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ESPECIALIZACIÓN E INTEGRACIÓN DEL SABER EN EL MUNDO MODERNO

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Por Sinesio López Jiménez

 

Gustavo Quiroz, destacado sociólogo peruano, asume en este interesante ensayo[1] un gran desafío intelectual: lograr un conocimiento integral superando la fragmentación de las especializaciones. Su experiencia profesional y su trayectoria académica y de investigación le han mostrado las potencialidades y los límites de las miradas parciales así como la fuerza teórica y práctica de una visión integral. Alcanzarla no es un acto sino un proceso y un viaje inacabado.

Me parece que no todos los profesionales y académicos están preparados para recorrer ese camino. A muchos ni les gusta probablemente. En Pensadores rusos (1979) Isaiah Berlín distingue dos tipos de intelectuales (los zorros y los erizos) apoyándose en un verso de Arquíloco, un poeta griego: “El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una sola gran cosa”. Los zorros son los intelectuales que prefieren el análisis a la síntesis, optan por el experimento, la inducción y la especialización en sus investigaciones. Son ratones de biblioteca. Los intelectuales erizos, en cambio, suben sobre los hombros de los zorros para mirar más lejos, prefieren las síntesis al análisis y optan por la deducción. Tienen una mirada de águila y elaboran visiones globales.

Quizás los primeros zorros fueron los intelectuales e investigadores de la Universidad de Gresham en la primera mitad del siglo XVII. Con sus investigaciones especializadas hicieron grandes descubrimientos en las diversas disciplinas (la circulación de la sangre, el descubrimiento del cometa Halley, etc) y las diversas ciencias hicieron grandes avances. Tras ellos vinieron los erizos que sistematizaron los logros científicos de los zorros, descubrieron las bases en que se apoyaron y los métodos que utilizaron y ofrecieron visiones de síntesis en diversos campos del saber: Bacon en la filosofía (el Novum Organon), Coke en el campo del derecho y Raleight en el campo de la historia.

Un enorme erizo del siglo XVII fue Hobbes que conoció no sólo a los clásicos griegos, romanos y del medioevo en su propio idioma sino también a todos los grandes científicos europeos de su época y a sus obras. En el siglo XVII se realizó un debate entre dos grandes erizos (Hobbes y Coke) sobre la soberanía.

A comienzos del siglo XX se realizó otro debate sobre el mismo tema entre otros dos grandes erizos: Kelsen y Schmitt. Hegel con su síntesis del Espíritu Absoluto (el arte, la ciencia y la filosofía) fue un erizo de polendas. Marx fue un gran erizo que sintetizó las principales contribuciones de los economistas ingleses y franceses del siglo XVIII  y XIX para ofrecer un nueva visión integral de la economía política.

Actualmente hay muchos intelectuales zorros, pero los erizos son una especie casi en extinción. Ellos están siendo reemplazados por los colectivos de grupos interdisciplinarios de investigación. Lo que sigue es un análisis de la tensión entre la especialización y la integración del saber en las investigaciones y reflexiones de algunos pensadores modernos y contemporáneos.

 

ESPECIALIZACION E INTEGRACION DEL SABER

Los pensadores clásicos griegos, Platón en particular, unificaron la verdad, el bien y la belleza a través de la sabiduría. Los pensadores medievales, especialmente Tomás de Aquino, mantuvieron esa unidad y le añadieron la fe como principio integrador.

El mundo moderno apostó más bien a la diferenciación de esferas en la realidad y en el pensamiento. Marsilio de Padua fue quizás el primero en separar la “sociedad civil” y la religión cuando, en Defensor Pacis (1324), pidió al Papa dedicarse a llevar las almas al cielo y dejar que la sociedad civil resuelva sus necesidades materiales apelando a la producción y a la distribución. Le siguió el republicanismo de las ciudades medievales que diferenció la historia de los hombres de la historia de Dios y de la Fortuna (Pocok, 1975).

Maquiavelo, el republicano por excelencia, hizo tres grandes revoluciones (de los fines, de los medios y de la ética) que permitieron diferenciar la religión de la política y de la ética como esferas específicas. Pero la diferenciación no es separación ni autarquía. Existe una relación entre ellas, especialmente entre la política y la ética cuando los fines buenos de la política se consiguen por medios no buenos. Allí surgen la ética y los valores para regular los medios no-buenos.

Maquiavelo (El Príncipe, 1513, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, 1512-1517) hace  estas diferenciaciones desde la comunidad de ciudadanos, que es la realidad primordial para el republicanismo, y desde la historia humana. Hobbes (Leviatan, 1651) y Locke (Segundo Tratado sobre el gobierno civil, 1690), en cambio, las hacen desde el individuo, que es la realidad primordial para el liberalismo, y desde la naturaleza humana (de guerra según Hobbes y de libertad según Locke) que da origen a un contrato entre los individuos del que emergen el Estado y la política. Estado y política absolutista en Hobbes para someter a los apetitos materiales desmedidos y eliminar la guerra de todos contra todos y estado y política liberal en Locke para dar continuidad al estado de naturaleza que es de libertad de los individuos. Maquiavelo es historicista mientras Hobbes y Locke son contractualistas.

Montesquieu (El espíritu de las leyes, 1748) es también historicista como Maquiavelo, pero existe entre ellos algunas diferencias. La primera es que mientras a Maquiavelo le interesa la forma como los hombres hacen la historia a través de la política y por eso mismo es una estratega de la acción, a Montesquieu le preocupan más bien las formas de incidencia de la historia en la política y el modo como la configuran como saber específico. Montesquieu es el fundador de la ciencia política, como bien lo ha dicho Althusser (Montesquieu, la politique e l´histoire, 1964). La otra diferencia es que mientras Maquiavelo se enfrenta al capital comercial y al protoliberalismo en pleno Renacimiento para afirmar el republicanismo, Montesquieu es un pluralista que asume el republicanismo y el liberalismo como bienes políticos que pueden coexistir. Es un republicano liberal.

Montesquieu investigó la dimensión normativa (las instituciones) de las diversas sociedades y trató de encontrar las causas y los tipos que la explican. Sostuvo que lo que articula la dimensión normativa de la ley y sus causas y tipos es l´esprit de lois (la cultura política) y que lo que vincula lo normativo social (usos, mores y costumbres) con sus causas y factores es l´esprit d´une nation (la cultura nacional).

Con el desarrollo agresivo del capital comercial y la derrota de las guerras religiosas y de los príncipes surge la monarquía absoluta en el siglo XVII que, para consolidarse, separa lo público de lo privado y corporiza esa separación en el hombre mismo (hombre privado y ciudadano) a diferencia del mundo clásico que la territorializaba (el oikos para los privados y la polis para los ciudadanos), como ha señalado Reinhart Kosselleck.

Del mundo privado emergen la crítica de los ciudadanos y la crítica de los intelectuales contra la monarquía absoluta dando origen a un nuevo público: la esfera pública (Kosselleck, Habermas) o lo público social como lo llaman los sociólogos. De la crítica de los intelectuales se desarrolla la ilustración que tiene dos variantes clásicas: la francesa y la inglesa. La ilustración francesa viene de las élites y de la filosofía, se expande a los diversos saberes en las universidades, se difunde en la prensa y llega hasta la calle. La ilustración inglesa proviene de la experiencia,  del experimento y de la ciencia, se desarrolla en las ciencias duras de la Universidad de Gresham en donde los investigadores analíticos hicieron varios descubrimientos científicos en diversas áreas del saber.

Sobre los hombros de los intelectuales analíticos se irguieron los intelectuales de la síntesis: Bacon en el campo de la filosofía, Raleigth en la historia y Coke en el Derecho. La ilustración inglesa fue el combustible de la revolución de Cromwell en 1648 y la francesa fue el combustible de la revolución francesa de 1789.

Rousseau (Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, 1755; El Contrato Social, 1762) no fue un hombre de la ilustración, fue más un sentidor que un pensador, pero escribió en la Enciclopedia. Intentó volver al republicanismo clásico de Grecia, Roma y de las ciudades república del medioevo en la época del Estado-Nación que lo hacían inviable. Combinó el republicanismo con la democracia directa. Volvió al estado de naturaleza (naturaleza humana), pero, a diferencia de Hobbes y Locke, no lo pensó como una realidad fija e inmutable sino como una condición humana que cambia y evoluciona, que no es de guerra (Hobbes) ni de perfecta libertad (Locke), sino imperfecta y de libertad limitada que encuentra su plena realización en el acto del contrato social. Allí surge el pueblo soberano, la voluntad general (que nos obliga ser libres) y los individuos se transforman en ciudadanos. La desigualdad es un producto de las relaciones sociales y no del desempeño individual como pensaba Locke.

El joven Hegel de La Constitución Alemana (1802) busca unificar la razón, la política y la historia, lo que le permite pasar del derecho natural al derecho positivo. El veía a la revolución francesa y a la nueva subjetividad que anidaba como el intento culminante por realizar los dictados de la razón humana en el mundo. El creía como Maquiavelo que la libertad se desarrolla en el Estado y en la ley y postulaba, por eso, la unificación de los múltiples estados fragmentados de Alemania en un solo Estado, como había sucedido en Francia, en Inglaterra y en España. Mantuvo estas ideas juveniles y las desarrolló en sus textos de madurez como Principios de la Filosofía del Derecho (1821).

Con la consolidación de la monarquía absoluta se inició, según Hegel, la larga marcha  del estado hacia la sociedad, cambiando la concepción de la historia. En el siglo XVIII ese interés por el estado y su historia se desplazó hacia la sociedad en un doble movimiento que pasó por caminos que se bifurcaban. El primero es el de la interrogación sobre la libertad que  se define tanto jurídica como políticamente y se convierte en social cuando está ligada a la civilización. El segundo movimiento hace aparecer directamente la historicidad de lo social y encuentra su punto de partida en Rousseau quien demuestra que no hay hombre natural, ni equilibrio entre el hombre y la naturaleza y que las relaciones sociales no están preinscritas en ninguna naturaleza, sino que se desarrollan en una historia, en “una lenta sucesión de acontecimientos”.

Hegel, como Adam Smith, define a la sociedad civil como un “sistema de las necesidades” individuales que se resuelven socialmente en la división del trabajo y en el mercado. El estado se sitúa en el filo de dos mundos: en el sistema de estados  que se totaliza en historia uni­versal, y en el de la sociedad civil de la que constituye su superación. La filosofía hegeliana del derecho se divide en tres partes: el derecho abstrac­to, la moralidad  y la eticidad. Las relaciones entre el individuo y la sociedad se regulan por el derecho abstracto que contiene prescripcio­nes de índole jurídica que considera a los interlocutores como iguales titulares de los mismos derechos. El tránsito del derecho abstracto a la moralidad es el tránsito de la responsabilidad jurídica a la responsabilidad moral.

El respeto a las personas y a sus in­tereses ya no procede del exterior, sino del propio individuo. Ahora, el sujeto debe querer el bienestar no sólo para sí, sino también para los demás. Ello nos lleva a una voluntad particular que se identi­fica con la voluntad racional y universal, y que pretende el bienestar de todos. La eticidad es la situación en la que el hombre, en vez  de ver en los deberes una impo­sición exterior, ve en ellos la realización de sus derechos. Si el derecho abstracto se basa en la coerción, y la moralidad en el deber ser, la eticidad se funda­menta en la confianza, es decir, en el nexo espontáneo que une a un individuo con sus semejantes. Se refiere a las ubligaciones morales que yo tengo hacia una co­munidad viva de la que formo parte.

La etici­dad se desarrolla dialécticamente en tres instituciones furndamentales, derivadas la una de la otra: la familia, la sociedad civil y el estado. La familia tiene su ori­gen en el amor entre los cónyuges, un amor que es justo y ético. Si la familia se basa en el altruismo, la sociedad civil lo hace en el egoísmo. En ella el individuo busca su interés pri­vado comportándose para ello con una “mezcla de necesidad fisica y capricho”. Se coloca ante un sistema de dependencia mutua en el que cada individuo, en la persecución de su conveniencia propia, promueve también naturalmente el interés de la totalidad.

La eticidad alcanza en el estado su realidad concreta y efectiva. El factor de cohesión es lo universal, no lo particular: El indivi­duo puede “vivir una vida universal” en el estado, donde sus sastisfacciones, actividades y modos de vida particulares están regulados por el interés común. Por tanto, el estado puede ser considerado como “la realización de la libertad”. En oposición a lo arbitrario, el estado encarna la razón. El estado es el lugar de la libertad si el individuo puede encontrar en él satisfaccion a sus intereses  racionales, no a sus caprichos. El Estado es razón en y por la ley: no por una ley trascendente y misteriosa, sino por sus leyes, por su reglamentación univer­sal de los asuntos particulares en el marco de una comunidad.

La contradicción esencial que funciona en los Principios se refiere al proceso de individualización en su relación con el proceso de socialización. Hay dos momentos de mediación decisivos: la moralidad, me­diación entre el derecho abstracto y la vida ética y la socie­dad civil que realiza el paso de la familia al estado en la vida ética. La moralidad determina el proceso de la individualización subjetiva: sólo con ella se puede hablar en rigor de sujeto. Y la “sociedad civil” es la esfera de mediación determinante para el proceso de socialización: momento de la organización social, de las corpora­ciones, de los estados, de la división del trabajo y del mercado.

A fines del siglo XVIII se inició una diferenciación estructural en las sociedades en proceso de modernización dando origen a los subsistemas económico, político, socio-cultural, cada uno de ellos con sus propios fines, organizaciones e instituciones. Entre ellos existen, sin embargo, relaciones funcionales que definen diversos niveles de integración sistémica. El siglo XIX es la época de la civilización liberal que devalúa la política y el estado y otorga la centralidad al mercado y a la sociedad. Según Polanyi está caracterizado por cuatro instituciones fundamentales que marcan la dinámica de las sociedades y de la cultura de ese siglo: el equilibrio internacional de fuerzas, el patrón oro internacional, el patrón-mercado y el Estado liberal. Estas instituciones marcaron la reflexión de los liberales, de Marx y los anarquistas.

 

Alexis de Tocqueville (1805-1859) combinó la reflexión y la acción política. Fue diputado por su circunscripción des­de 1839 y ministro de Asuntos Exteriores (entre junio y octubre de 1849). El eje político de sus reflexiones es la desaparición de la vieja sociedad aristocrática y el desarrollo de un movimiento hacia la igualación de las condiciones, hacia la reducción de las diferencias de clases y hacia la igualdad. El movimiento hacia la igualdad, hacia el fin del orden aristocratico, es  “una fuerza desconocida, que se puede intentar canalizar o moderar, pero no vencer”.

 

En La democracia en América (1835) considera que la democracia es la característica de un nuevo mundo que requiere “una nueva ciencia política”. Concibe la democracia no como una una forma de régimen político sino como un tipo de sociedad. Lo que caracteriza a la democracia no es la participación política o las libertades, sino la igualdad entre los ciudadanos y, por consiguiente, la inexistencia de jerarquías sociales. El desarrollo de las tendencias igualadoras no conduce a una sociedad de individuos más libres y autónomos, sino a una sociedad más gris, más mediocre, en la que nadie podrá destacar de sus conciudadanos y en la que la opinión pública ejercerá una severa censura sobre las conciencias independientes. Y todo ello, precisa­mente, en nombre de la igualdad y de la democracia. La democracia, que tiende inexorablemente al refuerzo del poder central frente a los poderes locales y que amenaza con generar una situación de unifor­mismo social, comporta riesgos de despotismo.

En El Antiguo régimen y la revolución (1856) Tocqueville afirma que el año 1789 no debe ser visto como una ruptura con el Antiguo Régimen, sino como una continuidad del mismo. Tocqueville encuentra que la centralización del estado, la burocracia, el ejército nacional, la diplomacia, el desarrollo económico, la autonomía del campesinado y el debilitamiento de la élite señorial fueron obra del Antiguo Régimen y que la obra principal de la revolución francesa fue barrer los obstáculos que impedían el pleno desarrollo de esos procesos modernos. El desarrollo del estado absoluto en la monarquía francesa del siglo XVIII no  hace sino iniciar la tarea de igualación social y de erosión de los privilegios aristo­cráticos y locales. En este sentido, no  es más que la continuacion  de un largo proceso de revolución social, entendida como movimiento hacia la igualdad. La revolución social es un proceso de cambio “de onda larga” mientras la revolución política es de corta duración y de coyuntura.

 

No se puede resistir a la democracia, pero se puede actuar so­bre sus contenidos y sobre sus formas. Como a John Stuart Mill, a Tocqueville le preocupaba  el “despotismo de la mayoria” y, para combatirlo, sugiere un conjunto de elementos que pueden ayudar a las futuras sociedades democráticas: un gobierno lo­cal fuerte y autónomo, el mantenimiento de una fuerte red asociativa privada, la religiosidad compartida, un gobierno central “moderado” con división de po­deres, un  poder judicial efectivamente independiente, una prensa libre y crítica.

 

No son los elementos institucionales sino sobre todo elementos de tipo social insertados en las costumbres y en lo que después se llamará “cultu­ra política”  los que pueden hacer posible el difícil objetivo de compaginar la democracia y  la libertad. El gran desafío es, pues, cómo hacer compatible la nauraleza igualitaria de la sociedad democrática con la libertad (que conduce a la diversidad), con la capacidad creativa y con la solidaridad. Tocqueville sostiene que hay dos tipos de democracia: no libre y libre. La primera es aquella que sólo es un tipo de sociedad, la segunda es aquella que, además de igualitaria, ha sabido construir un conjunto de instituciones que defienden la libertad.

 

Tocqueville es uno de los fundadores de las modernas ciencias sociales, en parte por su recurso a un esquema analítico basado en las clases sociales pero sobre todo por su tendencia a razonar en términos de lo que Max Weber llamó “tipos idea­les”. Tocqueville es, como lo señaló Raymond Aron, el sociólogo de la comparación. Sus obras fundamentales, La Democracia en América y El Antiguo Régimen y la Revolución de 1848, sentaron las bases de uno de los enfoques teóricos y metodológicos más consistentes de la sociología política y de la ciencia política: la política comparada. ¿Por qué la democracia norteamericana es libre y la francesa es, en cambio, no libre?. ¿Por qué los norteamericanos son pragmáticos y los franceses, en cambio, son amantes de las ideas generales?. ¿Por qué la revolución  se produjo primero en Francia, que era un país menos feudal y más desarrollado, y no en otros países del continente europeo que eran más feudales y menos desarrollados?. Las respuestas a estas preguntas y a otras parecidas inspiraron, utilizando el método comparativo, varios libros clásicos de la teoría política moderna.

John Stuart Mill fue un intelectual cultivado y erudito. Conoció a los clásicos griegos y romanos y escribió sobre diversas disciplinas modernas: economía política, filosofía, política, etc. Para Stuart Mill (Sobre la libertad, 1859) la felicidad era el único fin de la existencia humana, pero ella no se encontraba en la racionalidad ni en la satisfacción material, sino en la diversidad, la plasticidad y la plenitud de vida. Pensaba que si la sociedad no tuviera conflictos habría que inventarlos para evitar la monotonía y el aburrimiento. No es el entendimiento lo que diferencia al hombre de los animales sino la capacidad de elección. Detestaba la estandarización, el conformismo, la uniformidad porque ahogaban la libertad de los individuos. Esta es una crítica central a la modernidad que Hannah Arendt profundizó posteriormente en La Condición Humana.

Mill era un empirista pues pensaba que ninguna verdad puede ser establecida racionalmente si no es a través de la observación. Creía que las ciencias sociales eran demasiado confusas para ser llamadas ciencias. No hay en ellas generalizaciones validas, ni leyes y, en consecuencia, no se puede deducir de ellas predicciones o normas de acción.

 

Aunque temía la centralización de la autoridad y la inevitable dependencia de cada uno respecto a todos y la “vigilancia de cada uno por todos”, creía que los males de la democracia se podían combatir con más democracia. Sólo ella puede educar a un número suficiente de individuos para la independencia y la libertad. Postulaba el sufragio universal, incluidas las mujeres, pero postulaba el voto calificado: el voto de un ignorante, decía, no puede ser igual que la de un sabio. Pensaba que la participación política de todos nos hace mejores ciudadanos y hombres más libres. Creía que ninguna sociedad es libre, cualquiera que sea su forma de gobierno, si las libertades no son respetadas y garantizadas en su totalidad. La humanidad sale ganando si consiente  a cada cual vivir a su manera sin obligarlo a vivir a la manera de los demás.

 

Marx fue un teórico y un político. Tuvo un proyecto intelectual y político cuyo objetivo central fue la búsqueda de la igualdad y la justicia y cuyo desarrollo teórico implicó muchas profundizaciones que terminaron en diversas rupturas. Desde el comienzo de sus reflexiones, Marx buscó articular la teoría con la política o, si se quiere, darles una base racional a sus apuestas políticas. Marx fue un hombre de la ilustración que creyó firmemente en la fuerza de la razón para explicar los diversos problemas del capitalismo y de la humanidad y para darle eficacia a la acción política. Pensó que los obreros no tienen ideales a conquistar sino intereses a desarrollar. Esa racionalidad se aplica sobre todo a las diversas dimensiones de la vida social en la larga y mediana duración, pero también en la coyuntura. Marx pensaba que la elaboración de un programa socialista requería el conocimiento de las leyes del capitalismo y que el establecimiento de una estrategia política exigía el conocimiento de las correlaciones entre las clases sociales y la naturaleza del Estado (Crítica del Programa de Gotha, 1875). Reconoce, sin embargo, que en la coyuntura interviene no sólo racionalidad que despliegan los actores, sino también las correlaciones coyunturales de fuerza y el azar. Esto hace que la política en la coyuntura sea un espacio de gran incertidumbre.

El proyecto teórico de Marx consistió, por un lado, en la búsqueda de las raíces económicas que explican las luchas sociales, políticas y culturales de las clases populares, en particular de la clase obrera, para fundar una política igualitaria y justa y, por otro, en la investigación de los nudos contradictorios que pueden llevar a la revolución y al socialismo. A medida que avanzaba en sus investigaciones, Marx fue afinando y precisando lo que en sus inicios llamó genéricamente condiciones económicas y sociales hasta llegar a la teoría de la plusvalía y a sus diversos desarrollos así como a las dinámicas contradictorias que podían conducir al estallido del sistema. Hay otras dos constantes en sus apuestas políticas: el protagonismo central de los obreros y la aspiración al socialismo y al comunismo de la sociedad futura que quería construir.

Marx pensaba que las diversas dimensiones de la vida social (la economía, la sociedad, la política, la cultura) eran realidades diferenciadas, pero no separadas y que era posible establecer conexiones explicativas entre ellas. Esas conexiones eran generalmente relaciones asimétricas en las que la economía era determinante frente a las otras dimensiones de la vida. Una de las cosas que Marx celebró, en el famoso Prólogo de Contribución a la Crítica de la Economía Política, fue haber logrado visualizar ciertas articulaciones contradictorias en la estructura del capitalismo –las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción- que podían conducir a la revolución.

Vinculados al tema anterior, hay dos problemas que Marx analizó y a los que dio, si no respuestas contradictorias, salidas en tensión: la relación estructura-superestructura y la relación entre acción y estructura. En los diversos escritos –desde los tempranos hasta los de madurez- Marx tendió a afirmar un cierto determinismo de la estructura sobre la compleja superestructura (cultura, ideología, política, estado). Es el peso de la estructura económica y social –las relaciones sociales de producción- el que determina y explica las formas de pensar, las creencias, las luchas políticas y la organización del estado.

Gramsci en Il materialismo storico e la filosofía de Benedetto Croce (1971) hace una lectura no determinista del Prólogo de Marx cuando sostiene que “los hombres toman conciencia de las contradicciones de la estructura en el campo de la cultura y las resuelven el campo de la política”.

En sus escritos políticos de coyuntura, en especial en El Dieciocho Brumario de Luis Bobaparte, Marx examinó la relación micro-macro (individuo-sociedad) y el tema de la acción política y su relación con la estructura. Aunque reconoce el peso de la estructura, Marx subrayó en esos escritos la capacidad de acción de determinados actores para incidir en la estructura, pero reconoce al mismo tiempo dos límites que esta pone a los proyectos y acciones de los actores: 1. Ninguna sociedad se plantea problemas para cuya solución no estén dadas las condiciones y 2. Ninguna sociedad desaparece sin haber desarrollado antes todas sus potencialidades. Si bien Marx prefiere a los actores colectivos –movimientos sociales, partidos, fracciones- nacidos de las diversas clases sociales para analizar las situaciones políticas, reconoce también el papel de los individuos como actores en sus relaciones con las estructuras. Pero los individuos de Marx difieren de los de Locke y de los del liberalismo. No son individuos ontológicos sino acotados. Ellos expresan categorías económicas (obrero, burgués, pequeño burgués, aristócrata) o categorías políticas (liberal, republicano, socialdemócrata, orleanista, etc) o situaciones peculiares en las relaciones de fuerza (bonapartismo). Napoleón III en El Dieciocho Brumario y Espartero en Revolución en España son ejemplos típicos de individuos situados que, pese a que son productos de correlaciones peculiares de fuerzas sociales y políticas, expresan con fidelidad las coyunturas en las que operan y son al mismo tiempo sus actores centrales.

Marx pensaba también que era posible analizar las relaciones complejas entre la economía, la sociedad y la política no sólo en la larga y mediana duración sino también en la corta duración o coyuntura. En sus artículos políticos de coyuntura se esforzó por mostrar las relaciones complejas entre el ciclo económico, el ciclo social y el ciclo político, pero no siempre lo logró. Quizá el análisis más logrado de la articulación de los ciclos sea La guerra civil en los Estados Unidos (1864).

Marx desarrolló el conjunto de sus investigaciones que articulan estas diversas dimensiones asumiendo una perspectiva epistemológica y metodológica que él llamó el método dialéctico y que es punto 3 de la Introducción a la Contribución a la Crítica de la Economía Política que no publicó con esa obra, pero que luego apareció como apéndice de esa o como Introducción de la Grundisse en español. El método de Marx no sigue la marcha de la razón hacia la realidad (como Hegel) sino que parte de lo concreto real, se desplaza hasta descubrir las determinaciones simples de la realidad concreta y vuelve a ella como concreto pensado: “Lo concreto es concreto por ser la síntesis de muchas determinaciones, o sea, la unidad de aspectos múltiples. Aparece por tanto en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado y no punto de partida, aunque es el verdadero punto de partida y también, por consiguiente, el punto de partida de la contemplación y representación. El primer procedimiento ha reducido la representación plena a definiciones abstractas; con el segundo, las definiciones abstractas conducen a la representación de lo concreto por medio del pensamiento”.

Weber escribió sus obras, en particular Economía y Sociedad (1922), en diálogo con Marx. Frente a la racionalidad absoluta de este, aquel defiende una racionalidad limitada. Combatió a los que mezclan el pensamiento racional con la política o con la afectividad y a los creen que la ciencia es capaz de captar todos los secretos de la naturaleza y del hombre. Weber se inscribe en la perspectiva de lo que Freud, desde el enfoque del sicoanálisis, llamó “la tercera herida narcisista de la modernidad” que consiste en el eclipse de la centralidad de la razón para explicar el mundo físico y social. La primera herida fue inferida por Copérnico con la dilución de la centralidad de la tierra en el universo y la segunda, por Darwin con el desplazamiento de la centralidad del hombre en la cadena de los seres vivos.

Weber sostiene en Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo (1904-1905) que la racionalidad es propia de Occidente. Ella es una de las características de la modernidad. La racionalidad trajo consigo no sólo la profanación de la cultura occidental sino también la diferenciación de los sistemas que, sin embargo, se compenetran entre sí: la empresa capitalista y el estado moderno. Ellos constituyen, respectivamente, la institucionalización racional de la acción económica y de la acción administrativa de acuerdo a fines.

Weber se empeñó en demostrar que la ciencia tiene un sentido y que vale la pena dedicarse a ella aunque despoje al mundo de su encanto. Diferenció las ciencias naturales de las ciencias de la cultura y, dentro de estas, las que se refieren a la comprensión y las explicativas. La comprensión alude al sentido y a los valores que anida la acción humana y la explicación se refiere a la concatenación causal de hechos y procesos y a los tipos ideales. La comunidad de las ciencias sociales tiene sus reglas: 1. La ausencia de restricciones para la búsqueda de los hechos duros. 2.  La ausencia de restricciones al derecho de discusión. 3. La ausencia de restricciones al derecho de desencantar lo real.

Weber era un individualista metodológico. El pensaba que las organizaciones e instituciones más complejas de la vida social, el estado y la empresa por ejemplo, se podían reducir a acciones simples con sentido de los individuos. Estaba lejos del holismo duro (El capital) o del holismo light o anti-reduccionismo (análisis políticos) de Marx.  Max Weber fue un hombre de ciencia y no un hombre político ni un hombre de estado, aunque se apasionó por la cosa pública durante toda su vida. Entendió que las virtudes del político son incompatibles con las del hombre de ciencia y que no se puede ser al mismo tiempo hombre de acción y hombre de estudio sin faltar a la vocación de ambas. Son actividades diferentes, pero existe entre ellas una relación. Obrar razonablemente es adoptar la decisión que ofrezca más probabilidades de conseguir el fin que se pretende. Una teoría de la acción es una teoría del riesgo al mismo tiempo que una teoría de la causalidad.

 

Weber definía la política, no por sus fines, sino por el medio específico que utiliza para actuar: el monopolio legítimo de la violencia. Esto significa que la vida de terceros está en manos de los políticos y, por eso mismo, tienen que actuar con la ética de la responsabilidad que tiene en cuenta los resultados de su acción, a diferencia de los intelectuales que actúan de acuerdo a la ética de convicción, esto es, de acuerdo con su conciencia y con sus creencias. Si alguien quiere mantener sus manos limpias, entonces que no se meta a la política. Weber pensaba que el político nace con ciertas virtudes especiales, no se hace. Weber definió el estado como “una asociación de dominio institucionalizado que, dentro de un determinado territorio (el “territorio” es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima”. Es una relación de dominio de hombres sobre hombres que se procesa a través de la burocracia y de las leyes cuyo capacidad de darlas monopoliza. Como asociación ha expropiado sus funciones de las capacidades que tiene la sociedad. Como expropiador de los medios de administración transformó a los viejos administradores en empresas políticas y en políticos al servicio de los señores políticos. De este proceso nacen los políticos que viven de la política y los que  viven para la política. Los primeros vienen de los estratos medios y bajos y los segundos de las clases acomodadas.  De las empresas políticas proceden los funcionarios profesionales y los funcionarios políticos que llegan y se van con el gobierno al que sirven.

Weber es el teórico de la democracia elitista o de la democracia como equilibrio. Define a la democracia como un método a través del cual los ciudadanos eligen a sus gobernantes y los dejan gobernar. La democracia deja de ser sustantiva para transformarse en procedimiento. Los ciudadanos dejan de ser tales para devenir electores. Para que haya democracia en una sociedad de organizaciones es necesario ponerse de acuerdo en los procedimientos porque ya no es posible ponerse de acuerdo sobre bienes y valores. El sufragio universal, por un lado, genera masivas y múltiples demandas y, por otro, impulsa a que diversas empresas políticas (los partidos) produzcan las ofertas necesarias para atender esas demandas.

 

Habermas es un filósofo y sociólogo que se inscribe en la corriente del pensamiento de la Escuela Crítica de Frankfurt, fundada por Adorno y Horkheimer. La mayoría de sus obras se inscribe dentro de la filosofía de la praxis. Ha tratado temas como la opinión pública, la ética, el estado y el derecho, la democracia deliberativa. Una de sus primeras obras que tuvo gran impacto en el mundo académico fue Historia y Crítica de la opinión pública (1962) en la que analiza la transformación estructural de la esfera pública en el mundo moderno y su incidencia democrática y de apertura del campo cerrado de la monarquía absoluta a través de la crítica. A partir de las revoluciones burguesas, la esfera pública se convierte en el sustrato necesario de los debates públicos a través de los cuales la ciudadanía se afirma en su dimensión subjetiva. Esta obra fue inspirada por algunas ideas de Kant sobre la ilustración, en particular por los conceptos referidos al uso público de la razón.

En trabajos posteriores discutió las peculiaridades del capitalismo tardío y sostuvo que los presupuestos teóricos del marxismo no eran adecuados para analizarlas y entenderlas. La tesis central es que existe una contradicción insuperable entre la lógica del capital, dirigida a la obtención del beneficio privado, y las necesidades de justificación pública del ideal democrático. Este conflicto es la base de la crisis de legitimación del capitalismo tardío. La crítica de Habermas es que Marx reduce la praxis humana al trabajo como eje de la sociedad, en demérito del otro componente de la praxis humana que es central: la interacción mediada por el lenguaje. A diferencia de Marx, Habermas entiende que el cambio social debe darse en el ámbito de la comunicación y del entendimiento entre los sujetos.  El problema de la emancipación marxiana debe ser reencausado así hacia el estudio de la evolución de estas esferas de interacción social. Es necesario establecer una conexión racional entre el progreso técnico y la vida social utilizando los espacios de comunicación social basados en las discusiones públicas libres e igualitarias.

 

Habermas sostiene que existe una indudable relación entre razón y realidad, que esta se construye en la interacción comunicativa y que aquella (la razón) debe estar estructurada también de forma comunicativa. En Teoría de la acción comunicativa (1987) el enfoque es sistémico-fenomenológico. Habermas parte de la idea que la sociedad moderna es al mismo tiempo mundo de la vida y sistema y que lo que rige al primero es la acción y al segundo, la función. El mundo de los sub-sistemas (económico, social y político) se guía por la racionalidad instrumental y el de la vida, por la racionalidad comunicativa. Sostiene asimismo que el mundo de la vida y los subsistemas se retroalimentan, pese a estar regidos por lógicas distintas: la integración social en el mundo de la vida, la integración sistémica en los subsistemas. En el caso de la sociedad civil, son la cultura, la sociedad y la personalidad los que constituyen sus bases estructurales que la relacionan con el sistema social. Como conjunto de asociaciones voluntarias y libres, la sociedad civil se mueve por la lógica de la acción: los valores, las normas y los fines como orientaciones de acción y los diversos tipos de acción que tienden a modificar o a mantener los mundos objetivo, físico y social.

 

El concepto de Habermas de mundo de la vida tiene dos niveles distintos que, si son adecuadamente clarificados y diferenciados, conducen a la ubicación precisa de la sociedad civil en el mundo de la vida y en su relación con los subsistemas. Por un lado, recogiendo los niveles más profundos del concepto parsoniano de cultura, Habermas señala que el mundo de la vida tiene tres componentes estructurales – cultura, sociedad y personalidad- que pueden ser diferenciados unos de otros. En la medida que los actores entienden y se ponen de acuerdo mutuamente sobre su propia situación, ellos comparten una tradición cultural. En la medida que ellos coordinan sus acciones mediante normas intersubjetivamente reconocidas, ellos actúan como miembros de un grupo social solidario. Como individuos que crecen dentro de una tradición cultural y participan en la vida del grupo, ellos internalizan orientaciones, valores, adquieren competencias de acción y desarrollan identidades individuales y sociales.

 

Por otro lado, la reproducción de la tradición cultural, la organización de las solidaridades y la construcción de las identidades no se limitan a las bases culturales y lingüísticas sino que comprenden también una segunda dimensión del mundo de la vida, esto es, sus específicos componentes sociológicos o institucionales: Las instituciones de la cultura (incluidos los medios de comunicación), los grupos sociales y asociaciones, las instituciones de socialización.  Es en este nivel institucional donde emerge el concepto de sociedad civil. Pero para que las instituciones de la sociedad civil no aparezcan absorbiendo arbitrariamente sus respectivas bases estructurales ni éstas aparezcan invadiendo y avasallando a las instituciones que las concretan y canalizan,  es necesario diferenciarlas institucionalmente a través de la ley civil y de la ley pública, esto es, a través de la esfera privada y de la esfera pública.

 

En Facticidad y Validez (1992) Habermas sostiene que hay dos modelos de relación entre la esfera pública y la sociedad civil del mundo de la vida y el conjunto de los subsistemas: el modelo de asedio y el modelo de esclusas. El primero relaciona a ambos mundos en forma directa sin mediaciones, por la simple fuerza de la publicidad; el segundo los vincula a través de mediaciones institucionales, generalmente los partidos.

 

 

Sinesio López Jiménez, Agosto del 2019

 

[1] Este breve artículo fue publicado como prólogo del libro  El Espejo roto y fragmentado del mundo (Amazon, 2019) del sociólogo Gustavo Quiroz Arbulú.

POBREZA MATERIAL Y POBREZA DE ESPÍRITU

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                                               Sinesio López Jiménez

Los mitos también mueren. Los mata la dura y cruda realidad que quieren embellecer. Que el modelo neoliberal ha reducido la pobreza es uno de ellos. Que (el segundo gobierno de) García redujo drásticamente la pobreza es otro, aunque este lo inventó el hombre del ego colosal para su propio consumo y el de su pequeña corte.

La reducción de la pobreza se explica por la intervención y concatenación de un conjunto de factores y procesos, el más importante de los cuales es el crecimiento económico que incide en el empleo directo e indirecto y en los ingresos de la gente. Otro factor igualmente importante es la política de distribución del crecimiento a través de la aplicación de una política impositiva y de las políticas sociales. Un proceso no menos importante es el establecimiento de un adecuado marco político-institucional que ayude tanto al crecimiento y a la distribución como al adecuado diseño de políticas sociales para combatir la pobreza.

Las altas tasas de crecimiento entre 2003 y 2014 se explican, a su vez, no por el modelo neoliberal, sino principalmente por el largo boom exportador gracias a la demanda y a los altos precios de las commodities. La falla estuvo por el lado del establecimiento de políticas de distribución del crecimiento. A todos los gobiernos (Toledo, García, Humala, PPK) les interesó poco o nada aplicar una política impositiva para distribuir adecuadamente el crecimiento. Aumentaron los ingresos fiscales por el incremento del valor de las exportaciones, pero la presión tributaria se mantuvo casi igual entre 15% y 16% del PBI, pero hoy estamos en 12.9%, lo que es un escándalo.

Salvo el de Humala, ningún otro gobierno del boom exportador tuvo interés en desplegar políticas sociales agresivas para reducir la pobreza. Todos los gobiernos tuvieron y mantuvieron condiciones políticas e institucionales que ayudaron al crecimiento económico y a la distribución a media caña, permitieron una adecuada marcha del gobierno y de las políticas públicas y generaron una cierta estabilidad política, salvo los dos últimos años de Humala que fue afectado por la pérdida de la mayoría parlamentaria y el año y medio de PPK que tuvo que enfrentar un gobierno dividido. Humala y PPK agravaron la situación porque, en vez de enfrentar la desaceleración económica con políticas expansivas del gasto público, lo hicieron con políticas de ajuste.

Lo que ha agravado la situación difícil que veníamos arrastrando, primero con la desaceleración económica debido al fin del superciclo exportador y luego con el desastre del niño costero, ha sido el gobierno dividido (dentro del presidencialismo parlamentarizado) en que se libraron las guerras fujimoristas, una, entre KF y PPK, para vacar al Presidente de la República y otra, la fratricida entre KF y Kenyi, para liberar a AF. La victoria de los hermanos (salida de PPK e indulto de AF) ha sido obtenida al alto costo de generar inestabilidad política, acentuar la desaceleración, paralizar el país, aumentar la pobreza. La pobreza material de miles de peruanos ha subido en estos dos últimos años, en gran medida, gracias a la pobreza de espíritu de los hermanos Fujimori. Que asuman su responsabilidad.

 

FORMAS DE ESTADO, CLASES Y PARTIDOS EN AL

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Sinesio López Jiménez

El Estado moderno ha sido visto desde diversas perspectivas: racionalidad e irracionalidad, interés particular dominante e interés general, coerción y consenso, autonomía y subordinación, estamento y nación. Este artículo presenta abreviadamente algunas de estas perspectivas en algunos autores clásicos y contemporáneos. El Estado asume diversas formas que dependen de las modalidades de desarrollo capitalista y de las coaliciones sociales y políticas que pugnan para forjarlas. En este artículo se presentan esas diversas formas para el caso latinoamericano a partir de algunos trabajos de Fernando Henrique Cardoso y de Rosemary Thorp . La relación entre las formas de Estado y los tipos de desarrollo capitalista no es directa sino mediada por clivajes sociales y por los sistemas electorales y los partidos, razón por la cual se plantean una serie de hipótesis de trabajo sobre esas relaciones complejas con la finalidad de desarrollar futuras investigaciones. Por razones de espacio, ha quedado fuera de este artículo el análisis de las transiciones económicas y estatales que son momentos constitutivos de tipos de estado y de desarrollos capitalistas en los que se puede examinar, como en un laboratorio, a los actores, las estrategias y las políticas, los conflictos y las coaliciones, las relaciones entre la economía y la política, las crisis, así como las estructuras y contingencias que les dan origen.

1. El Estado : Perspectivas de Análisis

Cinco han sido los temas principales en torno a los cuales ha girado el debate sobre el Estado moderno: racionalidad e irracionalidad , interés particular dominante e interés general , coerción y consenso , autonomía y subordinación , estamento y nación . Estas perspectivas del Estado han sido presentadas generalmente en forma unilateral o sólo parcialmente articuladas. Un análisis complejo del Estado que ayude a los fines de investigación empírica sobre el tema requiere, por un lado, integrar estas cinco perspectivas y, por otro, concretarlas y operacionalizarlas, teniendo en cuenta las principales investigaciones que se han realizado sobre el mismo. Esto es lo que propongo en el cuadro N. 1.

CUADRO N. 1. DIMENSIONES DEL ESTADO, SEGÚN PERSPECTIVAS DE ANALISIS

Perspectivas de
Análisis Dimensiones para la investigación del Estado
Racionalidad e
Irracionalidad Diferenciación y especialización institucional
Calificación de los funcionarios
Racionalización de las instituciones del Estado
Eficacia de las instituciones

Interés particular e
Interés general Coaliciones que sustentan el Estado
Grado de cerrazón y apertura del Estado
Forma política de apertura
Sistema legal
Igualdad ante la ley
Igualdad de oportunidades
Políticas públicas ( económicas, sociales y culturales)

Coerción y
Consenso
Rol militar y político de las FF.AA.
Presupuestos militares
Importancia y estabilidad de instituciones hegemónicas
Presupuesto dedicado a la educación y cultura

Autonomía y
Subordinación Monopolio de la violencia legítima
Importancia de las FF.AA
Densidad institucional del Estado
Calificación de los funcionarios
Presión tributaria

Estamental y
Nacional Dominio sobre el territorio nacional
Nivel de integración social
Grado de cerrazón y apertura
Forma de apertura política
Reconocimiento y extensión de los derechos ciudadanos
Existencia de garantías a los derechos
Multiculturalidad estatal

Los estudios más relevantes del Estado tanto clásicos como contemporáneos lo han visto como una forma política de dominación social de la época moderna a través de la cual una clase impone su dominio sobre otras apoyándose en la ley, en el monopolio de la violencia legítima y en la burocracia. Marx y Weber hablan de la burguesía y el capitalismo para explicar el Estado; Otto Hintze, de caudillos políticos y de caudillos empresarios; Barrington Moore, de elites rurales y apertura al mercado; Tilly, de coerción y capital, Clauss Offe, de la protección de los intereses colectivos de todos los miembros de una sociedad de clases dominada por el capital, Thedda Skócpol, de autonomía del Estado frente a las clases sociales y a los sistema de estados.

a. Marx: El dominio del capital y el interés general

Dejando de lado los escritos juveniles , Marx define al Estado como la forma política de la dominación burguesa y como condensación o síntesis de la sociedad civil de una época . En el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, el Estado es definido como la dominación política de los intereses particulares de la burguesía y como expresión de los intereses generales de la sociedad, ambos administrados por la burocracia e impuestos por la fuerza material y espiritual de la represión. Según Marx, el estado moderno como poder centralizado con toda su maquinaria nació con la monarquía absoluta , asumiendo algunos privilegios anteriores, se perfeccionó con las revoluciones burguesas, incrementando la centralización de la autoridad y especializando a la burocracia, y acompañó la transformación de los intereses comunes de la sociedad (que proceden de la división social del trabajo) en intereses generales del Estado, los mismos que son asumidos por la burocracia, dando lugar a su propia y compleja división política del trabajo. Mediante la burocracia y la forma política que el Estado asume, se expresa, según Marx, la dominación de clase de la burguesía, aunque él mismo (el Estado) aspira también a su propio poder absoluto. Y aunque parezca “haber adquirido una completa autonomía”, como en el caso del segundo Bonaparte, “el poder del Estado no flota en el aire”, sino que representa a una clase social . En el examen histórico del caso español, previo al tratamiento de los acontecimientos y al golpe de 1854, Marx señala que la monarquía absoluta no cumplió allí un rol civilizador, que ella no logró una corporización visible y que fue el ejército la única institución estatal que mantuvo la unidad del territorio, transmitiendo, por su intermedio, todas la pulsaciones de la fragmentada sociedad española .

b. Weber: El capital, la coerción, la ley y la administración

La perspectiva weberiana de análisis del Estado lo considera como una forma de dominación social institucionalizada que da sentido a los otros elementos que lo integran: poderes del estado, monopolio de la violencia, monopolio de los medios de administración, la burocracia, jurisdicción territorial y el sistema legal. Según Max Weber, el Estado, desde una óptica racional, sólo se da en Occidente y está estrechamente asociado con el capital dando origen a la burguesía nacional: “De la coalición necesaria del Estado nacional con el capital surgió la clase burguesa nacional, la burguesía en el sentido moderno del vocablo. En consecuencia, es el Estado racional a él ligado el que proporciona al capitalismo las oportunidades de subsistir; así, pues, mientras aquél no ceda el lugar a un estado universal, subsistirá también éste” . Max Weber define al Estado, justamente en el acápite El estado racional como asociación de dominio institucional con el monopolio del poder legítimo, como “aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio –el concepto de “territorio” es esencial a la definición- reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima. Porque lo específico de la actualidad es que a las demás asociaciones o personas individuales sólo se les concede el derecho de la coacción física en la medida en que el Estado lo permite. Éste se considera, pues, como única fuente del “derecho” de coacción” . “El Estado, lo mismo que las demás asociaciones políticas que lo han precedido, es una relación de dominio de hombres sobre hombres basada en el medio de la coacción legítima (es decir, considerada legítima)” precisa M. Weber. El Estado moderno es, pues, una asociación de dominio de tipo institucional que, en el interior de un territorio, monopoliza tanto la coacción física legítima como la administración, luego de expropiarlas a aquellos que la poseían.

En la perspectiva weberiana, el Estado es también una empresa que se encarga de la administración, la dirección política, la burocracia y el sistema legal y que, como tal, acompaña y refuerza el desarrollo capitalista moderno. En el Estado moderno, el verdadero dominio se encuentra necesariamente en manos de la burocracia, tanto militar como civil. La empresa capitalista moderna descansa internamente ante todo en el cálculo y necesita para su existencia una justicia y una administración cuyo funcionamiento pueda calcularse racionalmente. Como empresa moderna el Estado actual reposa, a semejanza del capitalismo, en la separación entre los medios de administración y los administradores .

Siguiendo a Max Weber, Otto Hintze, historiador alemán, sostuvo que los estados modernos fueron construidos por los caudillos políticos, que los capitalismos fueron forjados por los caudillos empresarios y que en algún momento de la historia se produjo un encuentro fortuito pero productivo (afinidad electiva lo llamaron Weber y Hintze, tomando las palabras de Fausto de Goethe) entre ambos tipos de caudillos, dando origen, con el tiempo y las circunstancias, a una estrecha relación estructural entre el capitalismo y el Estado moderno .

a. Barrington Moore: Elites rurales, campesinos y mercado

Barrington Moore trata de comprender “el papel de las clases altas rurales y de los campesinos en las revoluciones burguesas que condujeron a la democracia capitalista, las revoluciones abortadas que condujeron al fascismo y las revoluciones campesinas que condujeron al comunismo” . Según Barrington Moore, las formas como las clases altas rurales y los campesinos reaccionaron al reto de la agricultura comercial fueron factores decisivos para que produjeran determinados resultados políticos pudiendo distinguirse tres grandes vías de tránsito del mundo preindustrial al mundo moderno: las revoluciones democrático-burguesas que dieron origen a los estados liberales, las revoluciones desde arriba que abrieron las puertas a los Estados fascistas y las revoluciones campesinas que culminaron en los estados comunistas .

Para comprender el camino democrático al capitalismo es necesario tomar en cuenta tres puntos fundamentales: el punto de partida feudal, las precondiciones y el proceso mismo. Los puntos de arranque hacia el camino democrático son importantes aunque no de por sí decisivos, pero pueden ser unos más favorables que otros al desenvolvimiento democrático. Esos puntos de partida favorables fueron los siguientes:
1) La inmunidad de ciertos grupos y el derecho de resistir a la autoridad injusta. En China hubo este último, pero no el primero.
2) El contrato como compromiso mutuamente libre. Este no existe ni en el feudalismo de Rusia ni en el de Japón.
3) Equilibrio delicado entre el poder real y el de la aristocracia.

Las precondiciones del camino democrático al capitalismo han sido las siguientes:
a. El proceso de modernización que se expresó en el desarrollo de la soberanía estatal y en la centralización de la autoridad, lo que se produjo con la implantación del absolutismo. El absolutismo del siglo XVI y XVII (Inglaterra, Francia, parcialmente Alemania), en la medida que centralizó el poder feudal y desarrolló el mercantilismo, permitió el inicio de la modernización, refrenó a la nobleza y favoreció a la democracia.
La persistencia, en cambio, del absolutismo en los tiempos modernos creó las condiciones desfavorables a la democracia liberal. Estos son los casos de China, Persia, Alemania.
b. Otra precondición para la democracia moderna ha sido el establecimiento de cierto equilibrio entre la corona y la nobleza en que el poder real predominaba con independencia de la nobleza. Es importante tomar en cuenta las nuevas maneras como se ha forjado la independencia.
1. La guerra que debilitó a la nobleza favorece el equilibrio en la monarquía. Tal cosa sucedió en la guerra de las Dos Rosas en Inglaterra.
2. La presencia de la nobleza sin contrapeso urbano burgués es desfavorable al establecimiento monárquico y al desarrollo de la democracia. Estos son los casos de Rusia y Alemania.

La segunda ruta fue también capitalista, pero asumió un carácter reaccionario: Representa un tipo de revoluciones desde arriba. Los países que siguieron este camino -Japón Alemania e Italia- acabaron en el fascismo. En estos países el impulso burgués fue más débil y cuando él asumió un carácter revolucionario, fue desbarato rápidamente: “Más tarde la relativamente débil clase comercial e industrial contaron con elementos disidentes de las más rancias y aún dominantes clases rectoras, reclutados sobre todo en el campo, para imponer cambios políticos y económicos indispensables para la construcción de una sociedad industrial moderna, bajo los auspicios de un régimen semiparlamentario. El desarrollo industrial, bajo tales auspicios, fue quizás rápido. Pero el resultado, tras un breve e inestable período, fue el fascismo” . Este segundo camino al mundo moderno fue capitalista y reaccionario, pues él avanzó hacia la industria sin producir un cataclismo revolucionario. Esta ruta, que conduce a la sociedad moderna pero bloquea la democracia, asume dos formas:
a) La aristocracia rural mantiene intacta la sociedad agraria preexistente, elevando el excedente como sucedió en el Japón.
b) Reinvención de instituciones nuevas como el esclavismo de plantación o reimplantación del servilismo, tal como sucedió en Alemania.

La revolución desde arriba produjo una racionalización del orden político: autoridad firme, administración uniforme, máquina militar potente, fabricación de ciudadanos en un nuevo tipo de sociedad y lealtad al Estado. Ella trajo y se apoyó en una galaxia de distinguidos líderes políticos: Cavour en Italia, Hindenburg y Bismarck en Alemania y los estadistas de la era Meiji en Japón. El estado alentó la industria ligera, impulsó la acumulación primaria, creó una industria de guerra que motorizó a la industria pesada, sacó recursos de la agricultura y domesticó a la clase obrera.

Las condiciones de éxito de la modernización conservadora fueron las siguientes:
a) Dirigentes hábiles para arrastrar tras sí a las élites rurales en alianza con la corona.
b) Creación de un aparato burocrático poderoso, administrativo, militar y policial para controlar a los extremos. El camino de modernizarse sin cambiar estructuras sociales tiene un costo: el militarismo para frenar a los descontentos de arriba y de abajo.

El fascismo pudo surgir en las siguientes condiciones:
a) En respuesta a tensiones del industrialismo ascendente sin fondo social y cultural específico.
b) Las profundas raíces que encontró en la vida rural tanto a nivel de las élites como de los campesinos.
c) Débil impulso a la democracia parlamentaria frente a la cual surge como reacción vigorosa.
d) Industrialismo pesado apoyado por el capital bancario.
e) Impulso de una violencia extrainstitucional: las centurias negras en Rusia, los fasci en Italia.

El fascismo es, además, inconcebible sin la entrada de las masas en la escena. El fascismo es la tentativa de hacer popular y plebeyo al conservadorismo, exaltando la violencia y la jerarquía e imponiendo la obediencia y la disciplina.

El tercer camino fue el de las revoluciones campesinas victoriosas que culminaron en el comunismo. La contribución revolucionaria del campo es decisiva en Rusia y China, importante en Francia, menor en el Japón e insignificante en la India. Las teorías que tratan de explicar las revoluciones campesinas se apoyan generalmente en un solo factor que los induce a un grave error. Antes que el campesinado hay que fijarse en la sociedad entera. La pregunta clave que es necesario formularse y responder es la siguiente: Qué sociedades agrarias premodernas están más sujetas a la revolución campesina y qué rasgos estructurales las explican?. En el intento de responder esta pregunta hay una hipótesis clave:”Una sociedad muy segmentada que se apoye en sanciones altamente esparcidas para salvaguardar su coherencia y para extraer el excedente campesino es casi inmune a la rebelión campesina, toda vez que la oposición tiende a tomar la forma de un nuevo segmento. En cambio, una burocracia agraria dependiente de un país centralizado, es más vulnerable”. El sistema feudal está entre ambos casos.

El éxito o fracaso de la clase alta en el desarrollo de agricultura comercial tiene importantes efectos políticos:
1) Cuando la clase alta rural produce para el mercado y la vida rural se abre a los influjos comerciales, las revoluciones campesinas han tenido poca importancia.
2) Donde la aristocracia rural no ha logrado un impulso comercial poderoso, la revolución campesina es más posible. También puede suceder que la aristocracia rural trate de obtener un mayor excedente rural. Esto sucedió en Francia del siglo XVIII, Rusia y China del siglo XIX y parte del siglo XX. El caso de la revolución de Bauernkrieg de 1524-1525 ilustra estos distintos resultados si se comparan las zonas en donde ella fue avasalladora y aquellas donde apenas se hizo presente. Rusia y China no transitaron a la agricultura comercial ni destruyeron la base campesina. Ellas estuvieron abiertas a las revoluciones campesinas.

Es necesario considerar tres aspectos en las comunidades campesinas que explican su proclividad o no a la revolución: El carácter del vínculo entre la comunidad campesina y la élite rural, la distribución de la tierra y las divisiones de clase en el campo y el grado de solidaridad de la comunidad campesina. Cuando existen vínculos fuertes entre comunidad campesina y la élite rural, la tendencia a la rebelión campesina es débil. Tanto en Rusia como en China los vínculos fueron tenues y las compulsiones campesinas fueron endémicas. En Japón, en cambio, esa relación fue fuerte, razón por la cual no hubo revolución campesina.

En resumen, las causas más importantes de las revoluciones campesinas son:
a) La ausencia de una revolución comercial agraria dirigida por la aristocracia rural.
b) La mantención de instituciones sociales campesinas
c) La debilidad de vínculos institucionales que atan al campesinado con las clases altas rurales.

Los campesinos, por lo demás, nunca han hecho una revolución por sí solos. Necesitan líderes de otras clases. Además, se requieren otras circunstancias para que triunfen. Necesitan otros aliados descontentos que dependen de la fase histórica de la revolución. En Francia de los sans-coulottes, los burgueses; en Rusia, los obreros e intelectuales.

Barrington Moore señala un cuarto camino, de destino incierto, que se caracteriza por el débil impulso hacia la modernización, pero que cuenta con rasgos históricos previos de la democracia occidental tales como un régimen parlamentario más o menos sólido. Este es el caso de la India.

d. Tilly: Coerción y capital

La argumentación central de Tilly es la siguiente: La relación esencial entre coerción y capital se basa en que la guerra y la preparación para la guerra obligaban a los gobernantes a dedicarse a la extracción de los medios bélicos entre aquellos que poseían los recursos esenciales -hombres, armas, dinero para la adquisición- y se resistían a entregarlos sin fuertes presiones o compensaciones. La organización de las grandes clases sociales dentro del territorio de un Estado y sus relaciones con dicho Estado influyeron de modo significativo en las estrategias utilizadas por los gobernantes para extraer recursos, teniendo en cuenta la resistencia que habían de vencer. Dentro de los límites impuestos por otros estados, la extracción y la lucha en torno a los medios para la guerra crearon la estructura organizativa central de los estados. La configuración de las grandes clases sociales y sus relaciones con el Estado, variaban considerablemente entre las regiones de Europa intensivas en coerción (áreas de pocas ciudades y predominio agrícola en donde la coerción directa desempeñaba una función primordial en la producción) y las regiones intensivas en capital (áreas de múltiples ciudades y predominio comercial y predominaba la producción para el mercado). Las estrategias de extracción variaban según estos diversos tipos de regiones (intensivas en coerción o intensivas en capital). En conclusión, las formas organizativas de los estados siguieron trayectorias diferentes en estas diversas partes de Europa.

Los estados europeos difieren considerablemente con respecto a las actividades y organizaciones más sobresalientes. Tres tipos de estado han proliferado en diversas partes de Europa después de 990: imperios receptores de tributos, sistemas de soberanía fragmentada como las ciudades-estado y las federaciones urbanas y los Estados Nacionales. Con el primero se construyó un estado militar y extractivo, pero la mayor parte de la administración local quedaban en manos de poderosos regionales que conservaban una gran autonomía. En los sistemas de soberanía fragmentada, las coaliciones transitorias y las instituciones consultivas desempeñaban una parte significativa en la guerra y la extracción, pero era escaso el aparato de Estado duradero que surgía a escala nacional. Los Estados nacionales unen sustanciales organizaciones militares, extractivas, administrativas e incluso productivas en una estructura central relativamente bien coordinada. La prolongada pervivencia y coexistencia de los tres tipos de Estado es un argumento en contra de un solo proceso unilineal.

No hubo una sola ruta al Estado Nacional sino tres que fueron las siguientes:
1. La vía intensiva de coerción: Los que ejercieron coerción se valieron de manipuladores de capitales para sus propios fines.
2. La vía de coerción capitalizada: Diversas combinaciones de coerción y capital dieron origen a diversos tipos de Estados.
3. La vía intensiva de capital: Las ciudades reaccionaron a alteraciones de capital, pero la organización de la coerción también la afectó.

e. Offe: la dominación sistémica del capital

Offe distingue dos teorías marxistas del Estado que se disocian:
a. Una teoría instrumentalista que sugiere que existe una relación instrumental entre la clase dominante y el aparato del Estado.
b. Una teoría sistémico-marxista. El Estado protege y sanciona un grupo de instituciones y relaciones sociales necesarias para el dominio de la clase capitalista. El Estado garantiza no los intereses particulares de una clase sino los intereses colectivos de todos los miembros de una sociedad de clases dominada por el capital. Offe se inscribe en esta corriente.

Sostiene que el Estado capitalista es una forma institucional de poder político guiado por cuatro condiciones funcionales :

1. La Producción privada que prohibe al poder político organizar la producción de acuerdo a criterios políticos. La propiedad es privada y ella decide el uso de los medios de producción.

2. Las restricciones tributarias, según las cuales el poder político depende indirectamente del volumen de acumulación privada por los mecanismos del sistema impositivo. Los políticos son impotentes para promover cualesquiera metas políticas salvo las que tiene que ver con el impulso a la acumulación.

3. La acumulación hace que los políticos se hallen interesados en promover la acumulación de la que dependen. El auto-interés institucional del Estado en la acumulación se halla condicionado por el hecho que el Estado no cuenta con recursos indispensables para el ejercicio del poder político.

4. La legitimación democrática, según la cual los regímenes políticos democráticos sólo pueden acceder al poder si cuentan con respaldo electoral expresado en elecciones generales. El mecanismo electoral juega el papel clave en disfrazar el hecho que los recursos materiales del Estado dependen primariamente del proceso de acumulación y no del electorado. Hay una determinación dual del poder político moderno: La forma institucional depende de las reglas de juego democrático, pero el contenido material está condicionado por las exigencias del proceso de acumulación. Cómo conciliar la forma y el contenido?, se pregunta Offe. Sugiere que existe una sola forma: Ella es que todos los ciudadanos se conviertan en partícipes estables de relaciones mercantiles. Mientras todos los propietarios de mercancías logren intercambiarlas en el mercado, no hay problema. Este surge cuando las medidas económicas de valor no logran operar en forma mercantil. La forma mercantil es el punto de equilibrio entre el Estado capitalista y la acumulación. El vínculo entre las subestructuras políticas y la subestructuras económicas es la forma mercantil.

El problema surge cuando se produce la parálisis de la forma mercantil. La dinámica del desarrollo capitalista parece exhibir una tendencia constante a paralizar la forma mercantil de valor.

En un mercado autorregulado, la parálisis temporal puede ser una forma de auto-corrección: el propietario de la mercancía que no se vende se verá forzado a bajar el precio y los costos o cambiar de rubro. Una economía plenamente mercantilizada es auto-estabilizadora y autoperpetuadora. La crisis crea condiciones de un nuevo boom.

El denominador común de la política estatal en sociedades capitalistas tardías es el aseguramiento de las relaciones de intercambio entre actores económicos individuales. Las políticas estatales tienen como meta suministrar un máximo de oportunidades de intercambio para el trabajo y el capital, de manera que los individuos de ambas clases puedan entrar en relaciones capitalistas de producción. Las políticas estatales de investigación y desarrollo abren nuevos mercados y escudan la economía doméstica frente a la inversión extranjera.

Frente a esas dificultades, el estado apela a algunas estrategias para manejar el problema estructural de valores que no logran funcionar como mercancías:

a. La estrategia clásica es la inacción, esto es, confiar en el mecanismo autorregulador o autocorrector. Los propietarios de capital y de trabajo vuelven al mercado cuando siente que el desempleo de esos factores es desagradable.

b. La segunda alternativa abierta a la política estatal es una protección de valores mediante subsidios. Los propietarios de las mercancías trabajo y capital vuelven y se reencuentran bajo condiciones creadas artificialmente por el Estado en lo que Offe llama la remercantilización administrativa. El problema de esta estrategia del Estado del Bienestar es que la producción de valores desmercantilizados se hace demasiado costosa en términos fiscales, produciendo la crisis fiscal del Estado. Prestar servicios a propietarios de valores obsoletos como mercancías es especialmente costoso para el Estado, pues implica una categoría de gastos que no son en modo alguno autofinanciados.

Desde una perspectiva crítica, Offe discute los elementos constitutivos de las matrices del poder social y las fuentes de la autoridad política con el marxismo clásico y con el pluralismo, combinando en sus reflexiones el análisis sistémico de Luhman y el marxismo . El marxismo clásico subsumió, según Offe, ambas dimensiones (las matrices del poder social y las fuentes de la autoridad política) en el modelo de la lucha de clases como expresión política de la contraposición entre trabajo asalariado y capital. Las teorías pluralistas, en cambio, han defendido la existencia de una multiplicidad orgánica de núcleos de poder que impediría hablar como tal de una matriz de poder social. En ambos casos, las categorías de análisis político sufren una cierta desvirtuación teórica: Mientras el estado en el marxismo aparece como mero instrumento al servicio de la clase dominante, el pluralismo lo concibe como una agencia neutra destinada a realizar un conjunto de funciones. Los actores también quedan desvirtuados: El marxismo los reduce a actores socio-económicos y el pluralismo los reduce sólo a grupos de intereses.
Offe pretende proporcionar un esquema para el análisis de los límites, las contradicciones y los sesgos de las tareas encomendadas al Estado moderno, así como de las estructuras que modelan las pautas de organización y de conflicto de sus actores colectivos. Offe cuestiona la primacía de las categorías del trabajo para reconstruir las matrices del poder social, lo que marca un distanciamiento del marxismo. El agotamiento del paradigma del trabajo se hace presente en los movimientos disidentes de la sociedad industrial. La hipótesis sobre el rol de las clases medias como sustrato de los nuevos movimientos sociales, sobre el cambio de las jerarquías normativas hacia valores posmaterialistas o la obturación de los diseños neocorporativos para la representación de intereses organizados aproximan los paradigmas del post-industrialismo y del capitalismo tardío en su diagnóstico de las transformaciones de las sociedades modernas: en última instancia, los frentes de organización y del conflicto social se encuentran regulados bajo el primado de la política . Este primado se debe a las funciones asumidas por la autoridad política que van desde la preservación de la paz hasta la obtención de los derechos sociales y políticos garantizaos por el Estado. Esta evolución encuentra en el estado del bienestar su culminación contradictoria. En sus análisis de los problemas estructurales del capitalismo de estado, Offe subrayó la idea del poco potencial explicativo que tiene la propiedad de los medios de producción en las sociedades capitalistas contemporáneas. Su dinámica política no proviene tanto del poder de disponer de ellos como de la manera de disponer de ellos, esto es, de las prioridades, criterios y estrategias empleadas en la configuración institucional de las políticas estatales y en las decisiones privadas de inversión. En este contexto de capitalismo politizado por la intervención estatal el conflicto entre capital y trabajo se expresa en un conflicto entre las funciones de integración social y de integración sistémica, entre los imperativos de acumulación económica y las necesidades de legitimación política.

f. T. Skócpol: La autonomía del Estado

Theda Skócpol postula la consideración de “tres principios de análisis” como alternativa a las prevalecientes teorías sobre las revoluciones sociales: una perspectiva estructural, las estructuras internacionales y la autonomía potencial de los estados como organizaciones administrativas y coactivas. Ella discute con las tradiciones liberal y marxista cuya “diferencia decisiva de opinión es sobre qué medios encarna claramente la arena política: una autoridad legítima fundamentalmente basada en el consenso, o una dominación fundamentalmente coactiva. Y esta diferencia corre paralela a las distintas opiniones acerca de las bases del orden social que mantiene cada tradición teórica” . Discute asimismo con las transformaciones más recientes del marxismo (Ralph Miliband, Nicos Poulantzas, Perry Anderson, Goran Therbom y Claus Offe) que han planteado la cuestión de “la autonomía relativa del Estado ante todo control directo por las clases dominantes”, autonomía que se diluye dentro de la “necesidad de mantener la estructura de clase y el modo de producción en conjunto” .

Theda Skócpol sostiene que “sólo podremos encontrar un sentido a las transformaciones sociorrevolucionarias si tomamos seriamente al Estado como macroestructura. El Estado apropiadamente concebido no sólo es una arena en que se desarrollan las luchas socioeconómicas. Antes bien, es un conjunto de organizaciones administrativas, políticas y militares encabezadas y más o menos bien coordinadas por una autoridad ejecutiva. Cualquier Estado primero y fundamentalmente saca sus recursos de la sociedad y los despliega para crear y apoyar a sus organizaciones coactivas y administrativas. Desde luego, estas básicas organizaciones del Estado se edifican y deben operar dentro del marco de las relaciones socioeconómicas divididas por clase, así como dentro del marco de la dinámica económica nacional e internacional” . Sostiene asimismo que “las organizaciones coactivas y administrativas sólo son parte de los sistemas políticos en general. Estos sistemas tam¬bién pueden contener instituciones a través de las cuales están representados los intereses sociales en la política del Estado, así como instituciones por las cuales se movilizan los actores que no pertenecen al Estado, para participar en la puesta en vigor de la política. Sin embargo, las organizaciones administrativas y coactivas son la base del poder del Estado, como tal.
“Donde existen, estas organizaciones fundamentales del Estado son al menos potencialmente autónomas ante todo control directo de la clase dominante. El grado hasta el cual son en realidad autónomas, y con qué efecto, varía de un caso a otro. Vale la pena indicar que la verdadera extensión y las consecuen¬cias de la autonomía del Estado sólo pueden analizarse y explicarse en términos específicos de tipos particulares de sistemas sociopolíticos y de conjuntos particulares de circuns¬tancias históricas internacionales” .

El estado como organización autónoma se relaciona con las clases sociales y con el sistema internacional de Estados, lo que lo hace “fundamentalmente bifacético, como Jano, con un arraigo intrínsecamente doble en las estructuras socioeconómicas divididas por clase y en un sistema internacio¬nal de Estados” . Skócpol reconoce que su perspectiva de análisis del Estado es tributaria de los enfoques de Weber, Hintze y Tilly.

En trabajos posteriores Theda Skócpol ha reforzado sus puntos de vista sobre la autonomía del Estado reseñando una serie de investigaciones y de resultados de política comparada en diversos lugares del mundo, especialmente en Africa y América Latina . Skócpol sostiene que la resistencia de los pluralistas y de los estrucutral-funcionalistas a hablar de los estados y la reticencia de los neomarxistas a aceptar su autonomía tienen que ver con los inicios de las ciencias sociales modernas en los siglos XVIII y XIX, en los que los fundadores de las mismas situaron el lugar de la dinámica de la sociedad, no en las monarquías anticuadas y superadas, sino en la sociedad civil, entendida como mercado, división industrial del trabajo o relaciones de clase. La inercia se rompió con la revolución keynesiana de los años 30 y con el desarrollo de los movimientos de liberación nacional que relievaron el papel de los estados como “potentes y autónomos actores organizativos” .

Según Skócpol, la autonomía del Estado no es un rasgo estructural de ningún sistema de gobierno sino que es el producto de ciertos factores coyunturales combinados con ciertas posibilidades estructurales tanto nacionales como internacionales que relievan en ciertas circunstancias el papel autónomo de los colectivos de funcionarios estatales.

Las acciones autónomas del Estado no necesariamente tienen un alto grado de racionalidad, especialmente diferente de la que logran otras élites no estatales, pero no hay que descartar la posibilidad de que las acciones total o parcialmente autónomas pueden encontrar salidas más eficaces que las acciones sometidas a transacciones de intereses sociales. Una política autónoma, sin embargo, no puede ser desinteresada. Su interés consiste con frecuencia en reforzar el colectivo de los funcionarios que impulsan la actividad autónoma del estado.

Otra fuente de la autonomía de los estados proviene de sus capacidades que dependen, además de la lealtad y calificación de sus funcionarios, del control total, integral y absoluto del territorio y de la existencia y de la cuantía de sus recursos económicos así como de la densidad y flexibilidad de sus instituciones. Estas fuentes de las capacidades proporcionan a los estados los adecuados instrumentos de actuación política para el logro de sus objetivos.

La autonomía de los estados no niega su relación con lo que Skócpol llama los marcos socio-económicos. Esta perspectiva relacional entre el estado y la sociedad puede asumir dos modalidades: una interna y otra de interdependencia con el sistema mundo. La primera tiene que ver con la capacidad de los estados autónomos para influir en las estructuras y actores no estatales dentro del ámbito nacional y la segunda alude al poder del Estado para la elaborar estrategias que le permiten establecer una relación de interdependencia dentro del sistema-mundo. Estos enfoques que Skócpol llama relacionales suponen romper con los supuestos social-deterministas del pluralismo, del desarrollismo estructural-funcionalista y del neomarxismo.

En el análisis de la autonomía de los estados, Thedda Skócpol apela al camino que ella denomina tocquevilliano puesto que fue Alexis de Tocqueville el primero que lo recorrió en sus conocidos libros La Democracia en América y el Antiguo Régimen y la Revolución. El método tocquevilliano no sólo toma en cuenta la acción de los funcionarios del estado sino también sus estructuras estatales en la medida que las configuraciones organizativas y los modelos globales de acción del estado influyen en la cultura política y fomentan la formación de grupos y de acciones políticas colectivas. Las estructuras estatales y sus efectos en la cultura política y en la acción colectiva están vinculados a las trayectorias históricas propias de cada país. Siguiendo a Nettl, Skócpol afirma que cuando los europeos continentales aluden a la soberanía, piensan en las instituciones administrativas centralizadas; los británicos, en los partidos políticos y en el parlamento; y los norteamericanos, en el Derecho y la Constitución. Del mismo modo, las estructuras de la administración pública y las organizaciones políticas partidarias contribuyen a seleccionar los tipos de cuestiones que se incluirán en la agenda política de una sociedad.

2. AL: Desarrollo del capitalismo y formas de estado

En diversos estudios tanto de Europa como de América Latina, las formas de estado aparecen como el producto de la relación entre la economía y la política, especialmente de la relación entre un determinado tipo de desarrollo capitalista y la correspondiente composición de la coalición social que lo anima. En Europa, las monarquías absolutas, los estados liberales y los estados socialdemócratas han sido analizados como resultados de las interacciones entre los tipos de desarrollo capitalista y las cambiantes coaliciones sociales que los impulsan . Lo mismo sucede en América Latina con los estados oligárquicos, los estados populistas y los estados neoliberales . Pese a la similitud formal entre las formas de estado de Europa y las de AL, existe importantes diferencias entre ellas, las mismas que proceden de las especificidades tanto de los tipos de desarrollo capitalista como de las coaliciones sociales. Estas especificidades no sólo proceden del tiempo en el que se desarrolla el capitalismo –temprano y tardío- sino del carácter dependiente del capitalismo latinoamericano. A su vez, las diversas formas de estado en cada país tienen sus propias peculiaridades que dependen de su inserción particular en el sistema capitalista mundial, de sus clivajes sociales y de su sistema político.

Ninguna economía moderna está limitada a las fronteras de sus países. Constantemente las economías nacionales están envueltas en relaciones económicas a nivel mundial y encuentran—o son forzadas a ello—un lugar en la división internacional del trabajo. Esta integración en la economía transnacional ha tenido un impacto significativo en las estructuras internas de clases, y los intereses del capital internacional se han vuelto un factor significativo en las relaciones internas de clases. Es ampliamente plausible entonces, considerar a las estructuras transnacionales de poder—relaciones internacionales y políticas—como vitalmente importantes para el balance del poder interno de un país y la conformación de los estados .
Los recientes desarrollos de la teoría de la dependencia, que se concentran en las consecuencias de la misma para el desarrollo económico, han llevado a un cambio paradigmático desde sus formas radicales que fueron rígidas y ahistóricas. Las visiones más elaboradas no ven la dependencia como un fenómeno unitario que tiene consecuencias homogéneas—la obstrucción del desarrollo y la creación del subdesarrollo—a través de un amplio rango de situaciones históricas, sino que adopta una más compleja concepción. En esta concepción la dependencia permanece central pero puede tomar diferentes formas, interactuar con desarrollos tecnológicos significativos, puede ser balanceado por el Estado nación, y puede ser dirigida a una variedad de resultados. Esta nueva concepción de dependencia permite la realización de un estudio comparado en términos del su impacto de la misma en la conformación de los estados y de la democracia .
Existe un cierto consenso básico entre los principales historiadores y analistas de las estructuras y procesos latinoamericanos sobre las formas de desarrollo capitalista en América Latina y las correspondientes formas de Estado, pese a que pueden diferir en el análisis de cada etapa, en el examen de los factores que intervienen en cada una de ellas, en el peso que cada uno de esos factores tiene y en las consecuencias de los mismos. Para ilustrar esta hipótesis me propongo examinar brevemente los análisis de Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto y las muy importantes contribuciones de Rosemary Thorp y su equipo de investigadores sobre el desarrollo latinoamericano . En ambas perspectivas, sin embargo, el Estado no recibe la suficiente atención y no se le considera una variable independiente, salvo en el período de industrialización sustitutiva de importaciones en el que el Estado desempeñó un papel fundamental. En realidad, falta la contraparte estatal de la sólida historia económica de América Latina que han escrito Rosemary Thorp y su equipo de investigadores. El cubrimiento de ese vacío requiere, por un lado, mirar al Estado en sí mismo y en sus diversos grados de autonomía como sistema de dominación, como organización coercitiva y administrativa en cada uno de los países de América Latina y, por otro, analizar desde esa autonomía su relación con la economía, las clases y los partidos.

a. La economía de exportación y el estado oligárquico

La clave interpretativa de Cardoso y Faletto sobre esta etapa es la forma de propiedad y de control del capital en el sector agroexportador (producción nacional controlada y enclave), la capacidad de negociación y de apertura de las élites y el grado de autonomía de los estados, mientras la explicación de Rosemary Thorp reposa en una gama más amplia de factores: La demanda de los países centrales, la entrada de capitales, la diversidad de los productos que podía ofrecer cada país, el volumen de su población, la extensión geográfica y las características sociopolíticas.
En la fase de desarrollo hacia fuera, Cardoso y Faletto han distinguido dos situaciones: la producción nacional controlada y el enclave . En el primer caso, las élites nacionales apostaron a instaurar una nación y un estado nacio¬nal, pero sin poner en peligro sus vínculos con el mercado internacional que garantizaba su propio dominio al mismo tiempo que limitaba sus posibilidades de acción y de decisión. Los sectores hegemónicos de las élites fueron el sector agropastoril exportador y el sector mercantil moderno, los mismos que establecieron conflictos y alianzas con los latifundistas tradicio¬nales. El corte entre esos bloques fue la capacidad empresarial moderna para poner en marcha la producción, pero sus alianzas impregnaron a las instituciones políticas y estatales una serie de ambiguedades y compromisos que limitaban tanto la soberanía como la democracia.

El enclave se caracterizó porque la producción de los países dependientes se constituyó en una prolongación directa de la economía central y porque no existía una vinculación directa con la economía local, pero sí con la sociedad dependien¬te a través del sistema de poder. Cardoso y Faletto han diferen¬ciado dos tipos de enclave: Los que se organizaron por iniciativa directa del capital extranjero y los que se organizaron por expropiación de una élite que ya no podía competir en el merca¬do internacional. En el primer caso, los latifundistas fueron los interlocutores privilegiados de los enclaves, su capacidad de negociación no fue muy grande y los beneficios que pudieron arrancar a los enclaves, para diversificar la estructura económica y social, fueron escasos. Se produjo entonces la paradoja de algunos países que tenían clases dominantes tradicionales y clases dominadas modernas: “Las consecuencias de esa situa¬ción se dejan sentir en forma acentuada cuando, por motivos que veremos más adelante, la presión de las clases medias contra “la dominación de enclave” se intensifica. La denuncia del pacto antinacional hecho por las clases dominantes pasa rápidamente del plano jurídico y moral en que lo colocan las clases medias y los sectores productivos internos, al plano de reivindicaciones económicas y sociales, muchas veces violentas, de los trabajado¬res urbanos y, en situaciones más limitadas, de los asalariados agrícolas, sin que las clases dominantes locales puedan dar solución a estas presiones” . En esta situación la moderniza¬ción es más limitada que la democratización. En el segundo caso “las clases dominantes internas preservan al menos parte de sus funciones económicas. Pueden elaborar políticas de compromi¬so con los enclaves externos, reservándose algunas fajas margi¬nales de la actividad exportadora y pueden reducir y concentrar sus actividades en el comercio, en algunas actividades agrarias, etc.” . El impacto del enclave en la diversificación de la economía y la sociedad fue relativamente importante dando origen a los sectores medios y populares que devinieron un baluarte de las luchas nacionales y democráticas. El sistema de dominación señorial y oligárquico limitó, sin embargo, el proceso de institu¬cionalización del estado así como la democratización de la sociedad, pese a que ésta, como en el caso anterior, se adelantó también a la modernización.

Rosemary Thorp postula que los diversos resultados conseguidos con el crecimiento impulsado por la exportación a principios del siglo XX pueden explicar, en alguna medida, las diferentes experiencias que se dieron en los periodos siguientes de este siglo.
A principios del siglo XX América Latina estaba en medio de una fase de expansión económica inscrita dentro del crecimiento experimentado por la economía mundial: “La demanda de productos básicos y la entrada de capital que esa demanda había generado, al interactuar con las diversas condiciones que presentaban los países, favorecieron cambios”…, “tuvieron un impacto profundo en las diversas estructuras económicas, sociales y políticas de América Latina durante este periodo. Influyeron asimismo, “tanto la lotería de los productos básicos” como el “tamaño”… “en función de la población, el ingreso y la extensión territorial. La geografía, el legado político y las características sociopolíticas subyacentes fueron otros aspectos importantes” .

Rosemary Thorp sostiene que el capital que llegaba a América Latina no estaba relacionado necesariamente con una proyectada expansión de la exportación, su disponibilidad respondía generalmente a coyunturas específicas de los países del centro . Los países que crecieron más rápidamente fueron generalmente los de mayor población: “…Argentina, México, hasta la revolución de 1910, y Chile. … Es posible que la inestabilidad política de Colombia en el siglo XIX explique su arranque más tardío, aunque luego registró un crecimiento rápido. El caso de Brasil es una excepción parcial compleja… De los países pequeños, tanto Uruguay, que se benefició de la inversión extranjera al mismo tiempo que Argentina, aunque no en igual medida, como los países abiertos a la inversión de Estados Unidos en la actividad azucarera, a saber, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana son las excepciones a la regla” . Pero el interés del inversionista fue determinado también por la geografía, la dotación de recursos naturales, las relaciones políticas y la estabilidad política. El crecimiento significativo estimuló la infraestructura y el desarrollo urbano creando mercados nacionales. También se dieron ejemplos de crecimiento rápido con escaso desarrollo institucional y ninguna diversificación (en las economías azucareras). El crecimiento también agotó recursos destruyendo suelos y bosques.

El tamaño fue importante en Brasil y Colombia porque hizo rentable la reinversión nacional de ganancias en el mercado interno. El tamaño pequeño y la fragmentación condenaron a Ecuador a perder beneficios del auge de la exportación y en Uruguay limitó el interés de inversionistas extranjeros. El tamaño también limitó la negociación de élites regionales entre sí y, cuando estuvo unido a la diversidad, impidió que se lograra la cohesión nacional de las minorías empresariales.

Otra condición importante fue el grado de consolidación estatal y de integración nacional así como la medida en que los recursos necesarios estaban en poder de población indígena, a la que había que arrebatárselos. Surgieron situaciones de conflicto y actitudes sobre la etnicidad y el racismo con efectos a largo plazo y consecuencias importantes en la desigualdad del ingreso.

El tipo de producto primario influyó en los resultados obtenidos: La minería por la intensidad de capital y tecnología le dio ventaja al capital extranjero para apoderarse de recursos y comercializarlos y, además, exigió menos tierra y mano de obra que la producción agrícola, la que, a su vez, planteaba la cuestión de la frontera agraria. Los productos variaban por sus posibilidades de elaboración y el valor agregado potencial así como por la amplitud de enlaces posibles. El banano fue el menos prometedor. Los productos y su distribución geográfica generaron necesidades diferentes de transporte, el que contribuyó o menor medida a fomentar el mercado nacional.

Donde el tipo de producto significaba que la tierra y la mano de obra eran factores importantes, y las poblaciones indígenas controlaban ambos, se les arrebató a la fuerza con repercusiones: “…En Guatemala, México y gran parte de los Andes, la explotación adquirió formas extremas. Aunque los pueblos indios lograron resistir a veces durante algún tiempo, esa resistencia tendió a retardar la penetración capitalista y la construcción del Estado…”

Según la naturaleza del sector de exportación (petróleo, banano, minería), las perturbaciones externas se amortiguaban con la reducción de salarios. La reacción frecuente eran la organización de sindicatos, huelgas y la respuesta eran actos de violencia y represión. Desde el punto de vista político la expansión de las exportaciones reforzó la situación de las minorías terratenientes. Los inversionistas extranjeros no modificaron el monopolio del suelo controlado por las élites terratenientes. La necesidad de establecer arreglos institucionales para obtener mano de obra dócil y barata, hizo que los sistemas tuvieran un respaldo de un prejuicio étnico que legitimaba el maltrato y la desigualdad.

b. La industria sustitutiva de importaciones y el Estado Populista

Tras su creación en 1948, la CEPAL, bajo la dirección de Raúl Prebisch, tenía que demostrar que había una perspectiva latinoamericana válida y su argumento fundamental fue que “…el aumento de la productividad debido al progreso técnico industrial en los países del centro no se reflejaba en precios más bajos sino que se retenía allí, mientras que en los países de la periferia, el aumento de la productividad en el sector primario era de menor magnitud y el excedente de mano de obra contribuía a que el nivel de los salarios se mantuviera bajo…. En consecuencia las economías latinoamericanas necesitaban que el gobierno fomentase la industrialización activamente. El crecimiento de la industria ofrecería independencia frente a un sector exportador de materias primas inestable y nada dinámico…”

Pero nadie se preguntó si depender de fuentes externas para financiar estos cambios estructurales podría limitar la libertad de los gobiernos para formular sus políticas económicas. Se aceptaron medidas de protección y proliferación de los controles en todas las economías en vías de industrialización de América Latina. Se incrementaron las relaciones entre los gobiernos y las empresas. El auge en el comercio intrarregional durante la segunda guerra mundial reanudó el interés en la integración económica. Lamentablemente los niveles de industrialización alcanzados por algunos países hacían que los menos desarrollados temieran salir perdiendo. Se desarrollaron tres iniciativas de integración en los 50s y 60s: El Mercado Común Centroamericano (MCCA), la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Pacto Andino. El caso del MCCA fue el más antiguo y más fructífero de integración debido a que formaban un grupo más homogéneo (menos industrializado). Con el ALALC se lograron adelantos importantes: En 20 años las exportaciones dentro de América Latina se duplicaron como proporción del total exportado. Pero se estancaron las negociaciones cuando la eliminación de barreras al comercio comenzaba a afectar intereses creados. A fines de 60 surge pacto Andino con la intención de funcionar al interior de ALALC: “Los países andinos confiaban en que si negociaban como una sola unidad económica los acuerdos comerciales y arancelarios con Argentina, Brasil y México, el progreso hacia la integración regional podía ser mayor…” . Periodos iniciales de optimismo se vieron superados por los acontecimientos: El golpe en 1973 en Chile hizo que se retire del Pacto Andino en 1976. Aquí podemos ver claramente la influencia de la estabilidad o inestabilidad política en una integración económica que podría generar mayor desarrollo.

Uno de los puntos más acariciados de la agenda pública en este período fueron las reformas agrarias. Las razones que las motivaron en el pensamiento de funcionarios públicos, de la CEPAL y de la Alianza para el Progreso eran las siguientes:
a. La redistribución de la tierra era un camino hacia la modernización que aliviaría abastecimiento de alimentos para población urbana en crecimiento.
b. La reforma agraria influía en el crecimiento del mercado para la industria, gracias al efecto sobre la distribución del ingreso y la pobreza.
c. La reforma agraria, al restarle influencia a las élites terratenientes, cumplía un rol político.
d. Era necesario demostrar que se estaban efectuando reformas efectivas, como la reforma agraria, para acceder a los fondos de la Alianza para el Progreso.

Tras de estos motivos estaba la percepción de que la hacienda tradicional era un tipo de propiedad ineficiente que perpetuaba estructuras sociales desiguales: ” Los reformistas sostenían que la culpa de la desigualdad social, de la marginación y del bajo nivel de vida de la mayoría de la población rural de América Latina se encontraba en la concentración de la tierra…” .

Las reformas agrarias más profundas surgieron de las revoluciones sociales: México en 1917, Bolivia en 1952, Cuba en 1959, Nicaragua en 1979. También gobiernos elegidos emprendieron reformas agrarias radicales (Chile en 1964-69 con Frei y 70-73 con Allende) e incluso regímenes militares hicieron reformas agrarias radicales (Perú con Velasco 69-75). En el resto de América Latina hubo reformas agrarias de menor alcance. Argentina fue una excepción por la abundancia de tierras, relativa importancia de propiedades agrícolas familiares y de estancias capitalistas de tamaño medio así como elevado porcentaje de urbanización. En Cuba, Bolivia y México, tres cuartas partes de las familias agrícolas se beneficiaron. En Nicaragua, Perú y Venezuela hubo un tercio de beneficiarios; en El Salvador, un cuarto y en Chile, una quinta parte. Las reformas variaron pero las dificultades vinieron de que la formulación de la reforma agraria en América Latina subestimó la importancia relativa de la agricultura campesina: aparcería y tenencia a cambio de servicios laborales que constituía una economía familiar interna campesina. El papel de la reforma agraria en la modernización y el crecimiento fue pequeño e indirecto. Sólo afectó a los trabajadores asalariados rurales y a los campesinos serviles, dejando fuera a una masa significativa de campesinos minifundistas y sin tierra.

En esta etapa de industria sustitutiva de importancias, el crecimiento fue muy significativo en América Latina:
1. Entre 1945 y 1973 hubo resultados económicos sobresalientes: El PIB creció en 5.3% anual y el PIB per cápita aumenta en casi 3%.
2. Las manufacturas fueron el motor del crecimiento: 6% del crecimiento anual y 26% del PBI en 1973, 8% más que en 1950.
3. La industria avanzó a expensas de la producción primaria.
4. La productividad laboral creció a una tasa de más del 3%, no lejos del 4.3 registrado en los países de reciente industrialización ni del 4.5% de los países desarrollados.
5. La acumulación de capital se dio principalmente en la industria.
6. La agricultura creció pero a un ritmo muy lento como resultado de la protección a la industria.
7. La expansión se dio al mismo tiempo que el crecimiento de las empresas públicas que amplían su papel tradicional en la infraestructura.
8. Existe un diferente grado de industrialización de los distintos países según el momento en el que se industrializaron:
a. Entre el 40 y 50: Brasil, Argentina, México, Chile y Uruguay.
b. Entre 50 y 60: Venezuela, Perú
c. De 60 en adelante: Centroamérica, Caribe, Paraguay, Bolivia y Ecuador.
9. El impulso estuvo en la industria sustitutiva de importaciones: El 36% del PIB industrial es atribuible a la sustitución de importaciones entre 1929 y 1960.
10. Al caer la importación de bienes de consumo hay diversificación horizontal de las empresas.
11. Tras el incremento de la productividad en la manufactura, se encuentran cambios importantes en la organización y la tecnología.
12. Los mercados de exportación de bienes manufacturados en los 60 fueron la base del desarrollo expansivo del capital, en el que participaron también las empresas extranjeras.

El crecimiento económico se acompañó de desequilibrios sobretodo en la balanza de pagos y en el déficit fiscal. La exportación de materias primas no se mantuvo a la par con el crecimiento de la economía. La causa de ello fue la discriminación implícita en la protección industrial por la sobrevaluación del tipo de cambio. El crecimiento de la exportaciones en los 60 tuvo una tasa de 3.5 en 1960 y pasó al 11.3 en 1973. Como porción de lo exportado pasó del 9% en 1952-53 al 12% en 1960 y al 15% en 1970.
1. A medida que crecían las exportaciones industriales de América Latina, aumentaba el proteccionismo en los países desarrollados, afectando el crecimiento industrial.
2. La inversión pública que representaba entre 1/3 y la mitad de la formación del capital, registró un ascenso. Las empresas públicas rara vez contaron con financiamiento propio. Las necesidades del mismo crecieron y generaron una inflación moderada, ésta, a su vez, trajo consigo la estabilización con las recetas discutibles del FMI.
3. El Programa típico de estabilización del FMI en los 50 y los 60, se basaba en el diagnóstico según el cual la causa de la inflación se debía a un exceso de demanda debido al déficit presupuestario, al incremento de la oferta monetaria y a los créditos fáciles. Las políticas aplicadas fueron el sinceramiento de precios y la disminución del gasto público y de la actividad del gobierno. Estas políticas trajeron una mejora en la balanza de pagos por la reducción de las importaciones y por la disminución de los ingresos fiscales
4. Otro desequilibrio es el que se produjo en la relación entre el empleo en el sector formal y el crecimiento de la fuerza de trabajo. La población urbana crece mucho entre 1945 y 70, pero el empleo no tanto. La razón de ello fue el uso intensivo de capital y la alta tecnología. El sector informal crece vertiginosamente: En el caso del Perú y Ecuador este sector es casi un tercio de la PEA entre 1950 y 1970.
5. La industria no cambió la estructura de la demanda sino que se adaptó a ella, la misma que era propia de una estructura con muchas desigualdades. Las reformas agrarias en los 60 tuvieron un impacto limitado en la distribución del ingreso, salvo los casos de Cuba, México y Bolivia. En el caso peruano se distribuyó del 1 al 2 % del ingreso nacional. La reforma agraria pasó por alto la situación de la mujer, no la incluyó, lo mismo pasó con los minifundistas.
6. Las desigualdades se vieron acentuadas por el carácter de la política gubernamental. Los gastos en seguridad social, salud y educación se sesgaron hacia el entorno urbano.
7. Existen 4 tipos de experiencias desiguales en América Latina:
a. Países de fuerte proceso de industrialización orientada al mercado interno: Chile, Brasil, Colombia, Argentina, México y Uruguay.
b. Países con sector exportador de productos básicos como motor de crecimiento económico, pero que orientaron su producción en los 60 hacia la industria: Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay y países de Centroamérica.
c. Economía centralmente planificada: Cuba
d. Islas del Caribe: Que establecieron una versión propia para su industrialización.

La estrategia de industrialización hacia adentro potenció el desarrollo de funciones e instrumentos del sector público y del Estado:
8. Surgió una nueva clase de tecnócratas, con conocimientos técnicos de economía, planificación, gestión e ingeniería. Tuvieron papel decisivo en la elaboración de planes estratégicos para desarrollar la infraestructura y en la creación de nuevos organismos de desarrollo.
9. En Brasil, un factor favorable fue la calidad y continuidad de la burocracia. El BNDE (Banco Nacional de Desarrollo Económico) era nombrado por méritos y hubo continuidad en la administración.
10. En Argentina el gobierno de Perón dividió profundamente a la sociedad y la debilidad de las instituciones agravó la falta de confianza que las empresas tenían en el gobierno. No se pudo aprobar la ley de fomento industrial que la pequeña y mediana empresa interpretó como un sesgo a favor de inversionistas extranjeros.
11. En Chile, la industria y la agricultura estuvieron respaldadas por un fuerte desarrollo estatal, sobre todo en materia de transformación de los recursos naturales. Se crearon institutos tecnológicos y las universidades recibieron asistencia. La CORFO tuvo un papel importante de fomento.
12.”En toda América Latina durante este periodo el Estado desempeñó el papel principal en la expansión de la infraestructura económica que facilitó la industrialización y el crecimiento global…carreteras, redes telefónicas, abastecimiento de energía…y otros servicios públicos permitieron que se consolidase un verdadero mercado interno. Además, el Estado creó una serie de organismos con el fin de fomentar sectores específicos…”
13. El desarrollo institucional estuvo favorecido por lo que ocurría a nivel continental e internacional: A mediados de los 50 se empezó a ver que hacían falta medidas en campos que el Banco Mundial no tenía en cuenta (educación, salud, vivienda, agua y agricultura).
14. Se presentaron limitaciones al desarrollo institucional: Falta de reforma tributaria, sistemas de control y de rendición de cuentas, falta de control sobre el sistema financiero, faltó estabilidad en las reglas del juego o normas y reglamentos.

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EL ESTADO EN EL PERU DE HOY

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Sinesio López Jiménez*

El Estado en el Perú es más pequeño que la sociedad y que el territorio en los que debiera tener jurisdicción. La presión tributaria (15% en el 2007) está por debajo de la media latinoamericana (18%) y ella es insuficiente para atender las crecientes y exigentes demandas sociales, especialmente de los pobres y muy pobres. A eso hay que añadir los bajos niveles de eficacia, la falta de transparencia y la incapacidad de sus poderes, instituciones y cuadros para alcanzar los resultados buscados, especialmente en sus relaciones con la sociedad. Todo ello genera falta de legitimidad del Estado y del gobierno e inestabilidad política. El presente artículo examina en forma sucinta el Estado peruano, sus poderes visibles e invisibles, sus funciones en relación con la economía y la sociedad, la gobernabilidad, las formas que asume y la posibilidad de llegar a ser un Estado-para-la-nación.

1. Los poderes visibles

Cuando la gente común y corriente piensa en el Estado, la imagen que de inmediato le viene a la mente es la de la burocracia pública en cuyas oficinas alguna vez ha recalado para hacer alguna gestión sin éxito, o la de la policía que no siempre le ha brindado la protección y la seguridad ofrecidas, o la de las FF.AA. en cuyas filas estuvo o está alguno de sus familiares como soldado o como oficial, o la de los jueces en cuyos estrados judiciales nunca recibió un trato igualitario, justo y rápido, o en el maestro de las escuelas fiscales en cuyas aulas sus hijos o parientes reciben educación de baja calidad. Estas imágines muestran un Estado, no distante del ciudadano común y corriente ni siquiera neutro, sino efectivamente discriminatorio (ver gráfico N.1 del Anexo).

El ciudadano común y corriente cree, incluso, que el Estado le reconoce derechos diversos, pero al mismo tiempo sabe, especialmente el de los estratos sociales bajos, que es incapaz de garantizárselos o, pudiendo, no le interesa hacerlo(ver Gráfico N.2 del Anexo).

Otra imagen del Estado, aparentemente contradictoria con la anterior, es la de una entidad todopoderosa que puede resolver todos los problemas de la gente y a la que, por eso mismo, es necesario formularle las demandas más importantes. El Estado aparece entonces como poderes del Estado (Ejecutivo, legislativo, judicial) o como poder central, regional o local a los cuales los ciudadanos plantean exigencias de diverso tipo. La primera prioridad del Estado para el 68% de los peruanos es lograr que todas las familias tengan ingresos suficientes; para el 13%, lograr que haya unión entre todos los peruanos; para el 11%, hacer que funcione la competencia para que todos puedan acceder a ingresos; y para el 7.7%, garantizar la libertad individual. La segunda prioridad para el 35.4% es lograr que haya unión de todos los peruanos; para el 26.3%, hacer que funcione la competencia en el mercado para que todos puedan acceder a ingresos; para el 21.7%, garantizar la libertad individual; y para el 16.6%, lograr que todas las familias tengan ingresos suficientes (Ver Gráfico N. 3 del Anexo). Estas

* Profesor principal de las Facultades de Ciencias Sociales de la PUCP y de UNMSM
demandas varían según el sexo, la edad, el nivel socioeconómico, el nivel educativo, la procedencia rural o urbana, la actividad principal y la categoría ocupacional (ver Gráfico N. 4 del Anexo). Mientras más se baja en la escala social hay más demanda de un estado distribuidor de ingresos y unificador de todos en una comunidad de peruanos y peruanas, y mientras más se sube en la escala social hay más demanda de un estado que garantice un mercado competitivo y la libertad individual de todos los peruanos.

Una imagen que acompaña a las anteriores, proveniente de la cultura política peruana, es que todas las instancias e instituciones del Estado pueden ser apropiadas por cada uno de los ciudadanos, especialmente por quienes las controlan, sea por derecho (patrimonialismo), sea por la fuerza (sultanismo), y que, por eso mismo, pueden ser puestas al servicio de sus intereses particulares. Esto explica, en gran medida, el alto nivel de permisividad de los peruanos con la corrupción, tal como revelan las encuestas.

2. El poder invisible

Junto a los poderes visibles del Estado, existe un poder invisible que, obviamente, la gente común y corriente no lo percibe, pero que funciona y decide sobre las cosas más importantes del país y de la vida de los ciudadanos: decisiones de inclusión y exclusión política, formas de apertura política, políticas económicas, tipos de políticas sociales. En el Estado visible funcionan los poderes institucionalizados y públicos, elegidos si es un régimen democrático y no elegidos si es régimen no democrático; en el invisible, en cambio, funcionan principalmente los poderes fácticos (que no son elegidos) que provienen del poder económico (nacional e internacional), de las élites sociales y del mismo Estado (las FF.AA. y la alta burocracia) y que se articulan y forman coaliciones con la cúspide (Presidente de la República y algunos ministros) del poder visible del Estado. Entre las cúspides de los diversos subsistemas del país (económico, político y social) se desarrollan intereses y solidaridades más fuertes que con los integrantes de sus respectivos sistemas. Aquí funciona una especie de lo que Robert Michels llamaba ley de hierro de las oligarquías. El Estado invisible opera a través de los poderes e instituciones visibles (burocracia, sistema legal, monopolio de la coerción y de los poderes funcionales y territoriales) y su vida puede ser más corta que muchos de ellos, pero, definitivamente, es más larga que la de los gobiernos y los regímenes políticos (democráticos y no democráticos). Desde que se instaló el Estado Neoliberal a comienzos de los 90 del siglo pasado, el Perú ha vivido dos regímenes políticos, una transición y seis gobiernos.

3. Estado, economía y sociedad

El Estado y sus poderes visibles e invisibles se relacionan con la economía y con la sociedad a través del cumplimiento de diversas funciones. Con respecto a la economía, el Estado busca promover la acumulación privada (garantizando el respeto a la propiedad privada de los medios de producción, el funcionamiento de las leyes del mercado, la inversión creciente, la apropiación privada del producto, la seguridad jurídica y la estabilidad política) y mantener los equilibrios macroeconómicos. La economía, a su vez, ofrece al Estado, para que pueda funcionar, los recursos económicos a través de los impuestos provenientes principalmente de la renta de los empresas, del IGV de de los consumidores y de otros rubros menores. En el 2006, el 62% de los ingresos fiscales provinieron del IGV. El Estado desarrolla estas funciones a través de:

a) La aplicación de diversas políticas: económicas, de inversión en infraestructura, de promoción en investigación y desarrollo (irrelevante en el caso peruano), de recalificación de mano de obra, de subsidios al capital (los convenios de estabilidad tributaria establecidos con las grandes empresas, por ejemplo), tributarias (renta de las empresas, IGV y otros).
b) Establecimiento de diversas leyes, procedimientos y reglas de juego que buscan entre, otras cosas, blindar los aparatos económicos del Estado para protegerlos de las demandas sociales y de algunas decisiones de los gobernantes.

Con respecto a la sociedad, el Estado le asigna bienes y servicios públicos (educación, salud, seguridad, orden) y recibe de ella a cambio legitimidad (tanto de origen a través de las elecciones como de desempeño a través del apoyo de los ciudadanos). En su relación con el Estado, la sociedad desarrolla, a su vez, sistemas de intermediación (la ciudadanía, la esfera pública, la sociedad civil y la cultura política) y sistemas de representación (sistemas de partidos, partidos sin sistemas, políticos sin partido). Para cumplir sus complejas funciones con la sociedad, el Estado despliega:
a) Políticas: sociales, culturales, represivas
b) Establecimiento de leyes, procedimientos y reglas de juego (códigos diversos, sistemas electorales, etc.)

4. Estado y gobernabilidad

El Estado tiene una doble dependencia. Por un lado, depende de la economía a través de los impuestos, sin los cuales no puede funcionar. Por otro lado, depende de la legitimidad que le otorgan la sociedad y los ciudadanos. Un Estado relativamente moderno como el del Perú no puede funcionar sino cuenta con recursos económicos y con la aceptación de la sociedad en la que impera y opera. El Estado, sin embargo, puede ser relativamente autónomo con respecto a los poderes económicos y sociales, nacionales y extranjeros, como sucedió en la época de la dictadura del general Velazco. El grado de dependencia y de autonomía del Estado depende de los siguientes factores: el nivel de calificación de los funcionarios públicos, el grado de funcionamiento de las instituciones estatales, el nivel de presión tributaria, la cantidad de recursos económicos con que cuenta, el grado de dominio en el territorio nacional, el nivel de legitimidad estatal. A medida que los funcionarios son más calificados, las instituciones estatales funcionan bien, los recursos económicos propios son relevantes, el dominio sobre todo el territorio es total, en esa medida el Estado es más autónomo.

La relación entre los sistemas económico, político y social a través de sus funciones y políticas establece el grado de gobernabilidad estructural del país. Un país es gobernable cuando la economía ofrece los recursos necesarios y suficientes al Estado que, gracias a ellos, puede asignar a la sociedad, educación, salud, seguridad y orden, en estándares aceptables de calidad. Este no es caso peruano en el que la presión tributaria (14% en el 2006 y 15% en el 2007, por debajo de 18% que la media latinoamericana) no es suficiente para asignar los bienes y los servicios de calidad a la sociedad, razón por la cual ésta no le otorga al Estado la legitimidad necesaria para que pueda funcionar en forma estable. Además del mal desempeño personal de los gobernantes, estos desequilibrios son la fuente estructural de la desaprobación ciudadana y de la inestabilidad del sistema político y del Estado.

5. El Estado Neoliberal

El Estado asume diversas formas que dependen de la forma de relación entre los sistemas económico, político y social y del tipo de coaliciones sociales que conforman el poder invisible del Estado. Estas coaliciones definen, a su vez, las formas de exclusión e inclusión social, el tipo de apertura política, el tipo de políticas económicas, el grado de control de la violencia política, el tipo de relación de autoridad y el nivel de credibilidad del sistema legal. De acuerdo a la forma de relación entre los sistemas, al tipo de coaliciones y a las políticas que establecen, las principales formas de Estado en el Perú y en América Latina han sido el Estado Oligárquico, el Estado Populista (Velasquista en el Perú) y el Estado Neoliberal.

Ante el agotamiento de la industria sustitutiva de importaciones (ISI) y el colapso del Estado populista a fines de los 80, los organismos financieros internacionales, los inversionistas extranjeros, la burguesía local, el Presidente de la República y un nuevo equipo tecno-político comenzaron a presionar para establecer una economía de mercado y organizar un Estado neoliberal a través de políticas de estabilización (medidas de shock) y de reformas estructurales (apertura de la economía al mercado internacional, desregulación de los mercados y las privatizaciones) . De ese modo se formó una coalición social y política neoliberal que fue reforzada por la participación de los militares después del autogolpe del 5 de abril de 1992. Esta coalición definió una política de inclusión política y
CUADRO N. 1. FORMAS DE ESTADO EN EL PERU Y EN AMERICA LATINA, SEGÚN DIMENSIONES QUE LAS DEFINEN

TIPOS DE ESTADO

DIMENSIONES ESTADO OLIGARQUICO ESTADO
POPULISTA
(Velasquista) ESTADO NEOLIBERAL
Coaliciones
Sociales y políticas Oligarquía,
Gamonalismo,
Capital extranjero,
Militares Militares,
Industriales,
Clases medias,
Sectores populares Organismos económicos internacionales,
Inversión extranjera,
Burguesía local,
Equipo tecno-político
Exclusión-inclusión
Exclusión total Inclusión total (corporativa con Velasco) Inclusión cultural y política,
Exclusión económica y social
Tipo de apertura
Política Liberalización (1900-1931)
Participación
(socio-política, no electoral con Velasco) Liberal-democrática
Tipo de políticas
Económicas Liberales Populistas
Intervencionistas Liberales
Control de la
violencia política Violencia faccionalista Monopolio de la violencia (limitado por SL) Recuperación del Monopolio de la violencia
Tipo de relación
de la autoridad Mediada Directa Directa
Sistema legal Discriminación
institucionalizad Igualdad formal y discriminación efectiva Igualdad formal y discriminación efectiva

cultural, pero de exclusión económica y social, aceptó tanto la competencia liberal como la participación democrática, aplicó políticas económicas ortodoxas (liberales), reestableció el monopolio de la violencia política derrotando a las fuerzas subversivas, aceptó la igualdad formal del sistema legal, pero ha sido incapaz de superar las discriminaciones efectivas.

6. ¿Es posible construir un Estado para todos?

El estado es constitucionalmente de todos, pero, en realidad, es sólo de algunos. La ley no es igual para todos, ni la burocracia es igualmente eficiente para todos, ni la policía ofrece igual protección y seguridad a todos, ni los poderes del Estado atienden las demandas de todos por igual. En realidad, el Estado no funciona bien en todo ni para todos sino que en algunas cosas funciona bien y en otras no y, en todo caso, funciona bien para algunos sectores pero mal para la mayoría de los ciudadanos. El Worl Economic Forum acaba de publicar el último Informe Global de Competitividad (2007) en el que señala que el Perú ocupa el 15 lugar en el mundo en lo que se refiere a la fortaleza de protección de las inversiones y el último lugar (131) en la calidad de la educación primaria. Puesto en blanco y negro, esto significa que el Estado peruano funciona bien para los sectores acomodados, pero mal para los pobres. Si se analiza la relación que el Estado tiene con la economía, por un lado, y con la sociedad, por otro, se puede llegar fácilmente a la conclusión siguiente: El Estado opera más o menos bien en el campo de la economía, pero opera pésimo en lo que refiere a la sociedad. El despliegue de las políticas (macroeconómicas, inversión en infraestructura, subsidios al capital y otras) que tienen que ver con la función estatal de promoción de la inversión privada ha obtenido logros importantes en estos últimos 7 años. Sólo las políticas de investigación científica en desarrollo y la recalificación de la mano de obra no han existido prácticamente en este campo. En cambio, las políticas de seguridad ciudadana, las políticas culturales y, sobre todo, las políticas sociales (educación, salud, lucha contra la pobreza, seguridad) que tienen que ver con la función estatal de asignar bienes y servicios públicos a la sociedad han operado y siguen operando mal y pésimo. En América Latina, el Estado peruano es el que menos gasta en la educación. Jaime Saavedra y Pablo Suárez han mostrado (para el año 2000) que la educación pública no es gratuita, como prescribe la ley, puesto “que la sociedad peruana gasta, en promedio, 200 dólares por cada niño en el sistema público en la primaria, de los cuales 32% corresponde al aporte de las familias. En el caso de la secundaria, el Estado invierte 191 dólares y las familias, en promedio, 94 dólares; es decir, de un total de 285 dólares, las familias aportan 33%” (El financiamiento de la educación pública en el Perú: el rol de las familias, GRADE, Lima, 2002, p.25). Pero lo más grave es que el Estado comete inequidades en la inversión en educación: “sumando el gasto del Estado y el de las familias, un alumno en primaria en el quintil más rico del ingreso que accede a la educación publica recibe 326 dólares, 96% más que lo recibe otro en el quintil más pobre. En el caso de secundaria, un alumno del quintil más rico recibe 374 dólares, 53% más de lo que recibe otro en el quintil más pobre. Es más, existe evidencia de que esta diferencia se encuentra subestimada, ya que el gasto del Estado que llega a los quintiles más pobres es menor que el llega a los quintiles menos pobres…”. (pp.26-27).

¿Se puede construir un Estado de todos o, lo que es lo mismo, un Estado-para-la nación?. Este es un amplio y profundo debate académico y político. Desde la perspectiva académica clásica, que ve al Estado como sistema de dominación social institucionalizada y canalizada a través de la ley, la coerción, la burocracia, es difícil, sino imposible, organizar un Estado para todos. Pese a ello, si el sistema legal y los aparatos judiciales fueran creíbles, transparentes e iguales para todos, si la burocracia fuera eficiente y transparente, si la policía garantizara la seguridad de todos, si los poderes de Estado actuaran con responsabilidad, eficacia y transparencia, si el Estado garantizara efectivamente los derechos que reconoce, si las políticas sociales fueran equitativas, inclusivas y aseguraran la igualdad de oportunidades de todos los peruanos, el Estado peruano se aproximaría a lo que se llama un Estado-para-la-nación.

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