La deuda, esa enfermedad crónica que se ha instalado en nuestras vidas
Julio 19, 2010. Es indudable que la crisis se ha instalado entre nosotros y que ya nadie lo niega. Tal es así que hoy en día la palabra estrella es deuda. Deuda de particulares, en forma de hipotecas y créditos, deuda de empresas, deuda de ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos, deudas soberanas de las naciones, incluso de clubes de fútbol…. Y así todo tipo de estamentos, asociaciones, cofradías, etc. Todos ellos han acudido al mercado del dinero y han obtenido financiación hasta ahora con relativa facilidad. Y aquí surge la pregunta: ¿Quién presta ese dinero?, ¿quién ha podido ahorrar tanto dinero para poder prestarlo? Y además ¿cómo lo hace a un tipo de interés tan bajo?
Alguno podría tener la tentación de responder que con los excedentes de los particulares y empresas. Sin entrar en cifras que podrían marearnos, es evidente que los números no cuadran. La economía no ha podido generar tanto dinero como la deuda alcanzada a día de hoy. Tampoco cuadra el hecho de que si los niveles de deuda son preocupantes y la financiación empieza a escasear los tipos de interés no suban. Si el dinero es un bien escaso, su precio debe subir (tipo de interés). Un ejemplo que contradice esta teoría es Japón, que desde que entró en crisis, hace ya cerca de 20 años, ha mantenido los tipos de interés rondando el 0%. Si un país tiene graves problemas financieros quiere decir que no anda sobrado de dinero. Entonces, ¿cómo es posible esto?
Para comprender mejor estas cuestiones retrocedamos al año 1971, cuando Inglaterra y Francia reclamaron a EEUU oro por divisas en dólares. Hasta entonces el mercado de divisas se regía por el denominado patrón oro. El dólar tenía una correspondencia fija con el oro y eran intercambiables. Ante esta petición, la respuesta de EEUU fue negativa, rompiéndose de facto los acuerdos de Bretton Woods de 1944. El porqué de la negativa estaba claro, EEUU estaba inmersa en la guerra de Vietnam y no tenía suficiente dinero para financiarla. Solución: imprimir billetes verdes con la máquina de su Banco Central, confiando en la fe ciega que el mundo tenía en el dólar. Esta práctica ha venido utilizándose hasta nuestros días, y además por todos los Bancos Centrales del mundo sin excepción. El coste es mínimo y además como ejemplo, un billete de un euro o uno de 500 euros cuesta prácticamente lo mismo imprimirlo. Y muchas veces sólo es un apunte en una cuenta (el gobernador del Banco Central se convierte en un moderno Rey Midas y con su apunte filosofal crea dinero de la nada. Pura magia).
Esta práctica tan utilizada en nuestros días explica por qué se pueden mantener los tipos tan bajos, por qué se coloca prácticamente toda la deuda, por qué se acude tan rápidamente al rescate ante desfalcos, bancarrotas…Un ejemplo muy reciente lo tenemos hace tan sólo un mes, cuando nos dijeron que “Europa” acudiría al rescate de Grecia con 750.000 millones de euros. En primer lugar no sabemos lo que quiere decir “Europa” en términos financieros. En segundo lugar, cada país de la comunidad se comprometió a aportar su parte alícuota en función de los parametros establecidos entre ellos. En tercer lugar, la suma de las aportaciones de los quince no llegaba ni de lejos a la cantidad del rescate aludido. Y para más INRI, nadie que deba y mucho puede prestar a otros. ¿Cómo se hace, entonces? Pues muy fácil, se emite deuda que se coloca entre particulares y empresas y lo que falta se lo come el Banco Central con lo que se difiere como siempre el problema al futuro.Todo esto es muy bonito, pero esta bicoca que hemos inventado tiene un gran inconveniente: estamos creando dinero “de la chistera” y preocupantemente cada vez más. Sería interesante saber (nunca nos lo dirán) qué proporción de dinero “sacado de la chistera” sobre dinero generado por la economía real tenemos. Sospecho que ese ratio va en aumento y que será imparable si seguimos con este ritmo. En la última cumbre de los G-20, EEUU proponía aumentar el consumo para impulsar la economía. Traducción: imprimir más billetes.
La deuda, esa enfermedad crónica que se ha instalado en nuestras vidas ha venido para quedarse, se está haciendo cada vez mayor y nunca seremos capaces de amortizarla. Si no cambiamos de sistema, de valores o de forma de vida, el futuro que tenemos delante nuestro será predecible. No sabemos cuándo ni cómo sucederá, pero algún día nos daremos cuenta que debemos dinero a una máquina o a un inventor (prestidigitador) de billetes. Entonces ¿para qué devolver la deuda, si nuestro acreedor es una máquina o un apunte contable? Será ése el momento en que seamos conscientes de que el dinero no vale nada. Quizás entonces sea demasiado tarde o quizás ya lo sea hoy. Como siempre un deseo : ¡Ojalá me equivoque!
Fuente: Noticias de Guipuzkoa