de la muerte se reducía al manejo de unos pocos centavos. En el sistema económico con el que contaban, la situación de Sufia era tan precaria que jamás podría ahorrar, invertir y emprender vuelo económico. Sin embargo ella no pedía limosna y además no habría sido una solución definitiva y estaba atrapada en ese círculo vicioso: pedir prestado a un intermediario para venderle enseguida el producto de su trabajo. Era imposible salir de esa relación de dependencia. Y como siempre se entraría en un círculo vicioso muy macabro.
Sufia necesitaba crédito, pero desgraciadamente, no existía ninguna institución financiera que pudiera satisfacer las necesidades de los pobres en materia de crédito. El mercado del crédito, ante la ausencia de instituciones oficiales, estaba acaparado por los prestamistas locales, que arrastraban a sus clientes cada día más lejos en el camino de la pobreza. Las personas en la situación de Sufía en extrema pobreza, no son pobres por estupidez o por pereza. Ellos trabajan el día entero, cumpliendo tareas físicas de gran complejidad. Son pobres, porque las estructuras financieras del país no tienen la vocación de ayudarlos a mejorar su suerte. Es un problema de estructura y no de personas.
Es así que Yunus se transformó en prestamista y luego en banquero. Surgió el Graneen Bank, que apunta a un solo objetivo: acabar con la pobreza, esa plaga que humilla al hombre en lo más profundo de sí mismo. Fue por tal motivo que ganó el premio Nobel de la Paz 2006.
Yunus comenta lo siguiente: “Mi experiencia en el Grameen me dio una fe inquebrantable en la creatividad de los seres humanos. Me llevó a pensar que ellos no nacieron para sufrir hambre y miseria. Las padecen hoy, como en el pasado, porque hemos eludido el problema. Estoy profundamente convencido de que podemos sacar al mundo de la pobreza si sólo tenemos la voluntad de hacerlo. Esta conclusión no es fruto de una esperanza piadosa, sino el resultado concreto de la experiencia que hemos adquirido en nuestra práctica de microcrédito.”
Grande Yunus, gracias por recordarnos que no debemos vivir en nuestra burbuja pletórica de teoría académico-universitaria. Con esto no estoy diciendo que sólo acción y nada de reflexión. Sino por el contrario, una buena profundidad de reflexión, necesariamente te llevara a una acción potencializadora.